Publicado el diciembre 1st, 2016 | por InOutRadio
0Déjate llevar (al huerto) ¿En tu huerto o en el mío?
A veces, dejarse llevar no es fácil, y mucho menos en el sentido literal de la expresión. Sales, conoces a alguien, os gustáis y queréis tener un encuentro íntimo esa misma noche. Pero, claro, como apenas os conocéis, a menudo os cuesta poneros de acuerdo para decidir el lugar de la cita, y además, el coche siempre resulta incómodo y no es nada serio, más aún a partir de cierta edad. Por si las lesbianas no fuéramos suficientemente complicadas por naturaleza, en estas ocasiones solemos complicarlo todo un poco más todavía… Queremos que nos lleven al huerto, sí, pero… ¿a cuál?
¿En tu huerto o en el mío?
Los hombres gays quizá lo tienen más fácil, porque les encanta utilizar el cuarto oscuro, algo que a las lesbianas parece que no acaba de gustarnos del todo. Por eso, muchas veces, se nos plantea un problema cuando se nos presenta la oportunidad de un “aquí te pillo, aquí te mato”, y es que no sabemos dónde consumar nuestra urgencia sexual. ¿En casa de la chica que acabamos de conocer? ¿Y si resulta que es una psicópata en potencia y nos descuartiza con una sierra mecánica nada más cruzar la puerta para hacerse un colgante con nuestro clítoris? En estos casos, cuando vayáis a casa de alguien, fijaos siempre en si tiene los muebles envueltos en plástico industrial (¿habéis visto la película American Psycho?), porque eso puede daros una pista clara de por dónde pueden ir los tiros.
Ante todo, los psicópatas y las psicópatas son siempre muy limpios y concienzudos, por lo menos los de las películas lo son… Es cierto que algunas personas tienen miedo, y no sólo las chicas. Por eso, algunas lesbianas, y también algunos gays, suelen enviar mensajes de móvil a sus amigos o amigas de confianza diciéndoles exactamente dónde están cuando van de ligue ocasional, más que nada para que alguien encuentre su cadáver si se da el caso… Hay que tener siempre muy claro que no se puede follar con miedo, porque no se disfruta la experiencia. Entonces, si no queremos ir a casa de la chica que acabamos de conocer, ¿adónde vamos? ¿A nuestra casa? ¿Y si luego la chica se encapricha y empieza a acosarnos durante meses al más puro estilo Glenn Close en Atracción Fatal? ¿Cómo nos la sacamos de encima si sabe dónde vivimos? Difícil situación, desde luego. También podemos ir a un hotel, o alquilar un apartamento por horas, pero resulta caro, claro, y la economía no está como para lanzar cohetes. Otra opción, más barata y más segura, pero menos placentera, podría consistir en que cada una os vayáis a vuestra casa y practiquéis sexo telefónico o por Internet… Pero no es lo mismo, ¿verdad que no?...
No sé, es complicado, ¿y sabéis por qué es tan complicado, me parece a mí? Porque las lesbianas, en general, no queremos solamente sexo, además, queremos dormir con la chica, pasar la noche con ella, abrazándola y sintiendo su cuerpo junto al nuestro, y eso implica un despliegue logístico difícil de planificar en muchos casos. En cambio, conozco a muchos hombres gays que, según me cuentan, cuando terminan de eyacular ya se están abrochando los zapatos para irse. Pero no conozco a ninguna lesbiana que abandone el lugar de los hechos con semejante rapidez, o que lo confiese al menos. Y mientras tanto, las lesbianas, además de sufrir doble invisibilidad, nos enfrentamos también a un doble dilema, porque tenemos que decidir primero entre dejarnos o no dejarnos llevar, que también nos cuesta lo nuestro a veces; y luego debemos decidir adónde nos dejamos llevar… ¿A tu huerto o al mío?...
Carme Pollina