Desconocidas & Fascinantes: Los tres deseos de Margaret Anderson por Thais Morales
La historia de Margaret Anderson es la historia de una lesbiana que cumplió tres deseos. Como el personaje de un cuento de hadas que, en este caso, sería un cuento de artistas, genios (o genias que diría la Franc) y mujeres precursoras y tremendamente modernas para estar hablando de los primeros compases del siglo XX.
Los tres sueños o deseos de Margaret Anderson fueron: tener un rancho en la bahía de San Francisco y editar una revista literaria con su pareja, descubrir y publicar un clásico como el ‘Ulysses’ de James Joyce (aunque luego, cuando tuvo éxito, el autor se largara a otra editorial y si te he visto no me acuerdo) y que Ernest Hemingway le pagara un billete de barco a bordo del cual iba a conocer a uno de los amores de su vida.
Y los tres deseos los cumplió Margaret Caroline Anderson. Esta mujer, tan desconocida como fascinante, nació en Indianapolis, Indiana, el 24 de noviembre de 1886. Se graduó en 1903 y cinco años después, tras intentar canalizar su fuerza creativa a través del piano, dejó las partituras en el cajón de su escritorio y, con un sentimiento de hastío muy intenso guardado en la maleta a causa de la educación burguesa que había recibido y que sentía que limitaba sus posibilidades, se fue a Chicago.
En Chicago, la ciudad del viento y de la mafia (en los años 20 fue el fortín de Al Capone), trabajó haciendo críticas de libros para un semanario religioso, ‘The Continent’. Pero aquel no iba a ser su camino. Una mujer capaz de decir : “Siento un gran resentimiento contra Dios y contra el hombre por haber logrado imponer la estupidez en el mundo. Y el mundo lo ha aceptado…”, no podía durar mucho en una revista religiosa. Además por todo Chicago se respiraba un ambiente creativo que no iba a dejar a Margaret indiferente. Era la época de la llamada Chicago Literary Renaissance –movimiento capitaneado por el poeta Carl Sandburg-, y la ciudad era un hervidero de creadores, creadoras e ideas que cristalizaban en obras artísticas de todo tipo.
En medio de aquel ambiente, Margaret empezó a hacer críticas para el ‘Chicago Evening Post’. Pero aquello no colmaba su necesidad de creatividad y, sobre todo, de intercambio de ideas y de palabras. Así que en 1914, fundó la revista ‘The Little Review’, un motor creativo en los ámbitos literarios de Estados Unidos y de Europa que, para que veáis el nivel de la revista, tuvo como redactor jefe en el extranjero a Ezra Pound. ‘The Little Review’ fue un referente cultural indispensable. La revista “no iba a adaptarse a los gustos de la gente ni a comprometerse con ellos”, dijo Margaret en una clara y diáfana declaración de principios.
De hecho, renunció a publicar al mismísimo Scott Fitzgerald (autor de ‘El gran Gatsby’ o ‘Suave es la noche’) porque, según su criterio de alto standing cultural, era demasiado popular. El primer número de la revista dejaba muy claro, tanto como la declaración de principios de Anderson, el talante de la publicación: el número 1 de’ The Little Review’ contenía artículos sobre feminismo, psicoanálisis y sobre Nietzsche. “Empecé ‘The Little Review’ de la misma manera que uno empieza a tocar el piano o a escribir poesía: a causa de algo que uno quiere de forma apasionada, irreflexiva y violenta”, explicó Margaret en el primer volumen de su obra ‘My thirty years war’. “Lo que quería y aquello sin lo que habría muerto era conversación. La única manera de conseguirlo era encontrar a gente con ideas. Sólo los artistas tenían ideas y, naturalmente, sólo los artistas excepcionales. Así que hice una revista que era exclusivamente para los mejores artistas de la época”.
En sus quince años de vida, ‘The Little Review’ publicó a los escritores más influyentes del momento como Hart Crane, Carl Sandburg, Marcel Duchamp, Gertrude Stein, Djuna Barnes, Wallace Stevens, Amy Lowell, Jean Cocteau, T. S. Eliot, Ernest Hemingway y James Joyce. Precisamente en 1918, ‘The Little Review’ permitió que Margaret cumpliera el segundo sueño de esta historia: publicar la novela ‘Ulysses’ de Joyce. Claro que este sueño iba a costarle un juicio por obscenidad y el inicio de problemas sentimentales con su pareja.
La revista se movía y agitaba a las mentes creativas y cuando no había suficiente material o los artistas se apoltronaban, Margaret ideaba números tan originales como el que publicó a modo de protesta por la falta de ideas: un número con las 64 páginas de la revista, excepto la portada y la contraportada, en blanco. Durante su historia, ‘The Little Review’ apoyó puntos de vista muy poco populares en aquella época, como el anarquismo y formas de vida alternativas, algo que para Margaret era lógico teniendo en cuenta que ella era lesbiana. La revista logró sobrevivir hasta 1929, meses antes de que se produjera el famoso crack del 29.
Fue durante la vida de ‘The Little Review’ que Margaret conoció a Jane Heap, examante de Djuna Barnes y una gran intelectual de la época, vinculada a la escuela de arte de Chicago. En 1916 se hicieron amantes y Margaret logró convencer a Heap para que la ayudara en su aventura con ‘The Little Review’ convirtiéndola en coeditora de la revista.
Fue Heap la que formuló perfectamente el objetivo de ‘The Little Review’: “Expresar las emociones de la vida es vivir. Expresar la vida de las emociones es arte”.
Y aquello, arte, en mayúsculas, era a lo que aspiraba aquella publicación dirigida por dos lesbianas visionarias.Como diría Margaret, fascinada por Heap hasta lo más hondo de su ser: “Mi mayor ambición con respecto a ‘The Little Review’ era aprehender la conversación de Jane y sus ideas. Como ella solía decir, yo la empujaba a la arena del circo y ella actuaba para sosegarme”.
Fue entonces cuando Margaret Anderson, la lesbiana de los tres sueños, cumplió uno de los que hemos mencionado: se mudó con Jane a un rancho en Muir Woods, en la bahía de San Francisco, y desde allí las dos editaron una de las publicaciones más influyentes del siglo XX. Todo funcionó perfectamente, con algunas dificultades económicas, hasta que el juicio por la publicación del ‘Ulysses’ hundió un poco más a la revista disminuyendo las aportaciones y los ingresos para su publicación. Este bache rebasó la frontera del trabajo y se tradujo en serios problemas de pareja de Anderson y Heap, que empezaron a tener relaciones con otras mujeres.
Pero la revista continuó su camino y después del rancho, Margaret y Jane se mudaron a uno de los destinos míticos de los bohemios de entonces: el Greenwich Village de Nueva York. Nueva York marcaría el trayecto de la revista, sí, pero también y más importante iba a marcar el destino de Anderson. Porque fue en esa ciudad, donde Margaret conoció en 1924, en el Carneggie Hall, a uno de los hombres más influyentes en su vida, a un hombre que le hizo cambiar Nueva York por Paris: se trata de George Ivanovitch Gurdjieff, maestro místico, filósofo, escritor y compositor ruso, que dio a conocer y transmitió en el mundo occidental las enseñanzas del llamado Cuarto Camino, una doctrina con influencias budistas, sufistas y de otras religiones y filosofías orientales. Anderson estudió con Gurdjieff hasta 1949, y tras la muerte del maestro, escribió sobre sus enseñanzas en su libro ‘The unknowable Gurdjieff’.
Siguiendo a Gurdjieff, Margaret llegó a mediados de los años 20 a la ciudad en la que todas las lesbianas querían estar: París, el otro foco mundial del arte y la creatividad y la capital lesbiana del planeta. Rápidamente ella y Jane se integraron en el círculo de Natalie Barney en el número 21 de la Rue de Jacob. En el Templo de la Amistad de la Amazona confraternizaron con Gertrude Stein, Sylvia Beach y Janet Flanner entre otras. Y si a nivel intelectual las expectativas de Margaret se cumplían una tras otra en la ciudad del Sena, la capital francesa también fue el escenario de su inevitable ruptura con Jane Heap. No fue exactamente un ataque de desamor. No. Lo que ocurrió fue que Margaret se enamoró de otra mujer: de la cantante de ópera Georgette Leblanc con la que estuvo hasta la muerte de la diva, en 1941.
Estamos cerca de ver cómo se cumplía el tercer sueño de Margaret. Fue en 1942, con Francia ya ocupada por el ejército alemán, Margaret decidió regresar a Estados Unidos y lo hizo con un pasaje que le pagó Ernest Hemingway, que le mandó 400 dólares para que pudiera huir de la Francia ocupada. En el transatlántico, Margaret conoció a Dorothy Caruso, esposa de Enrico Caruso, el famoso tenor. Así que después de Georgette, Margaret no dejaba del todo la escena lírica y cautivada por la Carusa comenzó una relación que duró hasta que esta falleció en 1955.
Estos y otros amores de Margaret le inspiraron una novela, ‘Forbidden fires’, que trataba de las relaciones lesbianas a partir de su propia vida. Aunque acabó de escribirla en 1950 y ella murió en 1973, el libro no se publicó hasta 1996. Alguien podría preguntarse por qué y averiguar qué ocurrió en ese dilatado periodo de tiempo.
Para acabar y para aquellas que siempre van en busca de los cálices lesbianos del mundo, decir que la desconocida y fascinante Margaret Anderson está enterrada al lado de Georgette Leblanc, uno de sus amores, en el cementerio de Notre Dame des Anges, una diminuta localidad cerca de Cannes.
No nos despediremos de Margaret sin recordar dos de sus frases más acertadas y que muchas probablemente harían suyas. La primera se refiere al amor y las clases de amor que podemos dar y recibir. “El amor real te hace desear lo mejor para la otra persona. En el amor romántico deseas a la otra persona”.
La segunda frase resume, creo yo el espíritu que la movió a vivir:
“Mi mayor enemigo es la realidad. He luchado contra ella con éxito durante años”.
Y esta es la historia de la mujer que cumplió tres sueños.
Para saber más:
Documental:
‘Beyond imagining: Margaret Anderson and the 'Little Review', dirigido por Wendy Weinberg en 1994.
Bibliografía en castellano
‘Mujeres de la Rive Gauche’, Shari Benstock, Lumen.
Hay un capítulo dedicado a ‘The Little Review’. “
Libros de MargaretAnderson
‘My Thirty Years' War’. Horizon, 1969.
Primer volumen de su autobiografía, en el que cuenta la fascinante historia de ‘The Little Review’. Brevemente habla de su infancia y de su background hasta llegar al epicentro literario de Norteamérica. Retratos de Joyce, Hemingway, Heap y Ezra Pound. El juicio contra el ‘Ulysses’ también está explicado en este volumen.
‘The Fiery Fountains’. Horizon, 1969.
Segundo volumen de sus memorias. Anderson habla de su relación con Georgette Leblanc y su exploración de la religión, la filosofía y la iluminación de la mano del místico Georgi Ivanovitch Gurdjieff. En este libro explica la caída de ‘The Little Review’-
‘The Strange Necessity’. Horizon, 1969.
Último volumen de su autobiografía. En él se reflejan sus opiniones definitivas sobre el arte y el intelecto. También habla de su relación con Dorothy Caruso y con Solita Solano. Son sus últimos años, marcados por la pérdida de sus amigos.
‘The Unknowable Gurdjieff’. Samuel Weiser, 1983.
‘ Forbidden Fires’. Naiad, 1996.
Si quieres ver algún ejemplar de la revista: The Little Review online. http://www.modjourn.org/render.php?view=mjp_object&id=LittleReviewCollection