Desconocidas y Fascinantes: Margaret Anderson con Thais Morales.



Los tres deseos de Margaret Anderson con Thais Morales.
La historia de Margaret Anderson es la historia de una lesbiana que cumplió tres deseos. Como el personaje de un cuento de hadas que, en este caso, sería un cuento de artistas, genios (o genias que diría la Franc) y mujeres precursoras y tremendamente modernas para estar hablando de los primeros compases del siglo XX.
Los tres sueños o deseos de Margaret Anderson fueron: tener un rancho en la bahía de San Francisco y editar una revista literaria con su pareja, descubrir y publicar un clásico como el ‘Ulysses’ de James Joyce (aunque luego, cuando tuvo éxito, el autor se largara a otra editorial y si te he visto no me acuerdo) y que Ernest Hemingway le pagara un billete de barco a bordo del cual iba a conocer a uno de los amores de su vida.
Y los tres deseos los cumplió Margaret Caroline Anderson. Esta mujer, tan desconocida como fascinante, nació en Indianapolis, Indiana, el 24 de noviembre de 1886. Se graduó en 1903 y cinco años después, tras intentar canalizar su fuerza creativa a través del piano, dejó las partituras en el cajón de su escritorio y, con un sentimiento de hastío muy intenso guardado en la maleta a causa de la educación burguesa que había recibido y que sentía que limitaba sus posibilidades, se fue a Chicago.
En Chicago, la ciudad del viento y de la mafia (en los años 20 fue el fortín de Al Capone), trabajó haciendo críticas de libros para un semanario religioso, ‘The Continent’. Pero aquel no iba a ser su camino. Una mujer capaz de decir : “Siento un gran resentimiento contra Dios y contra el hombre por haber logrado imponer la estupidez en el mundo. Y el mundo lo ha aceptado…”, no podía durar mucho en una revista religiosa. Además por todo Chicago se respiraba un ambiente creativo que no iba a dejar a Margaret indiferente. Era la época de la llamada Chicago Literary Renaissance –movimiento capitaneado por el poeta Carl Sandburg-, y la ciudad era un hervidero de creadores, creadoras e ideas que cristalizaban en obras artísticas de todo tipo.
En medio de aquel ambiente, Margaret empezó a hacer críticas para el ‘Chicago Evening Post’. Pero aquello no colmaba su necesidad de creatividad y, sobre todo, de intercambio de ideas y de palabras. Así que en 1914, fundó la revista ‘The Little Review’, un motor creativo en los ámbitos literarios de Estados Unidos y de Europa que, para que veáis el nivel de la revista, tuvo como redactor jefe en el extranjero a Ezra Pound. ‘The Little Review’ fue un referente cultural indispensable. La revista “no iba a adaptarse a los gustos de la gente ni a comprometerse con ellos”, dijo Margaret en una clara y diáfana declaración de principios.
De hecho, renunció a publicar al mismísimo Scott Fitzgerald (autor de ‘El gran Gatsby’ o ‘Suave es la noche’) porque, según su criterio de alto standing cultural, era demasiado popular. El primer número de la revista dejaba muy claro, tanto como la declaración de principios de Anderson, el talante de la publicación: el número 1 de’ The Little Review’ contenía artículos sobre feminismo, psicoanálisis y sobre Nietzsche. “Empecé ‘The Little Review’ de la misma manera que uno empieza a tocar el piano o a escribir poesía: a causa de algo que uno quiere de forma apasionada, irreflexiva y violenta”, explicó Margaret en el primer volumen de su obra ‘My thirty years war’. “Lo que quería y aquello sin lo que habría muerto era conversación. La única manera de conseguirlo era encontrar a gente con ideas. Sólo los artistas tenían ideas y, naturalmente, sólo los artistas excepcionales. Así que hice una revista que era exclusivamente para los mejores artistas de la época”.
En sus quince años de vida, ‘The Little Review’ publicó a los escritores más influyentes del momento como Hart Crane, Carl Sandburg, Marcel Duchamp, Gertrude Stein, Djuna Barnes, Wallace Stevens, Amy Lowell, Jean Cocteau, T. S. Eliot, Ernest Hemingway y James Joyce. Precisamente en 1918, ‘The Little Review’ permitió que Margaret cumpliera el segundo sueño de esta historia: publicar la novela ‘Ulysses’ de Joyce. Claro que este sueño iba a costarle un juicio por obscenidad y el inicio de problemas sentimentales con su pareja.
La revista se movía y agitaba a las mentes creativas y cuando no había suficiente material o los artistas se apoltronaban, Margaret ideaba números tan originales como el que publicó a modo de protesta por la falta de ideas: un número con las 64 páginas de la revista, excepto la portada y la contraportada, en blanco. Durante su historia, ‘The Little Review’ apoyó puntos de vista muy poco populares en aquella época, como el anarquismo y formas de vida alternativas, algo que para Margaret era lógico teniendo en cuenta que ella era lesbiana. La revista logró sobrevivir hasta 1929, meses antes de que se produjera el famoso crack del 29.
Fue durante la vida de ‘The Little Review’ que Margaret conoció a Jane Heap, examante de Djuna Barnes y una gran intelectual de la época, vinculada a la escuela de arte de Chicago. En 1916 se hicieron amantes y Margaret logró convencer a Heap para que la ayudara en su aventura con ‘The Little Review’ convirtiéndola en coeditora de la revista.
Fue Heap la que formuló perfectamente el objetivo de ‘The Little Review’: “Expresar las emociones de la vida es vivir.
Expresar la vida de las emociones es arte”.
Y aquello, arte, en mayúsculas, era a lo que aspiraba aquella publicación dirigida por dos lesbianas visionarias.Como diría Margaret, fascinada por Heap hasta lo más hondo de su ser: “Mi mayor ambición con respecto a ‘The Little Review’ era aprehender la conversación de Jane y sus ideas. Como ella solía decir, yo la empujaba a la arena del circo y ella actuaba para sosegarme”.
Fue entonces cuando Margaret Anderson, la lesbiana de los tres sueños, cumplió uno de los que hemos mencionado: se mudó con Jane a un rancho en Muir Woods, en la bahía de San Francisco, y desde allí las dos editaron una de las publicaciones más influyentes del siglo XX. Todo funcionó perfectamente, con algunas dificultades económicas, hasta que el juicio por la publicación del ‘Ulysses’ hundió un poco más a la revista disminuyendo las aportaciones y los ingresos para su publicación. Este bache rebasó la frontera del trabajo y se tradujo en serios problemas de pareja de Anderson y Heap, que empezaron a tener relaciones con otras mujeres.
Pero la revista continuó su camino y después del rancho, Margaret y Jane se mudaron a uno de los destinos míticos de los bohemios de entonces: el Greenwich Village de Nueva York. Nueva York marcaría el trayecto de la revista, sí, pero también y más importante iba a marcar el destino de Anderson. Porque fue en esa ciudad, donde Margaret conoció en 1924, en el Carneggie Hall, a uno de los hombres más influyentes en su vida, a un hombre que le hizo cambiar Nueva York por Paris: se trata de George Ivanovitch Gurdjieff, maestro místico, filósofo, escritor y compositor ruso, que dio a conocer y transmitió en el mundo occidental las enseñanzas del llamado Cuarto Camino, una doctrina con influencias budistas, sufistas y de otras religiones y filosofías orientales. Anderson estudió con Gurdjieff hasta 1949, y tras la muerte del maestro, escribió sobre sus enseñanzas en su libro ‘The unknowable Gurdjieff’.
Siguiendo a Gurdjieff, Margaret llegó a mediados de los años 20 a la ciudad en la que todas las lesbianas querían estar: París, el otro foco mundial del arte y la creatividad y la capital lesbiana del planeta. Rápidamente ella y Jane se integraron en el círculo de Natalie Barney en el número 21 de la Rue de Jacob. En el Templo de la Amistad de la Amazona confraternizaron con Gertrude Stein, Sylvia Beach y Janet Flanner entre otras. Y si a nivel intelectual las expectativas de Margaret se cumplían una tras otra en la ciudad del Sena, la capital francesa también fue el escenario de su inevitable ruptura con Jane Heap. No fue exactamente un ataque de desamor. No. Lo que ocurrió fue que Margaret se enamoró de otra mujer: de la cantante de ópera Georgette Leblanc con la que estuvo hasta la muerte de la diva, en 1941.
Estamos cerca de ver cómo se cumplía el tercer sueño de Margaret. Fue en 1942, con Francia ya ocupada por el ejército alemán, Margaret decidió regresar a Estados Unidos y lo hizo con un pasaje que le pagó Ernest Hemingway, que le mandó 400 dólares para que pudiera huir de la Francia ocupada. En el transatlántico, Margaret conoció a Dorothy Caruso, esposa de Enrico Caruso, el famoso tenor. Así que después de Georgette, Margaret no dejaba del todo la escena lírica y cautivada por la Carusa comenzó una relación que duró hasta que esta falleció en 1955.
Estos y otros amores de Margaret le inspiraron una novela, ‘Forbidden fires’, que trataba de las relaciones lesbianas a partir de su propia vida. Aunque acabó de escribirla en 1950 y ella murió en 1973, el libro no se publicó hasta 1996. Alguien podría preguntarse por qué y averiguar qué ocurrió en ese dilatado periodo de tiempo.
Para acabar y para aquellas que siempre van en busca de los cálices lesbianos del mundo, decir que la desconocida y fascinante Margaret Anderson está enterrada al lado de Georgette Leblanc, uno de sus amores, en el cementerio de Notre Dame des Anges, una diminuta localidad cerca de Cannes.
No nos despediremos de Margaret sin recordar dos de sus frases más acertadas y que muchas probablemente harían suyas. La primera se refiere al amor y las clases de amor que podemos dar y recibir. “El amor real te hace desear lo mejor para la otra persona. En el amor romántico deseas a la otra persona”.
La segunda frase resume, creo yo el espíritu que la movió a vivir:
“Mi mayor enemigo es la realidad. He luchado contra ella con éxito durante años”.
Y esta es la historia de la mujer que cumplió tres sueños.
Para saber más:
Documental:
‘Beyond imagining: Margaret Anderson and the ‘Little Review’, dirigido por Wendy Weinberg en 1994.
Bibliografía en castellano
‘Mujeres de la Rive Gauche’, Shari Benstock, Lumen.
Hay un capítulo dedicado a ‘The Little Review’. “
Libros de MargaretAnderson
‘My Thirty Years’ War’. Horizon, 1969.
Primer volumen de su autobiografía, en el que cuenta la fascinante historia de ‘The Little Review’. Brevemente habla de su infancia y de su background hasta llegar al epicentro literario de Norteamérica. Retratos de Joyce, Hemingway, Heap y Ezra Pound. El juicio contra el ‘Ulysses’ también está explicado en este volumen.
‘The Fiery Fountains’. Horizon, 1969.
Segundo volumen de sus memorias. Anderson habla de su relación con Georgette Leblanc y su exploración de la religión, la filosofía y la iluminación de la mano del místico Georgi Ivanovitch Gurdjieff. En este libro explica la caída de ‘The Little Review’-
‘The Strange Necessity’. Horizon, 1969.
Último volumen de su autobiografía. En él se reflejan sus opiniones definitivas sobre el arte y el intelecto. También habla de su relación con Dorothy Caruso y con Solita Solano. Son sus últimos años, marcados por la pérdida de sus amigos.
‘The Unknowable Gurdjieff’. Samuel Weiser, 1983.
‘ Forbidden Fires’. Naiad, 1996.
Si quieres ver algún ejemplar de la revista: The Little Review online. http://www.modjourn.org/render.php?view=mjp_object&id=LittleReviewCollection
Desconocidas y Fascinantes: Tamara de Lempicka con Isabel Franc.


Mentirosa compulsiva e icono del art dèco: Tamara de Lempicka con Isabel Franc.
Pintora célebre entre la burguesía rica en la Europa de los años treinta, cayó en el olvido trasla Segunda GuerraMundial.De penetrantes ojos azules, nariz prominente, pestañas postizas y uñas pintadas, Tamara de Lempicka era tan presumida como mentirosa. No aceptaba su edad por lo que consiguió cambiar el año de nacimiento en sus papeles y aseguraba haber nacido en Varsovia cuando, en realidad, era moscovita.
Se calcula que el nacimiento de Tamara Rosalía Gurwik-Gorska fue entre 1895 y 1900. La fecha más probable parece ser el 16 de mayo de 1898. De madre polaca y padre judío, que desapareció de su vida de forma extraña, adquirió de la familia materna su fuerte identidad polaca y el gusto por la nobleza.
En 1911, estando en San Petersburgo, conoció al noble abogado polaco Tadeusz Lempicki, a quien cortejaban las mujeres más hermosas dela ciudad. Cincoaños más tarde, contrajeron matrimonio y ese mismo año, 1916, nació Kizette. Otra de las celebres mentiras de Tamara fue asegurar que su hija había nacido en París en 1918.
Durante los meses previos a la revolución bolchevique, mientras el hambre y el frío invadían el país, los Lempicki vivían en un ambiente de lujo y fiestas y apoyaban la contrarrevolución. Trasla caída del zarismo, huyeron a París donde Tamara se formó como artista y sacó adelante a su familia vendiendo algunas joyas y pintando, ya que el marido, sumido en la depresión por el estatus perdido, no trabajaba. La hermana de Tamara vio un día los moratones que Tadeusz le había hecho y, convencida de su talento, le aconsejó que pintara. Tres años más tarde, exponía ya en conocidas galerías y vendía retratos a los ricos de París con su apellido feminizado y con el de añadido para que sonara más aristocrático.
Por esa época, inició una relación con Ira Perrot, una vecina rica que le haría de modelo y se convertiría en su amante más constante. Ira le ofreció un viaje por Italia donde fue alumna de André Lhote, el único a quien reconoció como maestro, ya que, durante toda su carrera quiso demostrar que se había hecho a sí misma.
Al inicio de 1923 conoció ala escritora NatalieBarneyy entró a formar parte de su conocido círculo sáfico. Era asidua de los salones de los viernes enla rue Jacob, retrató a casi todas sus protagonistas y coincidió con las figuras del mundo artístico y literario más destacadas de la época.
Su adicción a la cocaína y su ritmo de vida frenético deterioraron la relación matrimonial. Tamara acostaba a Kizette y se iba a juergas privadas y a garitos en la orilla del Sena donde tomaba parte en orgías colectivas. Después, volvía a casa, y entre las brumas de la cocaína y el sabor del sexo furtivo con hombres y mujeres, pintaba sus telas escuchando a Wagner hasta primeras horas de la mañana.
Viajó con frecuencia a Italia, donde conoció al poeta Gabriele D’Annunzio, con quien mantuvo una corta pero intensa relación. D’Annunzio le regaló un anillo con un enorme topacio que lució durante toda su vida y que el mismo día de su muerte llevaba puesto.
En 1927 su marido la dejó por otra mujer. Ella siguió deslumbrando a la aristocracia con la sensualidad de su arte y llegó a convertirse en icono del art dèco. Algunas de sus modelos fueron también sus amantes: la protagonista del cuadro La bella Rafaela, la duquesa de la Salle y la cantante Suzy Solidor, quien regentaba La Boite de Nuit, único “bar de ambiente” del París dela época. Según se cuenta Tamara se enamoró perdidamente de ella, pero Suzy no estaba por la labor.
En 1933 se casó, nuevamente, con un aristócrata, el millonario barón Kuffner. Juntos huyeron de París a Estados Unidos en febrero de 1939, viendo que la guerra se avecinaba. Se instalaron en Hollywood y, pese a ser invitada de lujo en las fiestas y recibir en su estudio a las estrellas del momento, vivió reinando sobre una sociedad a la que despreciaba y añorando los ambientes artísticos europeos
Siendo ya una anciana, en 1972 una exposición de sus obras en París la rescató del olvido. Como un espectro que surgía de los locos años veinte, se hizo de nuevo famosa y en la actualidad personajes como Jack Nicholson, Madonna o Sharon Stone son coleccionistas de sus obras.
Al final de su vida y tras la muerte de su segundo marido, se trasladó a Cuernavaca, México. Murió el 18 de marzo de 1980. Sus cenizas fueron desparramadas desde un helicóptero sobre el volcán Popocatépetl.
Para saber más: Laura Claridge, Tamara de Lempicka. Una vida de déco y decadencia. Circe 2000. J. Andreu escribió una biografía novelada (El Cobre Ed.) En 1988 Franco Maria Ricci publicó en Milán una controvertida biografía yla editorial Taschen tiene una interesante monografía escrita por Gilles Néret.
Desconocidas y Fascinantes: Elisa y Marcela con Virginia Garzón.


Elisa y Marcela, contra viento y marea con Virginia Garzón.
Esta es la historia de dos mujeres que se atrevieron a desafiar las reglas sociales, morales y religiosas del tiempo que les tocó vivir. Sus protagonistas son un ejemplo de convicción, compromiso y valentía, pero, sobretodo, de profundo amor.
Elisa y Marcela habitaban el olvido hasta que, en 1993, alguien les dio voz. Fue Narciso de Gabriel, catedrático de Teoría e Historia de la Educación y actual decano de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de A Coruña. Estaba investigando los expedientes disciplinarios a los que fueron sometidos los maestros y las maestras en Galicia durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera década del siglo XX, cuando se encontró con un expediente singular. Según el documento, una maestra llamada Marcela fue separada del Magisterio por haberse casado con otra mujer.
Sorprendido y curioso, durante 15 años se dedicó a rastrear las huellas de ambas a través de archivos y prensa. El resultado fue el libro Elisa y Marcela: más allá de los hombres, publicado en gallego en 2008 y, dos años después, en castellano.
Elisa Carmen Sánchez Loriga nació en A Coruña el 8 de septiembre de 1862. De Marcela Gracia Ibeas sabemos que fue bautizada en la ciudad de Burgos el 27 de junio de 1867y que vivió en un hospicio durante diez años hasta que fue legitimada cuando sus padres contrajeron matrimonio.
Elisa y Marcela se conocieron a mediados de los ochenta del siglo XIX, cuando Elisa rondaba los 23 años y Marcela los 18, y estudiaban ambas Magisterio en A Coruña. Su amistad en seguida levantó sospechas y una fuerte desaprobación debido a su intensidad y a la imperiosa necesidad de estar juntas. Ante el temor a un escándalo, la madre de Marcela la envió a Madrid. De nada sirvió que Elisa, el día anterior a la partida de Marcela, se presentara en casa de su amiga y se enfrentara incluso al padre, quien le impidió verla. Sin embargo, el destino quiso que poco después se reencontraran en el municipio coruñés de Dumbría, donde convivieron sin levantar sospechas durante un tiempo. Como señala Narciso de Gabriel, en aquella época la convivencia de dos maestras solteras no resultaba sorprendente dado que era el estado civil de la mayoría de ellas.
Un día decidieron casarse, algo imposible en aquella época. Diseñaron entonces un plan: fingieron enfadarse. Hay constancia de varias reyertas de las que fueron testigos los vecinos, por lo visto motivadas por los celos que los pretendientes de Marcela despertaban en Elisa, que incluso retó en duelo a uno de ellos, aunque, por fortuna, desestimó el requerimiento. Llegó a ser arrestada en varias ocasiones, y debido a su carácter brusco y su aspecto viril, en el vecindario se la conocía como O Civil.
Como consecuencia de esta tormentosa etapa, estuvieron un tiempo sin verse. Posteriormente, Marcela anunció que se casaría con Mario, el primo de Elisa. Y así, el 8 de junio de 1901, en la céntrica Iglesia de San Jorge de A Coruña, Marcela contrajo matrimonio con él, con testigos y fotos y toda la parafernalia. Sin embargo, Mario no era otro que Elisa disfrazada de hombre. La ceremonia había sido un engaño del que solo eran cómplices una vecina de la madre de Marcela y el tío de Elisa.
Su interpretación es incluso hoy digna de reconocimiento ya que dedicó todo el tiempo que duró el supuesto enfado a masculinizar su aspecto: se cortó el pelo, pasó a vestir ropa de hombre, empezó a fumar e, incluso, cultivó un modesto bigote. Consiguió después una identidad falsa bajo el nombre de Mario e inventó un pasado ateo. Incluso logró engañar al párroco de la Iglesia, que la había bautizado y que accedió a celebrar el matrimonio.
Pero no sólo el ingenio de Elisa ayudó a su unión, sino también el hecho de que Marcela estuviera embarazada. No tenemos datos sobre la causa y circunstancias que lo motivaron; según el investigador, el “embarazo accidental” les sirvió de excusa para oficializar su relación y evitar la vergüenza de ser una madre soltera.
Elisa y Marcela contrajeron matrimonio un siglo antes de existir en España una ley que permite casarse a dos personas del mismo sexo. Fueron pues aguerridas pioneras.
Desgraciadamente, poco después el engaño se descubrió y saltó a la prensa provocando un tremendo escándalo no sólo en nuestro país, sino también en otros países europeos como Bélgica, Francia o Inglaterra. Algunos titulares refieren: “Asunto ruidoso: un matrimonio sin hombre” o “Novios de contrabando”. Mientras tanto, las revistas gráficas de la época mantuvieron una lucha encarnizada para reproducir la foto de la célebre ceremonia, realizada por un fotógrafo de origen francés.
El desengaño y profundo malestar del vecindario y el párroco que las casó desembocó en una terrible escena: rodearon la casa de las maestras y gritaron toda clase de insultos y amenazas. Querían que Mario/Elisa saliera y diera la cara y comprobar cual era realmente su sexo. Unos agentes de policía empezaron a hacerles preguntas y Elisa afirmaba ser hermafrodita mientras Marcela sostenía que “tiene más de hombre que de mujer” o que “Elisa es común a uno y otro sexo”.
Las autoridades españolas dictaron orden de búsqueda y captura y nuestras protagonistas tuvieron que huir. Se refugiaron en Oporto, Portugal, donde al cabo de unos meses, el 6 de enero de 1902, Marcela dio a luz una niña.
Pero poco duró la felicidad en el hogar, puesto que pronto fueron detenidas y encarceladas, acusadas de falsedad documental y travestismo. Afortunadamente, la sociedad portuguesa se volcó con ellas y finalmente fueron absueltas de todos los cargos. Sin embargo, el proceso de extradición a España seguía abierto y, por ello, huyeron a Buenos Aires.
Allí Elisa, aficionada según parece a los cambios de identidad, se convirtió en Maria y se casó con un danés adinerado de avanzada edad con la intención, según parece, de heredar pronto su fortuna. Pero, se negó a consumar el matrimonio y el marido dudando de su verdadera condición sexual acabó denunciándola. De nuevo se iniciaron trámites judiciales contra Maria-Elisa, pero, en esta ocasión, le resultaron favorables.
A partir de aquí ya no hay más pistas sobre Elisa y Marcela. Dejaron de aparecer en los medios de comunicación y, de este modo, recuperaron el anonimato para, esperamos, vivir felices y comer perdices.
Resulta curioso constatar que, a pesar de la conmoción social que causó este matrimonio, y a pesar también de los innumerables obstáculos que tuvieron que sortear sus protagonistas, el acta de la boda no fuera anulada. En el Registro Civil de A Coruña sigue constando esta boda como legal y legítima.
“Me gustaría que (con este libro) la gente aprendiese sobretodo, como yo he aprendido, la necesidad de que reconozcamos a las personas tal como son y sin necesidad de que se ajusten a los patrones que podemos considerar usuales”
Narciso de Gabriel
Para saber más:
Narciso de Gabriel Fernández, Elisa y Marcela : más allá de los hombres, Barcelona, Editorial Libros del Silencio S.L., 2010, 480p., ISBN 13: 978-84-937559-7-3
Entrevista al autor del libro en Inoutradio, programa Artisteando
La historia de Marcela y Elisa está siendo objeto de una interesante exposición en la Normal, el espacio cultural de la Universidade de A Coruña. Una muestra concebida como una interpretación contemporánea, a través de obras de una veintena de artistas, de la historia de amor prohibido entre dos mujeres. Exposición Marcela y Elisa, del 22/11/11 al 31/01/12, de lunes a viernes de 11 a 22 horas, sábados de 11 a 21 horas. http://istoenormal.org/gl/actividades/marcela-e-elisa
Para las cinéfilas: la directora Isabel Coixet adaptará próximamente al cine la novela publicada por Narciso de Gabriel.
Desconocidas & Fascinantes: Felicitación de Navidad, 2011.
No os podéis imaginar lo difícil que ha sido para InOutRadio montar una felicitación navideña a la altura de este año tan raro que ya se acaba, por fin. ¡Aleluya!
Cuando nos pusimos a pensar en ello, la Satchi dijo: “¿Y qué demonios hacemos, Polli, con lo mal que está todo?” Y la Polli, que tampoco tenía ni idea de qué hacer, respondió: “Pues no sé, ya se nos ocurrirá algo, Safo proveerá”.
Y Safo proveyó. Y un día, vagando por Internet, nos topamos con esta canción de Cindy Lauper. Y exclamamos: “¡Esta es!” No nos negaréis que la cancioncita tiene miga y que el montaje tiene delito. ¡Pero qué coño! Al mal tiempo, buena cara, y contra la crisis… ¡Toooooooooooooma congaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
Si os fijáis bien, la felicitación de este año contiene todo lo que podíamos desear en InOutRadio: la canción es alegre, ayuda a levantar el ánimo y se aleja de los típicos villancicos. Y para más INRI, la intérprete siempre ha apoyado al colectivo.
¿Y los muñequitos? ¿A que son monos? Todos los personajes y las personajas llevan atuendos navideños, y además, por si alguien no se había dado cuenta, NO SON MUY HUMANOS QUE DIGAMOS, con lo cual se hace difícil establecer distinciones de género. ¡Toma guiño a la teoría queer y a la igualdad de cuota de representación! A ver si aprenden un poco algunas instituciones que suelen montar vídeos de promoción con mucho orgullo y más bien poca diversidad…
Por cierto, ¿habéis visto a ese —o a esa— tocándose los bajos? ¿No? Pues rebobinad un poco y fijaos bien… Claro, como todos salen tocando instrumentos, seguramente ese —o esa— no quería ser menos… En fin…
Pues nada, que con tanto rollo seguro que se acaba la canción antes de desearos felices fiestas. Sí, sí, felices a pesar de todo. No olvidéis que la felicidad está dentro de cada cual y lo único que hay que hacer es dejarla salir para compartirla y contagiarla.
Y no olvidéis tampoco que ha sido un placer para InOutRadio haber compartido con vosotrxs otro año de información, humor y entretenimiento. Ha sido un año raro, sí, como para casi todo el mundo, pero hemos crecido en colaboraciones y en apoyos económicos. Y eso es bueno, muy bueno.
¿Qué deseamos para 2012? Pues casi lo mismo que vosotrxs, seguro: que la crisis amaine, que todo el mundo tenga salud, amor y trabajo (por ese orden), que el PP no se pase de la raya y, sobre todo, que sigáis escuchando InOutRadio.
FELIZ 2012.
InOutRadio
Desconocidas y Fascinantes: Daphne du Maurier con Thais Morales.




Daphne du Maurier con Thais Morales.
Anoche soñé que volvía a Manderley…
¿Venecia o Cairo? No hablamos de la propuesta de una agencia de viajes. Sino de Daphne du Maurier, la mujer que escribió la historia de una de las obsesiones lésbicas más famosas de la historia: la de la señora Danvers con la señora De Winters, a quien conoceréis mejor si la llamo Rebecca.
¿Y qué tiene que ver Venecia y Cairo con esta autora, artífice de Rebecca, gracias a cuya película dirigida por Alfred Hitchcock, nació el nombre de una prenda tan otoñal como retro, la rebeca?
Pues que Daphne, aunque estuvo casada con Tommy Browning y jamás se separó de él, tenía una tendencia más que dudosa hacia las mujeres, una tendencia, como ella la llamaba, veneciana. Cairo, claro, era el universo heterosexual.
Daphe escribió en una de sus cartas: “Me gustaría escuchar una discusión, entre dos científicos, acerca de los méritos de Cairo (hombre y mujer) versus Venecia”. Daphne pensaba que Venecia ganaría, al menos para ella, porque se sentía más segura… en Venecia. Y, entonces, cuando discutía con sus amigos acerca de esta doble posibilidad y se daba cuenta de su preferencia, dudaba, gritaba y se debatía: “Dios, dios”, exclamaba, “no lo sé. Realmente yo… ¡debería haber sido un chico!”.
Su padre, Gerald du Marier, con quien mantuvo una estrecha relación –demasiado estrecha según algunas versiones de la época reproducidas en la prensa británica actual- habría deseado que Daphne fuese un chico. Como ella misma deseó al cabo de los años.
En 1947, Daphne, casada desde 1932 con Tom y madre de 3 hijos, se enamoró de una mujer. No fue la primera vez y tampoco sería la última.
Hacía 20 años ya tuvo una aventura con una profesora en París.
Esa mujer que hizo que su mundo de escritora de éxito, madre y esposa más o menos fiel, se viniera abajo. Su némesis fue Ellen Doubleday, la esposa de su editor en Estados Unidos, Nelson Doubleday.
Se conocieron cuando Du Maurier fue acusada de plagio por su novela más famosa, ‘Rebecca’, escrita en 1938. Tuvo que viajar a estados Unidos para responder a las acusaciones y mientras estaba en el Queen Mary, durante el segundo día de travesía atlántica, alguien llamó a su puerta: era Ellen. En la biografía de Margaret Foster, esta escribe: “En una carta que Daphne le escribió a Ellen de vuelta ya en Inglaterra, le explicó cómo, al verla, había retrocedido veinte años en el tiempo hasta que era un chico –sí, decía chico- de 18 años, nervioso, incurablemente romántico y deseando ponerle su abrigo como alfombra”. Sus sentimientos de excitación eran inseparables, no obstante de un intenso sentimiento de terror.
Ellen era Cairo, así que, aunque siempre fue muy amiga de Daphne, le dejó claro desde el principio que no se acostaría con ella. Gracias a esta negativa disponemos de las cartas más intensas de Daphne, en las que la escritora habla acerca de sus sentimientos en conflicto a causa de la atracción que sentía por las mujeres.
La idea de ser un hombre en realidad y no una mujer, le venía de lejos y se repetía continuamente en su vida. En una carta a Ellen escribe: “He crecido con la mentalidad y el corazón de un chico. Por eso a los 18 años, me enamoré, como un chico lo habría hecho, de alguien que era 12 años mayor que yo”. Y amó a esa persona de todas las maneras posibles. Pero entonces, el chico se dio cuenta de que tenía que crecer y dejar de ser un chico. Así que se convirtió en una chica y el chico quedó encerrado para siempre en una caja. Du Maurier escribió sus libros y tuvo sus pretendientes masculinos y más tarde un marido e hijos y hasta un amantes. Pero a veces abría la caja y dejaba que el fantasma, que no era ni hombre ni mujer, sino un espíritu sin límites, bailara por las tardes cuando nadie podía verla”.
Curiosamente la caja tiene su paralelismo en ‘Rebecca’. La protagonista que da título a la obra, de la que se dice que tenía el rostro de un chico guapo, murió asesinada y su cuerpo quedó atrapado en la cabina de un velero que se hundió en las agrestes costas de Cornualles. Y el intento de que aquella muerte permaneciese oculta, igual que ocurre con el mecanismo de la represión, hacía que aquella ausencia, la ausencia de Rebecca, fuese una obsesión eterna, incesante y perversa. Esa idea de represión, de ocultar un secreto, reaparece al final de la novela, cuando tras regresar a Manderley –Menabilly- toda la vegetación ha invadido el camino y hasta la casa. ¿Y qué representa la vegetación? Es nada más y nada menos que el impulso sexual veneciano que Daphne Du Maurier trataba de esconder.
Cuando la autora escribió ‘Rebecca’ creía que tenía controladas sus tendencias venecianas gracias a su matrimonio con Tommy, pero irónicamente fue esta novela la que provocó que conociera a Ellen, la mujer que rescató al chico de la caja de Daphne. Como una caja de Pandora.
La reaparición en el Queen Mary del chico, es decir de su atracción por una mujer como Ellen, de forma imprevisible, la sumió en una tormenta de sentimientos. “Metí al chico en la caja a la fuerza y te evité durante toda la travesía como si fueras una plaga. Cada día estabas más encantadora. Eso me pudo”, reconoció Daphne en una carta que le envió a Ellen.
A pesar de esta tendencia veneciana, Du Maurier tenía una vertiente homófoba. “Nadie puede sentirse más aburrida con esa gente L que yo. Me gusta pensar que el Jack-en-la-caja era y es único”, decía. De vez en cuando, ese pensamiento no era suficiente y la autora reconocía, a pesar de sus miedos, que su vida había sido una larga mentira “desde que puedo recordarla”.
Aparte de Ellen, el segundo gran amor veneciano de Daphne fue la actriz Gertrude Lawrence, a la que conoció a finales de los años 40 por culpa de su obra tetral, ‘September Tide’, basada precisamente en su amor prohibido por Ellen. Gertrude interpretaba a Stella, personaje inspirado en la esposa del editor de Du Maurier. De hecho al verla interpretar a aquel personaje, que ella creó con Ellen en su cabeza, sentía que era casi ofensivo que Gertrude intentase parecerse a su gran amor. Pero a medida que transcurrían los ensayos Gertie parecía captar totalmente el espíritu de su personaje y, entonces, Daphne se sintió de nuevo confusa: de repente, Gertrude podía convertirse en Ellen durante unos minutos.
Gertie, diez años mayor que Daphne; Gertie, que odiaba estar sola tanto como Daphne adoraba la soledad… Poco tenían estas dos mujeres en común y sin embargo a Daphne le encantaba Gertie, su humor, su risa, su frivolidad y su glamour. Un día entró en su camerino y la encontró en sostén y braguitas. “Ponte algo encima o tendré que darte una bofetada en el pompis”, exclamó Daphne sorprendiéndose a sí misma ante aquella ‘frivolité’ . El chico de la caja empezó a dar golpecitos insistentes para que le dejaran salir de nuevo.
Daphne empezó a pensar en la diferencia entre el afecto que sentía por ella Ellen y la necesidad que manifestaba, sin pudor, la Lawrence.
Gertie le escribía cartas en las que le pedía que fuese a verla a Florida para divertirse juntas. Ningún intercambio intelectual, como sí ocurría con Ellen. Y cuando Daphne las leía se sentía menos sola. Y en Florida, porque fue a Florida, con Gertie, se comportó como una adolescente. Y jamás se le ocurrió pensar que la actriz fuese una de aquellas chicas ‘L’, sino más bien una mujer que no se sentía inhibida por ninguna clase de sexo. A fin de cuentas, Gertrude estaba casada por segunda vez, tenía una hija y arrastraba tras ella varios amantes masculinos y pretendientes a los que nunca dio el sí.
Daphne tenía la sensación de que existía una experiencia de amar y ser amada que ella nunca había vivido. Y no solo se refería a sexo. Se refería a conectar perfectamente con otra persona y eso, evidentemente, podía incluir el cuerpo. Daphne lo había intentado con su marido, con Tom, pero fracasó y en aquel momento de su vida sentía que había vuelto a su auténtica naturaleza. Otra vez el chico de la caja.
Gertie murió a los 54 años, en 1952, y, según Margaret Foster, su muerte dejó a Daphne ‘catatónica’, fuera de sí. La escritora pasó varios días encerrada en Menabilly sin querer ver a nadie, sin comer y sin dormir.
La reacción sorprendió a todos lo que estaban con ella, es decir a su propio marido y a sus hijos. Porque, de hecho, sólo Ellen sabía cuál era la verdadera naturaleza de su relación con Gerti y sólo con ella podía desahogarse. “Tú eres la única que puede entender el significado último de la historia ‘Kiss me again, stranger’. La frase “Aléjate de mí y no mires atrás, camina como una sonámbula”, la dije yo desde mi almohada cuando la dejé ir por úlima vez hace unos días, a las 2 de la mañana…”.
Finalmente y digo finalmente por la dosis de reconocimiento que lleva implícito el fragmento de esta carta, Daphne asumió de alguna manera su amor por Gertie. “Una vez has amado a alguien físicamente se crea el lazo más extraño (imagino que no siempre, sólo a veces, quiero decir que a veces puede significar no más que jugar un partido de tenis). En este caso, con Gertie, significó mucho”, reconoció Daphne.
La autora de ‘Rebecca’, ‘Los pájaros’ y otras joyas de la literatura inglesa murió en 19 de abril de 1989. Sus camisas a cuadros, sus gorras y sus botas, atestiguan en silencio, en Fowey, un lesbianismo oculto. Tan oculto como la pasión de Mrs. Danvers, la siniestra y gótica ama de llaves de Manderley, por la primera señora De Winter. Una pasión oculta, sí, pero no invisible.
BIBLIOGRAFIA Y REFERENCIAS
‘Rebecca’. DeBolsillo.
‘Rebecca’, la película, de Alfred Hitchcock.
‘Daphne du Maurier’. Margaret Foster. Arrow Books. La biografía que sacó a la luz, en 1993, las tendencias sexuales de Du Maurier.
Artículos de The Independent y del Mail Online. Internet.
‘Daphne’. BBC 2. Un telefilme de la BBC sobre las relaciones de Daphne con las mujeres.
Desconocidas y Fascinantes: Luchadora y perdedora: Lucía Sánchez Saornil con Isabel Franc.
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Luchadora y perdedora: Lucía Sánchez Saornil con Isabel Franc.
Fue escritora, poeta y política destacada, pero su nombre no aparece ni en los libros de literatura ni en las antologías poéticas ni en los manuales de historia. Solo algunas estudiosas del feminismo anarquista han intentado rescatar su figura de un olvido voluntario del que no salió.
Madrileña, de familia pobre, nació en 1895. Tras la temprana muerte de su madre y de un hermano, tuvo que hacerse cargo de su padre y de su hermana pequeña. Compaginaba el trabajo de telefonista con los estudios en la Academia de Bellas Artes. Allí empezó a relacionase con la vanguardia literaria de la época. Fue pionera del ultraísmo -movimiento poético iniciado en 1918 que promulgaba la urgencia de una renovación radical del espíritu y de la técnica. Pionera de la exhibición del deseo lesbiano, sus poemas eróticos dedicados a la belleza femenina poseen una fuerza y una originalidad poco comunes.
Fue también la dirigente anarquista más singular de la Guerra Civil. Consideraba la Republica una farsa proveniente de la burguesía que, una vez conseguida, había que derribar. En 1933 fue nombrada secretaria de redacción de la CNT de Madrid. Su posición feminista se fue reafirmando con los años. Desde publicaciones como Tierra y Libertad, La Revista Blanco y Solidaridad Obrera, defendía que la lucha de la mujer no debía estar supeditada a la lucha de clases e instaba a sus compañeros a liberar a las mujeres de sus prejuicios en sus propias casas. A cambió, recibió el descrédito y la descalificación por parte de los y las dirigentes de la CNT y de la FAI, incluida Federica Montseny.
En 1936, antes de estallar la guerra, fundó, junto con Mercedes Comaposada y Amparo Poch, una sección femenina de la CNT conocida como “Mujeres Libres”. Pero, a pesar de contar con más de 20.000 afiliadas, lo único que pudieron hacer fue editar una revista con ese mismo nombre, de la que Lucía fue editora y redactora. Los propios anarquistas desplazaron a la organización de cualquier acción libertaria dentro del movimiento y solo les permitieron dedicarse a labores de intendencia. (más…)
Desconocidas y Fascinantes: Mercedes Acosta, La amante de las estrellas con Thais Morales.


Mercedes de Acosta -La amante de las estrellas con Thais Morales.
A Mercedes de Acosta los paparazzi la acribillarían con sus flashes y los programas de TV le pagarían millones por entrevistarla y someterla a la máquina de la verdad. ¿Por qué? Pues porque, como dijo Alice B. Toklas, la compañera de Gertrude Stein, “Mercedes tuvo a las dos mujeres más importantes de Estados Unidos: Greta Garbo y Marlene Dietrich”.
Mercedes de Acosta, que creyó firmemente que era un niño hasta que tuvo 7 años, nació en Nueva York en marzo de 1893. Su padre era un acaudalado cubano, Ricardo de Acosta, y su madre, Micaela Hernández de Alba, una española, descendiente de los Duques de Alba. A pesar de aquel bagaje, esa joven, que flirteó con las filosofías orientales; que dijo, “Puedo conquistar a cualquier mujer que esté con un hombre”; que vestía siempre en blanco y negro, que puso de moda el pantalón entre las mujeres de Hollywood y que escribía poemas dedicados a la Divina Garbo con tinta de color violeta, no logró romper el maleficio que la siguió toda su vida: el de la lesbiana que no escondió su opción sexual en una época en la que el mundo no estaba preparado para ello (sí, estuvo casada 15 años con Abraham Poole, aunque es bien sabido que se llevó a una amiga a su luna de miel). Mercedes murió sola y pobre el 9 de mayo de 1968.
Pero antes de la tragedia, detengámonos en los alegres años 20, cuando una prometedora Mercedes deslumbró a todo el mundo con su poesía, sus guiones y sus novelas, entre ellas, “Until the day break”, que publicó en 1928 (el mismo año que “El pozo de la soledad”), y que hablaba, sí, del amor entre mujeres. “Siento más emociones hacia las mujeres… Me transmiten tal sentimiento de belleza… La gente no maldice a nadie por ser rubio o moreno… Han nacido así y se acepta. Pero por algo más profundo que el color de tus ojos o de tu cabello, te condenan”, dice en un pasaje de la novela Orlanda, su protagonista. Sin embargo, ni sus tres libros de poesía, ni sus guiones teatrales ni el musical que escribió, la consagraron como autora. La fama le llegó a través de sus memorias y, como ya hemos dicho, de sus amantes. (más…)
Desconocidas y Fascinantes: Liane de Pougy con Isabel Franc.


Liane de Pougy con Isabel Franc.
Una mañana que Natalie Barney paseaba por el Boi de Bologne quedó fascinada por una mujer de belleza angelical que paseaba en su carruaje. No desistió hasta conseguir que se convirtiera en su amante. Era Liane de Pougy. Cortesana primero, princesa después y monja al final de su vida, recibió los calificativos de la Divina, la Reina del Amor, la Perla o la Sultana del Sexo
Anne-Marie Chassaigne nació en 1869 en el seno de una familia pobre. De raíces bretonas por parte de padre y españolas por parte de madre, fue educada en un estricto pensionado religioso. A los dieciséis años se casó con un militar amigo de la familia. La noche de bodas él la poseyó con tal violencia que siempre habló de esa experiencia con horror. Tuvo un hijo a los dieciocho años con el que jugaba como si fuera su muñeco, pero por el que no sintió nunca una inclinación maternal. Los frecuentes malos tratos de su marido la llevaron a la infidelidad. Al descubrirlo, éste la hirió de un disparo en la espalda. Anne-Marie huyó a París donde dio clases de piano y de inglés y es probable que ejerciera la prostitución. Tiempo después adoptó el nombre se Liane de Pougy, inició su carrera como cortesana y llegó a convertirse en una de las Tres Grandes junto con La Bella Otero y Emilienne d’Alençon, su rival en el music-hall parisino y su amante intermitente.
De un extremo a otro de Europa se alabaron la belleza y la inteligencia de Liane. Tocaba con gracia el piano y la guitarra, hablaba inglés y español y era una experta amazona. Su porte y su elegancia la llevaron a ser confundida con la reina de Suecia en una ocasión en la que acudió a la ópera cuando su rostro no era todavía conocido. Al ocupar su palco, el público se puso en pie y la aplaudió. Ella sonrió divertida sin saber qué estaba ocurriendo. Se cuenta que en Niza, la coronaron Perle du carnaval, la metieron en una ostra gigante, a modo de perla humana, y unos marineros la pasearon a hombros por entre una muchedumbre delirante.
Aunque, no destacaba ni como actriz ni como bailarina y cantante, actuó en el Folies Bergère, el Olympia y el Théâtre Française de San Petersburgo entre otros prestigiosos locales. Seguramente, parte de su éxito se debió a que siguió siempre el consejo que le dio la actriz Sarah Bernhardt: “Muestra tu belleza, pero en el escenario mantén la boca cerrada”
A finales de siglo, no tenía rival como cortesana. Podía escoger a quien deseara y los pocos afortunados a quienes concedía sus favores lo pagaban con desmesura. Un pretendiente le envió un ramo de rosas en un singular envoltorio: un jarrón de plata en un carruaje tirado por cuatro caballos enjaezados en plata pura. Entre sus múltiples amantes masculinos se encontraban monarcas, príncipes, industriales, banqueros y hombres de Estado. Con sus voluminosas ganancias, se construyó una suntuosa mansión en el centro de París y compró elegantes casas de recreo en Bretaña y en Niza.
Además de su actividad artística, escribió una obra teatral y siete novelas (algunas de ellas grandes éxitos de venta), en las cuales mostraba abiertamente sus inclinaciones bisexuales, cultivando así su leyenda. Idylle Saphique (1901) narra su romance con Nataley C. Barney. Reimpresa casi setenta veces el primer año de su existencia, esta obra fue la comidilla de París durante meses.
En 1910 contrajo matrimonio con el príncipe rumano Georges Ghika, convirtiéndose así en una auténtica princesa. El matrimonio sufrió una grave crisis cuando el marido de Liane le fue infiel con la última conquista femenina de ella. Posteriormente, se reconciliaron y se trasladaron a Suiza huyendo de la Segunda Guerra Mundial.
En la última etapa de su vida, Liane de Pougy sintió un profundo acercamiento con la obra religiosa del asilo francés de Santa Inés. Decidió tomar los hábitos de la Orden Terciaria de las Dominicas y vivó el resto de sus días consagrada a la oración y a la reflexión. Murió en Suiza el 26 de diciembre de 1950 bajo el nombre religioso de Ana María de la Penitencia.
Para saber más: En Souvenirs indiscrets (1992) Natalie Barney narra su encuentro con Liane. Hay también una biografía: Liane de Pougy, courtisane, princesse et Sainte de Jean Chalán (1994). Ambos en Flammarion. Y en la biografía de N. Barney de Suzanne Rodríguez (Circe 2004) hay un capítulo entero dedicado a ella.


