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Desconocidas y Fascinantes: Isadora Ducan con Isabel Franc.

Isadora Duncan: Al ritmo de las olas o Arte y tragedia al son de la danza con Isabel Franc y Kika Fumero.

De Isadora Duncan impresionan tanto su vida, marcada por el éxito y la desgracia, como su cinematográfica muerte. A los cinco años anunció a su madre que sería bailarina y revolucionaria, y así fue. La danza de Isadora Duncan abró un nuevo concepto y una nueva filosofía dentro de este arte. Conoció el éxito gracias al movimiento armonioso y rítmico de todos sus órganos, excepto de uno: el del corazón.

Dora Angela Duncan nació el 27 de mayo de 1878 en San Francisco (California). Adoptó el nombre de Isadora influida por la educación clásica que recibió de su madre. La ausencia de su padre marcó su infancia. Su inclinación por la danza fue muy temprana. De niña solía practicar movimientos en la playa imitando el compás de las olas. A los diez años abandonó la escuela, porque en ella se sentía como en una cárcel, y continuó su aprendizaje en la casa materna. Pasaba la mayor parte del día escuchando a Shuman, Shubert o Mozart e imaginando coreografías con las que interpretar su música. Posteriormente recibió clases de una bibliotecaria que la introdujo en los grandes clásicos de la literatura y la filosofía.

En Chicago estudió danza clásica, pero un incendio arruinó el hogar y la familia tuvo que trasladarse a Nueva York donde trabajó en la compañía del dramaturgo Augustin Daly. A los 21 años viajó a Londres. Su estilo peculiar e innovador tuvo una gran acogida en Europa en un momento en el que las vanguardias artísticas estaban en auge. Su éxito, sin embargo, no estuvo exento de polémica. Algunas críticas rechazaban su provocativa forma de bailar descalza, con túnicas, sin maquillaje e interpretando músicas no estrictamente compuestas para la danza.

Fundó varias escuelas. La primera en Alemania, donde enseñaba a niñas pobres y las ayudaba económicamente, por lo que a sus alumnas se las conocía como las “Isadorables”; más tarde en Francia y en Rusia, allí tuvo como alumnas a Martha Graham y Mary Wigham. En 1902 compró una colina en Atenas para hacer realidad su proyecto de crear un templo de la danza, pero fracasó por motivos económicos.

Atea, bisexual, socialista y partidaria del amor libre, “La ninfa” –así se la conocía- tuvo gran número de amantes hombres y mujeres, entre ellas la guionista Mercedes de Acosta, la actriz italiana Eleonora Duse y la feminista Lina Poletti. Su primer amor duradero fue con un hombre, el estenógrafo inglés Edward Gordon con el que tuvo a su hija Deirdre. Con Paris Singer (heredero del imperio de las máquinas de coser Singer) tuvo a su segundo hijo, Patrick. En 1912 se casó con el poeta ruso Serguei Esenin, diecisiete años menor que ella y también bisexual. Ambos viajaron a estados Unidos donde fueron acusados de Bolcheviques y proseguidos duramente, por lo que decidieron regresar a Europa.

En 1913 la desgracia llegó de nuevo con más dureza que nunca. Su hijo y su hija murieron ahogados en el río Sena tras un accidente de coche. Isadora siempre dijo que había tenido una premonición y había hecho caso omiso de ella: al despedirse de sus hijos desde fuera del coche apoyó sus labios contra el cristal de la ventanilla a la misma altura en que tenían apoyada la boca, el frío del cristal impregnó sus labios y le hizo estremecerse. Ocho meses después de la tragedia tuvo otro hijo que murió en sus brazos a los 20 minutos de nacer. Se decía que en torno a ella existía un maleficio, que acercarse a Isadora era tentar a la propia muerte.

Isadora y Seguei se separaron, él regresó a Rusia, donde se suicidó en 1925. El dolor acumulado la alejó de los escenarios durante largo tiempo. Se instaló en Niza y allí continuó su carrera artística y su actividad como defensora de los derechos de la mujer, al tiempo que escribía su autobiografía y finalizaba su libro El arte de la danza, compendio de sus enseñanzas.

El 14 de septiembre de 1927 un absurdo accidente le arrebató la vida en unas circunstancias que contribuirían a consagrar su mito. Salió en su Bugatti, al parecer, al encuentro de una cita romántica. Sentada en el asiento del copiloto, su enorme fular ondeando al viento en el descapotable, se enredó en las yantas del automóvil y la estranguló. Más tarde, su amiga María Desti recordaría las últimas palabras de la bailarina antes de subirse al coche: “¡Adiós, amigos míos, me voy a la gloria!”.

Su vida bohemia y sus relaciones tormentosas y fugaces no fueron secreto para nadie. En su autobiografía, publicada al año siguiente de su muerte, escribió: “Nací a la orilla del mar. Mi primera idea del movimiento y de la danza me ha venido del ritmo de las olas”

Para saber más:

- Mi vida, autobiografía de Isadora Duncan (varias ediciones Salvat, Debate y Losada)

- Película: Isadora (Karel Resz 1968) interpretado por Vanessa Redgrave. Música de Maurice Jarre

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se ve el Bugatti y hay imágenes del cementerio Pere Lachese en París donde está enterrada.


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Desconocidas y Fascinantes: Yoshiya Nobuko con Thais Morales.

Yoshiya Nobuko, la excusa perfecta para realizar una inmersión japonesa con Thais Morales.

Japón, el imperio del sol naciente; tierra de samuráis, del zen, cuna del sushi, hogar de Mishima, de Murakami, del maestro Deshimaru, del manga, de la ceremonia del té y de las geishas. Pero, aparte de estos mapas culturales, ¿conocemos alguna D&F japonesa?

Siguiendo la ruta de Katharine Mansfield, en Nueva Zelanda, no me alejo de esa zona del planeta y me voy hasta Japón. Porque en Japón también hay lesbianas. Por ejemplo Yoshiya Nobuko, una de las máximas representante de la literatura lésbica japonesa del siglo XX, y, más concretamente, del género SkurasuEsu, un preámbulo del denominado y más actual yuri o manga lésbico.

nació en enero de 1896 y murió en julio de 1973. Era la única niña de siete hermanos y sus padres provenían de una familia de samuráis, una clase para la que la dominación del hombre sobre la mujer era un concepto esencial. Por eso su madre intentó enseñarle obediencia mientras la preparaba para que pudiera ser la perfecta ama de casa. Pero Yoshiya desafió a su madre, no sólo empezando pronto a destacar como escritora en el colegio, sino también leyendo las novelas que encontraba en la librería de sus hermanos. Y así alcanzó los 12 años, cuando una conferencia del escritor Inazo Nitobe, hizo que Yoshiya se diera cuenta de cuál era su camino. Inazo dijo, dirigiéndose a las niñas: “Antes de convertiros en buenas amas de casa y esposas, es importante que os desarrolléis como individuos”.

Su carrera literaria se inició durante su adolescencia, cuando empezó a publicar en revistas para adolescentes y a mediados de los años 20 ya era una celebridad y mucha gente la reconocía por la calle. A mediados de los años 30 era una de las mujeres más ricas de Japón. Ganaba más que muchos ministros. Su éxito se explica también porque en aquella época, enJapón, como en otros muchos países, imperaba la idea de que el amor entre personas del mismo sexo era una fase normal y pasajera dentro del desarrollo de la mujer, que con el tiempo se redirigía hacia la heterosexualidad y la maternidad.

No es, como veremos, el caso de Yoshiya.Yoshiya desarrolló el género de ficción femenino shojoshosetsu e introdujo una perspectiva feminista en las historias familiares de ficción. Pero, como hemos visto, por lo que es más conocida es por ser escritora de historias de amor entre mujeres. La mayoría de sus historias hablan de chicas y mujeres que están fuertemente unidas y que valoran por encima de todo su amor y su amistad. Una de sus primeras obras fue ‘Hana monogatari’ (“Cuentos de flores”, 1916-1924), una serie de cincuenta y dos relatos de amistades románticas entre chicas que se hicieron muy populares entre las estudiantes; “Dos vírgenes en el ático”, 1919, que es una obra semi-biográfica que describe las situaciones amorosas de compañeras de habitación. En la última escena de esta novela, las protagonistas deciden irse a vivir juntas, una manera clara de manifestar la oposición de Yoshiya a la sociedad machista y de expresar una fuerte actitud feminista a la vez que revela la propia orientación lesbiana de Yoshiya.

Otros trabajos destacados de Yoshiya incluyen Onna no yujo (“Amistades entre mujeres”, 1933-1934), Otto no Teiso (“La castidad de un marido”, 1936-1937), Onibi (“Fuego demoníaco”, 1951), Atakake no hitobito (“La familia Ataka”. 1964-1965), Tokugawa no fukintachi (“Mujeres Tokugawa”, 1966) y NyoninHeike (“Las damas de Heike”, 1971).

Aunque no salió, como se hace ahora, del armario, vivió sin ocultarlo 47 años con la misma mujer, su pareja y heredera legal ChiyoMonma. Por eso sus historias son consideradas una extensión de su propia vida o un ejemplo no occidental de literatura lésbica. Su producción está muy ligada a temas de sexología contemporánea.

Yoshiya Conoció a Chiyo en 1923. Las presentó una amiga común, la periodista ShigeriKaneko. En aquel momento, Yoshiya estaba pasando un momento delicado ya que acababa de romper con su pareja. “La amistad profunda entre mujeres es imposible”, le dijo Yoshiya a Kaneko minutos antes de que le presentara a Monma, profesora de matemáticas en el instituto para chicas de Kojimachi.

Tras aquel primer encuentro su historia de amor fue imparable. Se veían casi cada tarde y se recorrían las librerías de segunda mano del distrito Kanda de Tokio y Monma llamaba a Yoshiya y se refería a ella como ‘hermana mayor’. De su relación hay pruebas más que claras y que sorprenden por la frescura y el atrevimiento. Estamos hablando de los años 20 y 30 en una sociedad tremendamente cerrada y machista como la japonesa. Y en este contexto, Yoshiya fue capaz de escribirle una carta a Monma expresando su tristeza cuando no podían estar juntas: “Si al menos no tuviéramos que separarnos al anochecer…¿Será posible que un día vivamos juntas bajo el mismo techo? Qué fácil sería todo si fuésemos un hombre y una mujer. Pero… tú eres una mujer y yo también. Si nuestros corazones fueran constantes y fuertes estoy segura de que podríamos asegurar que nuestro amor durará para siempre… Mientras tanto unamos nuestras cabezas para encontrar la manera que nos permita… ¡vivir juntas! (Yoshitake, 1992)”.

Monma no era tan pesimista respecto a la idea del amor entre mujeres como lo era Yoshiya y a las dudas de la escritora, la matemática respondía con cartas como esta: “No entiendo por qué los hombres y las mujeres no tienen problemas para estar juntos, mientras que a dos mujeres se les prohíbe hacerlo. ¿Por qué se juzga al amor por algo superficial más que por la intensidad y la sinceridad de su calidad?”.

En otra carta, que escribe en respuesta a una de Monma, cuando ésta se ausenta durante diez meses por trabajo, Yoshiya dice: “Querida, tú eres la luz de mi vida, mi conciencia. Contigo soy de verdad mejor persona”.

Antes de irse a vivir juntas, cosa que ocurrió en 1926, Yoshiya le escribió una carta a Monma, aún fuera de Tokio por motivos de trabajo, explicándole cuál sería su plan de vida juntas: “Construiremos una pequeña casa y le pediremos a un amigo que organice una ceremonia de boda. No puedo esperar más a que vuelvas. Por favor, vuelve tan pronto como puedas y nunca vuelvas a dejarme. Te prometo que estaré contigo hasta que la muerte nos separe”.

Cuando se fueron a vivir juntas, Monma continuó trabajando como profesora hasta 1931, cuando decidió ayudar a Yoshiya, cuyo volumen de trabajo era considerable, y se convirtió en su secretaria. Pasaron medio siglo juntas hasta la muerte de la escritora en 1973. Teruko Yoshikate, el autor del libro ‘Yoshiya Nobuko, la mujer’, le preguntó a Monma cómo habían logrado mantener esta “extraordinaria” historia de amor tanto tiempo. Monma respondió: “Porque Yoshiya y yo éramos iguales”.

Es decir las dos se opusieron al patriarcado mientras se comprometían con una forma de vida basada en dos mujeres que se aman y que se apoyan la una a la otra como iguales.

Bibliografía y lugares

“TransformingJapan: How Feminism and Diversity Are Making a Difference”, de KumikoFujimura-Fanselow

Yoshiya Nobuko Memorial Museum, en Kamakura, donde vivió durante la Segunda Guerra Mundial. Preserva intacto su estudio privado como también algunos manuscritos y la exposición de sus objetos favoritos para el visitante. El museo abre sus puertas los tres primeros días de mayo y junio y octubre y noviembre.

Música

Naomi Segara


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Desconocidas y Fascinantes: Aileen Wournos con Isabel Franc.

Aileen Wournos: La Doncella de la muerte con Isabel Franc.

Poco antes de morir bajo los efectos de una inyección letal, Aileen Carol Wournos juró que volvería del más allá. Condenada a la pena capital por el asesinato de seis hombres (ella confesó que habían sido siete) murió en la prisión estatal de Starke en Florida en octubre del 2002 y apenas unos meses más tarde empezó a rodarse la película Monster basada en su vida.

No tuvo una vida nada fácil. Nació en febrero del 56 (acuario) en Michigan. Su padre, al que no conoció era un pederasta que se suicidó en la cárcel. La madre se casó a los 15 años y abandonó a sus dos hijos Aileen y Keith en 1960 (Aileen 4 años), los dejó a cargo de sus abuelos quienes los adoptaron legalmente y los criaron. Aileen afirmó que su abuelo abusó física y sexualmente de ella en su niñez, y que su abuela era adicta al alcohol. Quedó embarazada a la edad de 14 años, dio a luz en una casa de maternidad de Detroit, la echaron del domicilio familiar y el niño fue dado en adopción.

Sobrevivió ejerciendo la prostitución, se autodefinía como una “prostituta de autopista” y fue detenida y encarcelada en multiples ocasiones por diversos motivos: conducir en estado de embriaguez, desorden público, asalto y robo a mano armada, intento de pasar cheques de banco falsificados, por perturbar la paz (a raíz de arrojar una bola de billar a la cabeza de un camarero), exceso de velocidad, resistencia a la autoridad, etc.

En 1976 se casó con un hombre de 76 años, un matrimonio que duró seis semanas y que fue declarado nulo tras la denuncia del marido por haber sido agredido con su propia caña. Poco después, en un bar gay de Daytona Beach conoció a Tyria Moore, se hicieron amantes, Moore dejó su trabajo como empleada doméstica en un motel. La pareja vivía con los ingresos de Aileen en la prostitución.

La acusaron de haber matado a seis de sus clientes con una pistola del calibre 22. A todos les robó la cartera, las tarjetas de crédito y, en algunos casos también el coche. Fue declarada culpable y condenada a la pena capital, lo que provocó una fuerte polémica. Ella alegó siempre que los había matado en defensa propia porque la habían atacado violentamente e incluso violado. Puede ser cierto ya que, a lo largo del día tenía un buen número de clientes a los que no hizo el menor. Incluso, durante la celebración del juicio, muchos de ellos testificaron a su favor, afirmaron que nunca les había siquiera amenazado y que, al contrario, se sentía muy angustiada por temor a que ellos la atacasen. El juicio estuvo lleno de irregularidades. No fueron aceptados diversos estudios que demostraban y daban razones contundentes del por qué las prostitutas tienen más posibilidades de ser violadas y confirmaban que la policía casi nunca investiga las agresiones a este colectivo, ni los crímenes, que suelen ser achacados al consumo de drogas, ajustes de cuentas o motivos similares.

En el juicio se ocultaron pruebas, se silenció la brutalidad de la que había sido víctima en su propia casa, no fueron presentados testimonios imprescindibles y, posteriormente, cuando aparecieron como evidentes, el juez los declaró inadmisibles por haber sido presentados demasiado tarde. Antes de que fuese sentenciada, sus abogados ya habían negociado los contratos para la edición de un libro y la realización de una película sobre el caso de Aileen. El único abogado que se atrevió a cuestionar la conducta de sus colegas en el juicio recibió amenazas de muerte y, más tarde, fue retirado del caso. Otro dato a destacar son las repetidas referencias de los fiscales a las relaciones lésbicas de Aileen lo que hizo que el puritanismo social se volcara en su contra. Se ha constatado que el ochenta por ciento de mujeres que esperan su ejecución en el corredor de la muerte en Florida son lesbianas.

Fue condenada a pena de muerte y ejecutada en octubre de 2002; en febrero del 2003 Charlize Theron recogía el Oscar por su interpretación en la película Monster. En el guión, la historia está tergiversada. La película se centra, casi exclusivamente, en su truculenta relación con Tyria. Aileen aparece como un auténtico monstruo de modales varoniles y ordinarios, que mataba a los hombres por el simple hecho de serlo. Pero las últimas personas que la vieron aseguran que estaba loca y que deberían haberla internado en un hospital psiquiátrico en lugar de ejecutarla.

En cualquier caso, hay muchos datos que demuestran lo injusta que fue su muerte. Dos más para concluir: la policía hizo un trato con Tyria Moore: si declaraba contra Aileen le concedían la inmunidad. Tras cartas y llamadas dirigidas a Wuornos, esta cedió y dijo: “Tú haz lo que tengas que hacer. No dejaré que vayas a la cárcel. Si he de confesar, lo haré”. A continuación, Moore firmó varios contratos para libros y guiones cinematográficos, vendiendo su historia.

Y, por último, durante el juicio una tal Arlene Pralle la adoptó porque Jesús le había dicho que así lo hiciera, contrató a un abogado y parecía que la estaba ayudando, pero Aileen no sabía es que cobraba por hacer entrevistas, por una le llegaron a pagar la friolera de 10.000 $.

Hubo manifestaciones de protesta, cartas a la Corte Suprema de Florida pidiendo un nuevo juicio, se crearon comités de ayuda y defensa para esta mujer en San Francisco. Todo fue inútil. Segundos antes de morir, cuando estaba bajo los efectos de la inyección letal exclamó: “Volveré”

Para saber más:

Sue Russell Lethal Intent basado en su vida

Película Monster de Patty Jenkins 2003. Para preparar su papel, Charlize Theron se basó, en gran parte, en el documental de 1992 Aileen Wuornos: The Selling of a Serial Killer, dirigido por Nick Broomfield.

Hay una referencia al caso en No me llames cariño (Capítulo 3)

en youtube varios documentos donde habla.

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Música:

Mad about you Hooverphonic

Help me Nina Hagen


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Desconocidas y Fascinantes: Katherine Mansfield, la diosa de los diarios

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Katherine Mansfield, la diosa de los diarios con Thais Morales.

Todo está relacionado. El hilo de Ariadna de las D&F nos lleva hoy a hablar de Katherine Mansfield, una escritora de Nueva Zelanda que murió cerca de París, en el instituto Gurdjieff de Fointainebleau, ¿recordáis este nombre? Gurdjieff fue el maestro espiritual de una vieja conocida de esta sección, Margaret Anderson, la fundadora de The Little Review. Segunda conexión con nuestras D&F de este hilo caprichoso e infinito de Ariadna: Mansfield murió de tuberculosis, enfermedad a la que dedicó parte de su vida Alberta Lucille Hart, del que hablamos también hace unas semanas por ser el primer transexual de mujer a hombre de Estados Unidos.

Katherine Mansfield es la escritora más famosa de Nueva Zelanda. En realidad se llamaba Kathleen Beauchamp y nació 1888, en Wellington, ciudad que abandonó para ir a estudiar a Londres, al Queen’s College, con sus hermanas. Allí conoció a la que sería su compañera inseparable durante toda su vida: la escritora Ida Baker. Para entender la relación que mantuvieron sirve apuntar, como detalle significativo, que el segundo nombre de Baker era Constance y que esta cualidad era uno de los rasgos de su carácter en su relación con Katherine. Ida fue, como su segundo nombre indica, constante como la confidente de Katherine, como su compañera, como su ama de llaves y como su enfermera. Y Katherine correspondió a esa fidelidad y a esa solidez llamándola ‘mi montaña’, ‘mi esclava’ o el más poético, ‘mi albatros’.

Además de Ida y antes de que su relación se consolidara del todo, Katherine vivió dos historias con sendas mujeres, que le llevarían a escribir su único relato explícitamente lésbico en 1907, ‘Leves amores’. Se trata de un cuento de una página que explica una cita entre dos mujeres que van a cenar y a la ópera. Y en el que lo que no se cuenta es lo más evidente.

La primera de sus amantes fue Maata Mahupuku, hija de una mujer occidental y del hermano del jefe aborigen, Tamahau Mahupuku, de los Wairarapa. Maata conoció a Mansfield en 1900 cuando las dos iban a la escuela de Miss Swainson en Nueva Zelanda. Es probable que su relación comenzara antes de que Mansfield viajara por primera vez a Londres, donde se reencontraron en 1906. Aunque en aquella época londinense Katherine ya estaba saliendo con Ida Baker, su idilio con Maata continuó cuando las dos regresaron a Wellington. En junio de 1907 escribió: “Quiero a Maata, la deseo desesperadamente. Es impuro, pero es real”.

La segunda relación de aquella época fue con Edith Bendall. Bendall era nueve años mayor que Katherine y fue la escritora quien se atrevió a dar el primer paso invitándola a quedarse en su casa una noche que sus padres no estaban. El 1 de junio de 1907, Mansfield escribió en su diario: “He pasado la noche en sus brazos y hoy la odio, algo que si lo analizo significa que la adoro; que no puedo estar en mi cama sin sentir la magia de su cuerpo. Siento de manera mucho más poderosa los impulsos sexuales estando con ella que con un hombre. Me esclaviza, me seduce, y a toda ella y a su cuerpo los adoro”.

Edith Bendall se casó con un maestro de escuela y murió a la longeva edad de 107 años, en 1986. Cuando falleció ya había olvidado su matrimonio, pero aún recordaba su relación con Katherine. Se sabe que guardó las cartas de la escritora durante casi toda su vida, aunque se desconoce dónde fueron a parar tras su desaparición.

En 1907 la relación de Katherine con su familia iba a cambiar. Fue el año que escribió el relato ‘Leves amores’. Tras redactarlo a mano, le pidió a la secretaria de su padre, Mattie Putnam, que lo pasara a máquina. Mattie, inquieta ante lo que acababa de leer, se lo mostró al señor Mansfield y es más que probable que aquella lectura inesperada desencadenara una tormenta de problemas que finalizó el día que Katherine abandonó Nueva Zelanda, en 1908, para no volver nunca jamás.

Se fue a Londres, con una asignación mensual de 100 libras, y en la capital conoció a D. H. Lawrence y a Virginia Woolf. Pero en Londres no todo iba a ser perfecto para la joven Mansfield. En aquellos años conoció a un chico llamado Garnet Trowell, del que se quedó embarazada. Aquel segundo escándalo después de la escritura de ‘Leves amires’, exigió la presencia de su madre, Annie, en Londres a principios de 1909. La señora Mansfield recogió a su hija y se la llevó a Bad Wörsihofen, un sanatorio de Baviera, para mantener el embarazo en secreto y, de paso, curar a su hija de su lesbianismo. Annie estaba al corriente de la relación de Katherine con Ida Baker y no le hacía muy feliz saber que su hija mantenía esa clase de relaciones. El primer ‘problema’ de Katherine, el embarazo, acabó pronto, ya que la escritora sufrió un aborto. El segundo, en cambio, perduró hasta el final de sus días.

Y eso que Katherine empezó en 1911 una relación con el editor John Middleton Murry, con el que acabó casándose en 1918 para formar un matrimonio complicado, por llamarlo de alguna manera, debido a la presencia constante de Ida Baker en la vida de la escritora.

En diciembre de 1917, enfermó de tuberculosis y comenzó a viajar por Europa en busca de una cura para su enfermedad. Finalmente eligió un balneario, el centro Gurdjieff, cerca de París para quedarse una temporada. Como suele ocurrir en estos casos de marcado aire romántico, el apogeo y la madurez creativa de Mansfield coincidió con el final de su corta vida. El 9 de enero de 1923, a los 34 años, Katherine Mansfield murió a causa de una hemorragia después de subir corriendo unas escaleras para demostrarle a John Middleton, que había ido a visitarla, su recuperación.

Unos días antes había escrito en su Diario: “Quiero la tierra y sus maravillas: el mar, el sol. Quiero penetrar en él, ser parte de él, vivir en él, aprender de él, perder todo lo que es superficial y adquirido en mí, volverme un ser humano consciente y sincero. Al comprenderme a mí misma quiero comprender a los demás. Quiero realizar todo lo que soy capaz de hacer… trabajar con mis manos, mi corazón y mi cerebro. Quisiera tener un jardín, una casita, hierba, animales, libros, cuadros, música. Y sacar de todo esto lo que quiero escribir; expresar todas estas cosas… Quiero vivir la vida cálida, anhelante, viva, tener raíces en la vida, aprender, desear, saber, sentir, pensar, actuar, eso es lo que quiero, a donde debo tratar de llegar”.

Los Diarios de Mansfield son su gran obra. Los escribió sin pensar que iban a ser publicados, lo que les otorga la cualidad de la sinceridad absoluta e incondicional, de manera que leerlos es como leer el proceso de su mente: cómo creaba escenas, cómo utiliza hechos de la vida cotidiana para trabajarlos creativamente después. “Cuando escriba sobre el violín debo recordar ese modo de subir levemente y de hundirse lastimeramente; el modo cómo busca”, escribe en sus cuadernos. O, en otra entrada: “Lumbago. Es algo muy extraño. Tan inesperado, tan doloroso; debo recordarlo cuando escriba sobre un viejo. El gesto de levantarse, la pausa, la expresión enfurecida, y, cómo, por la noche, en la cama, uno tiene la impresión de quedar aherrojado”.

Katherine fue una escritora nata. Ni siquiera cuando alcanzó cierta fama creyó haber logrado un mínimo grado de perfección narrativa. “Sólo estoy rozando la superficie, estoy en la superficie”, decía una y otra vez en sus diarios, en los que la actitud hacia su obra es sana, austera, humorística. Huye de la vanidad, de los celos literarios y, aunque en los últimos años de su vida supiera que era una autora de éxito, no hay ni una sola alusión al respecto.

Para acabar anotaré dos las opiniones de dos diosas de la literatura: Virginia Woolf y de la escritora brasileña, Clarice Lispector.

“Katherine Mansfield”, decía la Woolf, “ha producido la única literatura que me ha hecho sentir celos. Sus escritos son el espectáculo de una mente privilegiada”.

Clarice Lispector, dijo de ella: “A los 15 años entré en una librería y uno de los libros que abrí contenía frases tan diferentes que me quedé leyendo, atrapada, allí mismo. Emocionada, pensé: “Pero si este libro soy yo”. Sólo después me enteré de que Katherine Mansfield está entre los mejores escritores de su época”.

Sobre la escritora

Ihimaera, Witi. ‘Dear Miss Mansfield: A Tribute to Kathleen Mansfield Beauchamp’. Viking Press. En esta obra se incluye la novela ‘Maat’, donde el autor recrea la historia de amor entre Mansfield y Maata.

Obras de Katherine Mansfield

‘Cuentos completos’. Alba editorial

‘Diario’. Ediciones B / Bolsillo

‘En un balneario alemán’. Alba editorial

Música

Lana del Rey

 

 


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Desconocidas y Fascinantes: Annemarie Schwarzenbach con Isabel Franc.

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Annemarie Schwarzenbach : Ángel inconsolable con Isabel Franc.

Pelo a lo garçon, expresión triste, cuerpo estilizado; su imagen emana una belleza andrógina difícil de resistir. Quienes la conocieron no quedaron indiferentes ante su enorme atractivo. Roger du Gard la bautizó como El ángel inconsolable y Carson McCullers, le dedicó su libro Reflejos en un ojo dorado. Tenía una inteligencia y una cultura poco frecuentes. Doctora en historia, arqueóloga, reportera, fotógrafa y novelista, reflejó en sus libros tanto las costumbres y los paisajes de los países que visitó como su búsqueda incesante de la felicidad.

Nació en Zurich en 1908, en el seno de una familia rica y conservadora. Su madre, en muchos aspectos, la educó como a un varón. Melómana y controladora, le inculcó su amor por la música, hizo que cursara la primaria en casa y no veía bien que su hija escribiera, porque sentía que en ese espacio no podía dominarla. Cuando en la secundaria, Annemarie ingresó en el instituto, aprovechaba para hacer escapadas al teatro y en una de ellas conoció y se enamoró de una actriz. Su madre, al enterarse la envió a un pensionado para jóvenes de buena familia.

En 1930 conoció a Erika y Klaus Mann, enfants terribles del mundo intelectual alemán, con quienes mantuvo una larga y complicada relación de dependencia, amor y odio. El amor que sintió por Erika nunca fue correspondido. La hija de Thomas Mann la trató siempre como a una hermana menor. (más…)


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Desconocidas y Fascinantes: May Sarton con Isabel Franc.

 

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Mary Sarton: Escuchando a las sirenas, con Isabel Franc.

“Profundidad lírica y una asombrosa artesanía en la transparencia caracterizan la poesía de May Sarton. Consistencia, coherencia entre vida y obra, le aseguran un diálogo perdurable con sus lectores, más allá de la ceguera crítica de su época”.

Diana Bellesi.

Escribió más de 53 libros entre novelas, poemarios, ensayos, cuentos infantiles, guiones e incluso una pieza teatral. Algunas de sus obras no han dejado nunca de imprimirse y, sin embargo, para la inmensa mayoría, May Sarton es una completa desconocida.

En su larga vida, sufrió la pérdida de dos compañeras, fue ignorada y descalificada por la crítica, cayó en el olvido y resurgió ya en la madurez, gracias, principalmente, al interés del público Gay y Les que valoró como se merece su novela más conocida: La señora Stevens ha oído cantar a las sirenas.

Hija única de un historiador y una diseñadora, nació en Bélgica en 1912. Cuando contaba cuatro años de edad, su familia se trasladó a Estados Unidos. Su padre fue profesor de historia en la Universidad de Harvard. May estudió en escuelas progresistas. Regresó a Europa y a los 17 años se graduó en Cambridge. y a esa misma edad publicó una serie de sonetos, algunos de ellos incluidos en su primer poemario Encuentro en Abril (1937). En Bélgica estudió en el Instituto de Cultura Francesa. Allí conoció a Marie Closset, musa de su primera novela The Single Hound (1938) y con quien mantuvo una relación sentimental.

Obtuvo la ciudadanía americana en 1924, pero siguió viajando a Europa. En 1931 vivió en París en un ambiente intelectual que tuvo gran influencia en su escritura y conoció a personajes tan decisivos como Virginia Woolf, Elizabeth Bowen o Lugné-Pöe, fundador del Théâtre de L’Oeuvre.

La década de 1950 marcó profundamente a Sarton. Murió su madre y unos años más tarde su compañera Marie Closset. Poco a poco fue superando el dolor de la pérdida gracias, sobre todo, a la ayuda de Judith Matlack, con la que vivió quince años (hasta la muerte de Judith en 1982) y por la que sintió una gran devoción.

Publicada por primera vez en 1965 y reeditada en 1974 con un prólogo de Carolyn Heilbrun, Mrs. Stevens hears the mermaids singing está considerada como su carta de presentación. Trata de una poetisa de 70 años que ha amado a hombres y mujeres y que traba amistad con su jardinero, que le confiesa que es homosexual. Después de su publicación, Sarton perdió su puesto de profesora. Al parecer, de dicho argumento se sacaron conclusiones sobre la vida privada de la autora que no le hicieron ningún bien. Sin embargo, a partir de la reedición, su trabajo empezó a ser valorado e incluso estudiado en las Universidades.

En 1973 Sarton escribió una de sus obras más influyentes, Diario de la soledad, que se convirtió en un referente en los estudios de mujeres e influenció a generaciones de feministas.

Ya de mayor, Sarton eludió la vida pública. A pesar de que su obra era, por fin reconocida, nunca le gustó que la etiquetaran de “escritora lesbiana”. En una entrevista concedida a Paris Review declaró: “Las lesbianas radicales me piden que yo también sea radical, pero no lo soy”

A los 62 años se le detectó un cáncer, tuvo que someterse a una mastectomia. Tras su recuperación, miró de nuevo hacia el futuro y afirmó “Soy yo misma, más de lo que nunca he sido”. Escribió entonces su última novela The Education of Harriet Hartfiled (1990), también censurada con dureza por sectores reaccionarios del estado de New Hampshire. En ella, una mujer de 60 años abre una librería feminista en Boston e intenta tender un puente para vencer el abismo existente entre personas homosexuales y heterosexuales.

Al final de su vida, como la enfermedad la incapacitó para escribir, grababa sus ideas y aún publicaría Llegando a los ochenta, que le valió el premio Levinson de poesía.

Autora de numerosos artículos periodísticos en defensa de los derechos de la mujer May Sarton falleció en 1995 a los 83 años, en un centro hospitalario de York, Maine, EE UU, consciente de que el reconocimiento le había llegado tarde y sin demasiado consuelo por el gran número de cartas que recibía de sus fans. Pero, ese reconocimiento seguirá creciendo hasta alcanzar el espacio que le corresponde en la historia de la literatura.

Para saber más: Existe bastante material sobre esta autora, en inglés, apuntamos dos textos que tratan su biografía: May Sarton. A Self-Portrait de Marita Simpson y Martha Wheelock, 1986 I May Sarton: A Biography de Margot Peters, 1997.

Publicó también una autobiografía I knew a phoenix (1959) y un diario sobre su 82º año de vida.-

http://www25.uua.org/uuhs/duub/articles/maysarton.html
http://www.poets.org/poet.php/prmPID/653

Muy recomendable el film Mrs. Stevens hears the mermaids singing que se proyectó en el Festival Internacional de Cinema Gai i Lèsbic de Barcelona 2006


 

 

 

 


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Desconocidas y Fascinantes: Alberta Lucille-Alan Hart, con Thais Morales.

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Alberta Lucille-Alan Hart: primer caso documentado de transgénero americano con Thais Morales.

Alberta Lucille Hart. ¿Alguien conoce a esta mujer? La respuesta más probable es que no, sin duda. Y sin embargo, es imposible no caer fascinada por una historia que cuenta lo siguiente: Alberta Lucille fue una niña que nació en 1890 y acabó siendo el Dr. Alan Hart. Fin de la historia.

Una se pregunta, ¿y qué hay de todo lo que ocurrió entre llamarse Alberta Lucille y llamarse Alan? ¿Quién era Lucille en realidad? ¿Por qué se convirtió en Alan? ¿Fue realmente un médico? ¿Era un hombre o una mujer? ¿O más importante, quién era? ¿Se enamoró alguna vez? ¿Tuvo hijos? ¿Sufrió? ¿Triunfó?

Esto es lo que voy a intentar responder respecto a Alberta Lucille-Alan Hart en este nuevo capítulo de Desconocidas & Fascinantes.

Alberta Lucille Hart nació el 4 de octubre de 1890 en Halls Summit, Kansas. Sus padres fueron Albert L. Hart y Edna Bamford. Cuando su padre murió su madre se mudó a la granja de su familia y allí, Hart recuerda haber vivido los momentos más felices de su vida: podía vestirse como un chico, jugar como un chico y su abuelo le hacía juguetes de chico, aceptando sin problemas su masculinidad, que su madre consideraba una locura.

Alberta Lucille se veía y se consideraba un niño y rogaba a su familia que le cortara el pelo y que le dejara llevar pantalones. Odiaba las muñecas pero le gustaba jugar a médicos. Aborrecía las tareas típicas femeninas y prefería el trabajo de la granja. Asumió tan perfectamente el papel que se le suponía a un chico, que siguiendo la frase tan célebre como maldita de ‘los chicos nunca lloran’, una vez, haciendo trabajos en la granja, se cortó un dedo con un hacha y se lo curó sola y sin decir nada a su familia: gesto de auténtico tomboy.

Cuando tenía los 12 años, su madre se volvió a casar y la familia se mudó a Albany, Oregón, donde, en un entorno urbano, la obligaron a vestirse de niña. Se acabó lo que se daba. Hart empezó a estudiar en el Instituto de Albany y, aunque ya no se vestía de chico, sus modales seguían siendo de chicazo y mantuvo una intensa amistad romántica con una compañera de pupitre, Eva Cushman. Hart se graduó en 1912 y cinco años después se licenció en medicina por la Universidad de Oregón.

Fue la única mujer de su promoción y obtuvo honores académicos. Seguía siendo un tomboy, sino estéticamente, sí en el aspecto que intelectual y tradicionalmente se consideraba masculino como lo era el acceso al conocimiento. Poco después de licenciarse trabajó en el hospital de la Cruz Roja en Filadelfia y fue en aquella época cuando Hart buscó asesoramiento psiquiátrico pensando en la posibilidad y en su cada vez más intensa necesidad de convertirse en un hombre. De hecho, el suyo es el primer caso documentado de un transgénero de mujer a hombre en Estados Unidos. Hasta entonces, los precursores en este tipo de intervenciones estaban en Alemania, donde había habido casos de cambio de sexo llevados a cabo por el doctor Magnus Hirschfeld. Al parecer el caso alemán de Karl M. Baer, nacida Martha Baer, sirvió de referente al de Hart. El de Baer fue un caso especialmente remarcable ya que su reasignación en 1906 se produjo con el consenso psiquiátrico, legal y quirúrgico y sentó así precedente médico y legal para transformar un cuerpo sano de mujer en uno de hombre.

En 1917, Hart empezó a ver al psiquiatra Joshua Gilbert de la universidad de Oregón y le pidió someterse a una intervención para eliminar la menstruación y la posibilidad de quedarse embarazada. Al principio, Gilbert se mostró reacio, pero finalmente aceptó porque tras estudiar a fondo a su paciente se dio cuenta de que Hart era “una persona muy inteligente, sin ninguna enfermedad mental, pero afectada por un misterioso desorden para el que yo no tengo ninguna explicación”. En una serie de notas publicadas en el ‘Journal of Nervous and Mental Disorders’, de 1920, Gilbert escribió: “Desde un punto de vista psicológico y sociológico, H es un hombre y por eso vivir como uno de ellos es la única posibilidad que tiene de ser feliz”. Hart fue el primer caso en América en el que un psiquiatra recomendó extirpar un órgano sano basándose exclusivamente en la identificación de género del individuo.

La intervención quirúrgica de Hart –-una histerectomía- se llevó a cabo en las vacaciones de invierno de 1917-1918 en el hospital de la universidad de Oregón y, a partir de entonces, Lucille se convirtió en Alan y, siendo Alan, se casó en febrero de 1918 con Inez Starck. Con su nueva identidad y casado, empezó a ejercer de médico en el suroeste de Oregón, en el hospital Gardiner. Allí, según el Dr. Gilbert, Hart tuvo la mala suerte de ser reconocido por un antiguo compañero de la universidad que destapó su antigua identidad iniciándose así el proceso de acoso y derribo para Hart.

Aquel no fue el único incidente en la carrera de Hart. Hacerse pasar durante cuatro décadas por un hombre en la profesión médica y en los círculos literarios –Hart empezó a escribir para lograr soportar la tensión de su situación, a veces insostenible-, supuso una vida de decepción y discriminación y le obligó a cambiar a menudo de ciudad y de trabajo.

Como Hart escribió en su novela de 1936, ‘The undaunted’, acerca de su protagonista: “Había ido de ciudad en ciudad, de trabajo en trabajo durante quince años a causa de algo que era tan imposible de cambiar como el color de sus ojos. Los rumores y el escándalo siempre le acompañaban. No era bueno vivir solo, tener unas pocas relaciones pero ninguna de verdad, profunda e íntima; tarde o temprano alguien acababa por reconocerle. Y entonces tenía que dimitir e irse de nuevo y después de esto idear una historia creíble que explicara su dimisión y la terrible experiencia de buscar otro trabajo sin poder explicar exactamente por qué había dejado el último. Cada vez que tenía que pasar por todas estas humillaciones, su autoestima se partía en dos y acababa por hundirse”.

Comenzó entonces para Hart una época difícil profesionalmente hablando. Su trabajo en el hospital Gardiner duró menos de seis meses, y en 1919 y 1920 ejerció la medicina en Montana, “hasta que la crisis que se desencadenó en el otoño de 1920 llevó a la quiebra a la mayoría de granjeros y ganaderos de Montana y a mí con ellos”. Cuando al fin pudo conseguir trabajo, Hart ocupó puestos públicos principalmente en departamentos de radiología. Trabajó en sanatorios de tuberculosos y clínicas de rayos-x en Nuevo México, Illinois, Washington (Spokane, Tacoma y Seattle), y Idaho y consiguió un máster en radiología por la universidad de Pennsylvania en 1930 y otro en salud pública por la universidad de Yale en 1948. La aportación de Hart en este ámbito médico fue fundamental, ya que se convirtió en el pionero en la aplicación de los rayos-x para el diagnóstico de la tuberculosis. Y en los últimos 16 años de su vida dirigió programas y proyectos de radiología para el departamento de Salud de Connecticut. Incluso llegó a plasmar en un libro y en numerosos artículos sus conocimientos médicos.

En la novela ‘The undaunted’, que he mencionado anteriormente, Hart escribió sobre su personaje: “Se dedicó a la radiología porque pensó que en un laboratorio no iba a importar que clase de hombre era. Pero fuera donde fuera, el escándalo le perseguía tarde o temprano. Si hubiera dependido sólo de él y hubiera podido tener su propia consulta, creo que habría triunfado porque era un gran hombre con la gente enferma. Pero no tenía dinero y tuvo que trabajar para otros médicos o hospitales durante toda su vida. Eso arruinó todas sus oportunidades porque su historia siempre podía acabar sabiéndose y entonces él tenía que irse”.

Inez Stark abandonó a Hart en 1923 y se divorciaron en 1925. Ese mismo año, Hart volvió a casarse, esta vez con Edna Ruddick, una profesora de escuela que se convirtió en asistenta social y administrativa y que fue su compañera hasta el fin de sus días. Durante la depresión de los años 30, después del crack del 29, Alan y Edna vivieron en Seattle, donde él por su condición de transgénero tuvo serios problemas para encontrar trabajo a tiempo completo. Escribió entonces: “Estoy seguro de que habría hecho algo terrible si no hubiera recurrido a la literatura”. Por suerte, lo hizo. El resultado fueron cuatro novelas que se publicaron entre 1935 y 1942, que constituyen un cuerpo significativo de ficción y exponen y explican la envidia y los prejuicios que existían en la profesión médica. A este respecto, su opinión era clara y contundente: “Lo peor que uno se encuentra en el mundo de la medicina es resultado de la falsedad de la sociedad como un todo, es fruto de nuestra típica preocupación americana de pensar únicamente en el éxito y el dinero, y es consecuencia de nuestra dedicación y esfuerzo para producir más cosas y no para usarlas con el objetivo de conseguir una vida humana plena. En tanto que la gente de América esté dominada por el espíritu de ‘Voy a conseguir lo mío y no me importa a qué precio’ y este sentimiento se cuele en todas las profesiones, los médicos estarán afectados por estos ideales de la misma manera que lo está todo el mundo”.

Después de la Segunda Guerra Mundial se produjo una novedad importante en el campo de la transexualidad: las hormonas sintéticas masculinas empezaron a estar disponibles. Aquello significó que Hart se pudo dejar barba y comenzar a afeitarse; además su voz se hizo más grave y él se sentía más seguro en sus apariciones en público. Un paso más en su proceso de transformación en hombre.

Hart y Edna fueron un matrimonio muy activo en la comunidad y en la Iglesia Unitaria, de la que eran seguidores, y vivieron juntos hasta que Alan murió de una afección coronaria, el 1 de julio de 1962. Su cuerpo fue incinerado y sus cenizas esparcidas en Port Angeles, en Washington. En su testamento pedía que no se erigiera ninguna lápida en su honor y que se quemaran ciertas cartas y fotografías que guardaba en la caja de seguridad en un banco y en una caja fuerte que tenía en su casa.

Nota final: ¿cómo se descubrió el caso de Hart?

El autor de ‘Gay american history: lesbians and gay men in the USA’ fue el primero en descubrir que tras el pseudónimo ‘H’ que aparecía en los escritos de Joseph Gilbert se escondía en realidad Hart. Katz describe a Hart como una lesbiana y se refiere a su caso como un ejemplo del nivel de lesbofobia que imperaba en la vida de los americanos. La lesbofobia era tan intensa, concluye, que Hart tuvo que adoptar una identidad masculina para poder vivir su relación con las mujeres.

NOVELAS

Doctor Mallory (W.W. Norton & Company, Inc.)

The Undaunted (W.W. Norton & Company, Inc.)

In the Lives of Men (W.W. Norton & Company, Inc.)

Doctor Finlay Sees it Through (Harper & Brothers)

REFERENCIAS

Booth, Brian (2000). “Alberta Lucille Hart / Dr. Alan L. Hart: An Oregon “Pioneer”". Oregon Cultural Heritage Commission.

http://en.wikipedia.org/wiki/Alan_L._Hart

Jonathan Katz, Gay American History: Lesbians and Gay Men in the U.S.A. (New York City: Thomas Y. Crowell, 1976).

Con música de Zaz y Chely Wright.

 

 


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Desconocidas y Fascinantes: La monja Alférez, con Virginia Garzón.

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La monja Alférez: una mujer de acción, con Virginia Garzón.

Catalina de Erauso escribió con su vida una auténtica novela de aventuras en pleno Siglo de Oro español. Su historia es la de una mujer que logró cotas de independencia y libertad tan altas como las de cualquier hombre en una época en la que esto parecía imposible.

Eran tiempos de conquista, de batallas y de violencia. Catalina vivió en un momento histórico en el que España tenía dominada a media Europa, mientras la otra mitad le temía.

Nació en San Sebastián en 1592, aunque en sus memorias afirma haber nacido siete años antes, quizás para exagerar el tiempo que llevaba al servicio de Su Majestad y así lograr la pensión solicitada.

A la edad de cuatro años su madre y su padre la internaron en el convento de monjas dominicas San Sebastián el Antiguo, de dónde se escapó a los quince “sin saber qué hacer ni a dónde ir”. Estuvo escondida en las afueras del convento durante tres días, en los que se dedicó a cambiar su imagen: se cortó el pelo y transformó los hábitos que llevaba en ropas de hombre. Pasó entonces a vivir en los bosques y a alimentarse de hierbas, a viajar de pueblo en pueblo, temerosa de ser reconocida.

Después de servir durante tres años a varios señores con el falso nombre de Francisco de Loyola, Catalina decidió embarcarse de grumete y viajar a Las Indias. Se hizo pasar por castrado y adoptó el nombre de Alonso Díaz Ramírez de Guzmán. En Colombia abandonó la vida marinera y trabajó como mancebo de un comerciante, con el cual partió hacía Trujillo, Perú.

Allí tuvo el primero de sus muchos problemas con la justicia al matar a un hombre en duelo. Huyó entonces a Lima y comenzó a trabajar como criado al servicio de un rico mercader, aunque tampoco éste oficio le duraría mucho: “al cabo de nueve meses dijo que buscase mi vida en otra parte, y fue la causa que tenía en casa dos doncellas, hermanas de su mujer con las cuales, y sobre todo con una que más se me inclinó, solía yo jugar y triscar”.

A consecuencia de este incidente, Catalina huyó y partió hacia Chile, donde se encontró con su hermano Miguel de Erauso, aunque éste no la reconoció y la empleó en el servicio de su casa. Allí estuvo casi tres años hasta que, de nuevo por un lío de faldas (Catalina flirteaba con su cuñada), fue despedida.

En Perú, en 1619, se alistó como soldado al servicio de la corona y luchó enla Guerrade Arauco contra los mapuches en el actual Chile y se ganó la fama de ser valiente y hábil con las armas. Sus aventuras corrían de boca en boca por toda Europa, pero, su secreto permanecía a salvo a pesar de las numerosas y violentas heridas que fue recibiendo en las batallas y sobretodo a pesar de que para curarse tenía que desvestirse.

Pedro del Valle habla de ella en una carta y la describe como “alta y recia de talle, de apariencia más bien masculina, no tiene más pecho que una niña. Me dijo que había empleado no se qué remedio para hacerlo desaparecer. (…). El efecto fue muy doloroso, pero muy a su deseo. (…) Su aspecto es más el de un eunuco que el de una mujer. Viste de hombre, a la española; lleva la espada tan bravamente como la vida”.

Con estos méritos alcanzó el grado de alférez. Sin embargo, la monja soldado destacaba también por su carácter violento y por verse envuelta en numerosas borracheras, peleas y disputas. En una de ellas apareció su hermano Miguel como padrino del duelo y le mató por error. Perseguida por la justicia, su vida se convirtió en un vagar incesante por diversas ciudades a lo largo de buena parte de la geografía de Bolivia y Perú entre innumerables trifulcas debidas a la bebida o a deudas de juego.

En 1623 fue detenida en Huamanga, Perú, a causa de una de esas disputas en la que mató a varios hombres. Para evitar su ajusticiamiento pidió clemencia al obispo, Agustín de Carvajal, al que le confesó que era en realidad una mujer y que había estado en un convento. Tras un examen por parte de un conjunto de matronas, se determinó que era cierto que se trataba de una mujer y que además era virgen. La noticia corrió como la pólvora y todo el mundo quería verla. El obispo la protegió y durante cinco meses Catalina estuvo refugiada en el convento de Santa Clara de Guamanga vistiendo de nuevo los hábitos. Al morir el obispo, el arzobispo de Lima la fue a buscar y le ofreció elegir un convento donde quisiera estar. Los visitó todos y finalmente eligió el dela SantísimaTrinidad, en el que estuvo dos años y medio.

Posteriormente llegaron noticias de España según las cuales Catalina no era ni había sido nunca monja profesa, motivo por el que la dejaron salir del convento. Liberada de los hábitos, se marchó entonces a España y se presentó ante el rey Felipe IV para que premiase sus servicios a la corona. Éste no sólo la recibió con grandes honores, sino que le mantuvo su graduación militar, le concedió el título de monja alférez, le permitió emplear su nombre masculino y le asignó una pensión vitalicia.

Catalina también visitó en Roma al mismísimo Papa Urbano VIII y le explicó su “vida y correrías, mi sexo y virginidad”. El pontífice debió quedar maravillado porque la autorizó a continuar vistiendo de hombre y a seguir con sus aventuras, bajo juramento de llevar una vida honesta y sin ofender al prójimo.

Y así, en 1630 Catalina zarpó por segunda y última vez hacia América. Se instaló en México con el nombre de Antonio de Erauso, a pesar de que se sabía que era una mujer, y regentó un negocio de transporte de mercancías. Murió en 1650 y se le hizo un suntuoso entierro.

Por lo que respecta a su vida privada, ya hemos comprobado su predilección por las mujeres. Y le resultaba muy fácil acercarse a ellas, ya que los hombres conocedores de su valentía y sus éxitos militares, pero, sobre todo, al saber que era en realidad una mujer con ropa masculina, confiaban en ella y le dejaban a buen recaudo hijas y esposas.

Sin embargo, Catalina era exigente con sus conquistas. Tal y como ella misma nos narra, casi pierde la vida cruzando la cordillera de los Andes si no hubiera sido por la generosidad de una mestiza que la hospedó por cuatro meses y le ofreció que se casara con su hija, pero Catalina la rechazó, según sus propias palabras, porque “era muy negra y fea como un diablo, muy contraria a mi gusto que fue siempre de buenas caras”.

Además, en sus memorias narra alguna aventura, como cuando una ventera la sorprende “andándole a la hija entre las piernas”.

También sabemos que nuestra protagonista sufrió el amor y el desamor. Así, por ejemplo, con ocasión de su viaje a México se llevó con ella a una mujer cuyos padres le habían pedido que la acompañara a un convento: se enamoró perdidamente de ella y no fue correspondida. Aquella pasión le causó grandes disgustos, enfermó gravemente y llegó incluso a querer batirse con el hombre que finalmente eligió la dama para casarse.

Nuestra protagonista escribió antes de dejar España sus propias memorias, aunque no se sabe a ciencia cierta si las redactó ella. El manuscrito se encuentra en el Archivo de Indias en Sevilla y se titula El memorial de los méritos y servicios del alférez Erauso. En cualquier caso, existen pruebas de sobras que demuestran que Catalina existió y que lo que se narra sucedió de verdad. Estas memorias fueron publicadas casi dos siglos después, primero en francés en París, luego en Leipzig en alemán y, finalmente, en Castellano en Barcelona. Del libro surgieron adaptaciones literarias, obras de teatro y películas. También cabe destacar el retrato que le pintó Francisco de Pacheco, suegro de Velázquez y que puede contemplarse enla Galería Shepeler, de Aquisgrán.

Con todo lo narrado, no cabe duda de que Catalina es una precursora de las teorías Queer: recurrió a una identidad varonil para poder acceder a una existencia diferente, libre y aventurera, el tipo de vida que ella anhelaba y que en su época estaba reservada de forma exclusiva al mundo masculino.

Para saber más:

- Erauso, Catalina de. Historia de la monja alférez escrita por ella misma. Ed Hiperión, 2000.

- El texto íntegro puede también consultarse enla Bibliotecavirtual Miguel de Cervantes

http://bib.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/01305042011682948755802/index.htm

- Mendieta Garrote, Eva. En busca de Catalina de Erauso: identidades en conflicto en la vida de la monja alférez. Ed. Universitat Jaume I, 2010.

- De Quincey, Thomas, La monja alférez. Ed.Pre-Textos, 2006.

Para las cinéfilas:

- La monja alférez, de Javier Aguirre. España, 1986

- La monja alférez, de Emilio Gómez Muriel. México, 1944

Música que hemos usado:

O Mágnum Mysterium, Tomás Luis de Victoria

Batalla imperial, Joan Cabanilles

Alacena de las monjas, Carlos Cano


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