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Desconocidas y Fascinantes: Alberta Hunter con Isabel Franc.

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Alberta Hunter: un diamante del blues con Isabel Franc.

Una voz desgarrada y profunda, una capacidad de comunicación y una forma de contar historias que —se dice— no fue capaz de captar ninguna grabación. La fuerza, la sutileza y la energía de este diamante del blues solo se podían apreciar en el directo. Hablamos de Alberta Hunter.

Nació en Memphis en 1895. Su padre abandonó a la familia cuando ella era pequeña y su madre tuvo que trabajar como sirvienta en una casa de prostitución; volvió a casarse, pero Alberta no se sentía a gusto con la nueva situación familiar y con solo 12 años se fue a Chicago con la intención de convertirse en cantante de blues. Los inicios fueron difíciles. Trabajó en un burdel frecuentado por gánsters proxenetas y delincuentes. De hecho, el local se cerró en 1913 tras un tiroteo. Fue a trabajar a otro club nocturno de la ciudad y logró ahorrar suficiente dinero para llevar a su madre a Chicago. Alberta Hunter estuvo casada pero su matrimonio no llegó a consumarse, según decía, porque no quería tener relaciones sexuales en la misma casa donde vivía su madre. Conoció a Lottie Taylor, sobrina de la cantante Bert Williams, se convirtieron en amantes y fueron pareja durante muchos años.

Alberta trasladó su actividad a un local llamado Café Elite y allí actuó con el pianista Tony Jackson, que era abiertamente gay. Ella popularizó algunas de sus canciones incluida una famosa “Pretty Baby” que Jackson escribió para su novio. Juntos obtuvieron mucho éxito y Alberta empezó a cantar en clubs exclusivos para blancos. Fue la primera cantante afroamericana que actuó acompañada de una orquesta de músicos blancos. Pero, al finalizar sus actuaciones, acudía a los locales afroamericanos para interpretar aquellas canciones que no podía cantar en los clubs para blancos.

Chicago en los años 20 no era el lugar más tranquilo de la tierra, ni el más seguro por lo que Alberta se trasladó a Nueva York, justo después de que asesinaran a tiros y en plena actuación al pianista que la acompañaba. Allí actuó junto a grandes figuras como Louis Armstrong, Sydney Bechet o Clarence Williams, pero la fama la hizo esclava de las discográficas por lo que decidió grabar con diversos pseudónimos para aumentar sus ingresos, ya que ser lesbiana y afroamericana no era nada fácil en su época (ni en la nuestra) el más usado Josephine Beatty, nombre de su hermana fallecida.

En 1927 realizó una gira por Europa. El éxito y el calor del público fueron tales, que la invitaron a quedarse hasta que la presión del nazismo y el fascismo crecientes y posteriormente la II Guerra Mundial la empujaron a regresar a los EEUU en 1938. Durante la gran guerra colaboró con el ejército aliado dando conciertos para las tropas por todo el mundo.

Al morir su madre en 1956, decidió cambiar de vida. Abandonó la carrera musical, hizo un curso de enfermería y estuvo trabajando en un hospital de N.Y hasta su jubilación. Y entonces, en la década de los 60, volvió a los escenarios, a las grabaciones y a las giras. De este modo, durante los años 70 y 80 su fama volvió a crecer y fue reconocida internacionalmente. Y siguió cantando en el Cookery Club hasta días antes de su muerte a los 89 años.

Algunas de sus canciones eran socarronas y picantes aunque siempre dentro de unos cánones “ortodoxos”. Un ejemplo es My handy man (Mi hombre práctico) en cuya letra encontramos estrofas como estas:

(Mi hombre) sacude mis cenizas, engrasa mi plancha, hace mi mantequilla, acaricia mi violín. Cuando mi horno se calienta demasiado, allí está él para apagar mi calentura ¡Mi hombre es un hombre tan práctico!

Para saber más:

Su vida ha sido reflejada en el documental Alberta Hunter: My Castle’s Rockin’ de Stuart Goldman, 1988.

En Internet: Biografía en inglés

http://www.redhotjazz.com/Hunter.html

http://www.answers.com/topic/alberta-hunter#ixzz1cTNl4KEU

Blog en catalán y castellano http://revoltaalfrenopatic.blogspot.com/2011/07/las-perlas-musicales-de-youtube_22.html

 

 

 


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Desconocidas y Fascinantes: Alla Nazimova, con Isabel Franc.

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Alla Nazimova-De patito feo a cisne de la escena, con Isabel Franc.

De pequeña la apodaban “el oso” y “el barril” por su físico poco agraciado; era regordeta y de aspecto viril. Con el tiempo, Alla Nazimova transformó su rostro y su figura hasta conseguir que su largo cuello, sus ojos violetas y su voz de arpa irradiaran una fascinación irresistible.

Mariam Edez Adelaida Leventon nació en Yalta en 1879 en una caótica familia judía. A su madre le gustaba llamarla “Alla”, de ahí tomó su nombre artístico al que añadió Nazimova por un personaje literario (la heroína de la novela rusa Niños de las calles). Su infancia transcurrió en un ambiente de violencia. Cuando sus padres se divorciaron fue entregada a una familia Suiza y allí empezó a mostrar sus inquietudes artísticas. Tomó lecciones de violín, aprendió francés y alemán, pero tuvo que soportar las violaciones continuas de uno de sus hermanos. Posteriormente, su padre volvió a casarse y la llevó a Rusia donde recibió también el maltrato de su madrastra, que no soportaba su aspecto masculino.

A los 16 años estudió en el Teatro de Arte de Moscú bajo la dirección de Stanislavsky. Alla se había convertido ya en una joven estilizada y atractiva. Para pagarse los estudios se prostituía en las calles. Una noche vio a unas mujeres que lanzaban octavillas reclamando el sufragio universal. Ese fue su primer contacto con el movimiento feminista; asistió a algunos mítines y conoció a las que luego serían referentes del feminismo y el socialismo.

Decepcionada con Stanislavsky, que se había vuelto conservador, abandonó el Teatro del Arte. Por aquella época se casó con un estudiante llamado Sergei Golovin, para ocultar su apellido judío. Un año después, se incorporó a una compañía con la que hizo una gira por Europa y allí empezó a forjarse su fama como actriz.

En 1905 un grupo de actrices británicas organizó una obra benéfica para costear el traslado de la compañía de Alla a Nueva York. Sus interpretaciones de obras de Chéjov y de Ibsen fueron muy alabadas por la crítica estadounidense. Y el número de amistades feministas influyentes iba aumentando, sopranos, periodistas dos primas de Theodore Roosvelt, actrices, empresarias, etc. La traductora y manager de la compañía era Emma Goldman, una anarquista ruso-judía entusiasmada con Alla que, gracias a sus contactos con la prensa neoyorquina, consiguió convertirla en una auténtica estrella. Ambas iniciaron una relación amorosa, que años más tarde rompió Emma debido a las numerosas infidelidades de Alla con otras mujeres, entre ellas la famosa guionista Mercedes De Acosta.

Como actriz, Alla se estaba convirtiendo en un mito se dice que la rodeaba “una aureola fantasmagórica, revestida de noche y humo, se la veía en todas partes y no estaba en ninguna, como una diosa pagana.”

En 1906 firmó contrato con el productor Henry Millar y debutó en Brodway con gran éxito de crítica y público. Su popularidad se mantuvo durante años y siguió brillando en Broadway, pero Nazimova se dio cuenta pronto de la hipocresía estadounidense: se hablaba de libertad pero su sexualidad no era aceptada.

En 1917, firmó un contrato con la Metro en el que tenía derecho a elegir guión, protagonista masculino y director. En más de una ocasión impuso a dos amigas lesbianas como guionista y la bailarina y a una de sus amantes, en la dirección o en los decorados.

Su éxito le proporcionó notables ingresos con los que se compró una mansión de estilo español a la que llamaba “El jardín de Alla”; 14.000 metros cuadrados en un camino de tierra que, con el tiempo, se convertiría en el famoso Sunset Boulevard. Allí se reunía la elite de Hollywood y se celebraban fiestas donde el alcohol (ilegal a partir de 1919 por la “Ley Seca”), las drogas y las orgías lésbicas entre actrices estaban aseguradas.

Alla produjo y dirigió la película Afrodita, basada en la novela de Pierre Louys en la que se trataba abiertamente el sexo y las relaciones entre mujeres. Pero la censura prohibió el film y mandó destruir todas las copias haciendo que esta obra se perdiera para siempre.

Sus ideas revolucionarias y sus relaciones hicieron que su nombre se asociara al comunismo y al lesbianismo en un país donde la represión se acentuaba hasta el punto de encarcelar a actrices lesbianas en plena actuación. Para dar apariencia de normalidad a su vida organizó un “matrimonio blanco”, pero aún así, ningún estudio quiso financiar un film con ella, por lo que en 1923, escribió, produjo, dirigió y protagonizó una Salomé demasiado vanguardista y solo apta para una minoría culta. En la obra, las interpretaciones eran coreografiadas como una pantomima ralentizada (una formula que repetiría Lindsay Kemp 50 años más tarde en Flowers). No fue aceptada por el público estadounidense y la carrera cinematográfica de Nazimova se vino abajo. Tuvo que vender su mansión y viajó a París donde trabó amistad con Dolly Wilde. Su deseo habría sido quedarse en Europa pero solo podía aceptar papeles de extranjera.

Vivió sus últimos años junto a su compañera Doodie, interpretando pequeños papeles de anciana. Murió en California en 1945. Está enterrada en el cementerio Forest Lawn Cypress. En la lápida solo pone Nazimova y en su tumba nunca faltan violetas.

Para saber más: No nos consta que existan biografías en castellano. Información en:

Artículo en Internet:

Alla Nazimova: El áspid lésbico de Stanislavsky

http://www.pseudoghetto.com/allanazimovaaspidlesbico.htm

Nazimova la actriz más grande del mundo

http://mujeres-riot.webcindario.com/Alla_Nazimova.htm

En inglés tenéis: Alla Nazimova, My Aunt, Tragedienne: A Personal Memoir, de Lucy Olga Lewton. Minuteman Press, 1988; y Nazimova: A Biography de Gavin Lambert, Knopf, 1997.

Si queréis revisar la película Salomé, se puede comprar por Internet

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Desconocidas y Fascinantes: Hiratsuka Raicho y Kokichi Etsudo con Thais Morales.

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El proceso de invisibilización de Hiratsuka Raicho y Kokichi Etsudo con Thais Morales.

Hoy seguiré con otra pareja de japonesas cuya historia no tiene, como en el caso de Yoshiya Nobuko y Chiyo Monma un final lesbiano y feliz. Es la otra cara de la moneda y, lamentablemente, más habitual en el Japón de principios del siglo XX. Y es, además, un claro ejemplo del proceso de invisibilización al que a veces se ven sometidas las lesbianas.

Las desconocidas y fascinantes de esta semana son Hiratsuka Raicho, una de las fundadoras del movimiento feminista japonés, y la artista Kokichi Otake.

Hiratsuka Raicho nació en 1886 y murió en 1971 y, además de fundar con otras colaboradoras el movimiento de derechos de las mujeres, fue autora de la novela ‘Al principio las mujeres eran el sol’ (una referencia al mito sintoísta de la creación), considerada el primer texto del feminismo japonés.

Hiratsuka estudió en una de las primeras universidades para mujeres de Japón, pero pronto se decepcionó al ver que el programa de estudios estaba orientado, como todo lo relacionado con la mujer en Japón, a convertirla en una ama de casa, madre y esposa perfecta. Así que Hiratsuka insistió en su formación autodidacta, estudió Zen y filosofía mientras la idea históricamente arraigada en Japón de la inferioridad social de la mujer le provocaba un malestar cada vez mayor. En 1920, a raíz de una investigación sobre las condiciones de las trabajadoras en las fábricas textiles de Nagoya, Hiratsuka abandonó la vida teórica y pasó a la acción fundando la Asociación de las Nuevas Mujeres. Gracias a los esfuerzos de este grupo de mujeres el Artículo 5 de las Normas de Seguridad de la Policía que, desde 1900 había prohibido a las mujeres unirse a organizaciones políticas o incluso asistir a mítines, fue derogada en el año 1922.

Hiratsuka empezó a publicar en 1911, con cuatro compañeras de la universidad, la revista Seito, que significa Media azul, con la finalidad de “provocar el despertar y mostrar el talento individual de las mujeres “. Esta revista de arte y literatura fue pionera en el campo de los derechos de la mujer japonesa moderna y su primer número comenzaba con la frase: “Al principio las mujeres eran el sol”.

Seis meses después de que se estrenara la revista, Hiratsuka conoció a Kokichi Otake, una artista que había nacido en 1893 y que era la hija mayor de Otake Etsudo, un gran maestro de la pintura japonesa. Sin un heredero varón, Etsudo convirtió a Kokichi (apodo masculino que se puso ella misma y que significa púrpura, su color preferido) en el hijo varón que nunca tuvo, la persona destinada a tomar su relevo en el mundo del arte y a perpetuar el nombre de la familia. Y ello a pesar de que su madre, descendiente de una familia de samuráis, intentó inculcarle a su hija los valores tradicionales de la feminidad.

Kokichi e Hiratsuka se conocieron el 19 de febrero de 1912. Raicho tenía 26 años y Kokichi, 19.

El impacto de aquel encuentro quedó reflejado en la novela de Raicho, ‘Al principio las mujeres eran el sol’: “Totalmente vestida de hombre, Kokichi, cortando el aire mientras camina, diciendo lo que quiere decir, riéndose y cantando en voz alta, representa una imagen absoluta y verdaderamente libre y placentera. El sentimiento de alguien que es libre desde su nacimiento. Sólo mirarla es un placer”, escribió Hiratsuka Raicho sobre su primer encuentro. Fue un flechazo y Raicho empezó a llamar a Kokichi ‘mi chico’.

Kokichi, por su parte, escribió acerca de su relación con Hiratsuka en los siguientes términos: “Mi corazón ha sido sacudido por esta mujer. Me siento como su prisionero. Incluso si ello significara convertirme en su esclavo o sacrificarme, lo haría feliz mientras supiera que nunca dejaré de recibir sus besos y sus abrazos”. El resto de colaboradoras de la revista Seito conocían aquella relación y la aceptaban sin ningún problema o prejuicio. De hecho en aquella época los flirteos entre chicas y los lazos románticos entre mujeres eran habituales en Japón. Prueba de ello lo era la cantidad de novelas del género Skurasu Esu -que capitaneó nuestra D& F de hace unas semanas, Yoshiya Nobuko-, que se publicaba.

Kokichi, profundamente fascinada por Reicho, se hizo cargo del diseño de las portadas de la revista Seito. La portada del número 4, de abril de 1912, reproducía un jarrón de madera diseñado por ella. Un sol negro de gran tamaño se elevaba por encima de aquel objeto con la inscripción Blue Stocking, en inglés. En el lenguaje de la crítica de arte, un jarrón negro simboliza los órganos sexuales de la mujer. Y aquella portada representaba el control de la propia sexualidad por parte de las mujeres, un concepto que no se desarrolló hasta los años 70, sesenta años después de que Kokichi diseñara la portada del jarrón negro. Por desgracia, en las primeras décadas del siglo XX en Japón nadie entendió que Kokichi fuese una pionera.

En aquella sociedad casi feudal la independencia de Kokichi llamó demasiado la atención en sentido negativo y provocó que ella y las mujeres de la revista fuesen víctimas de ataques por sus posturas feministas.

La historia de Kokichi y Hiratsuka acabó en el verano de 1912, porque Hiratsuka se sentía agobiada por las demandas afectivas de Kokichi y dudaba de los sentimientos de alguien que se podía enamorar tan rápidamente. “Deseo abrazarte y besarte pero más que eso deseo la soledad”. No obstante, las dos siguieron siendo amigas, aunque el proceso de invisibilización de las dos mujeres había empezado e iba a ser inexorable.

Una vez, Kokichi y unas amigas entraron en un bar del distrito de Yoshiwara, bebieron y se dejaron entretener por varias geishas en privado, algo reservado exclusivamente a los hombres, causando un gran escándalo que apareció documentado al día siguiente en los diarios. Las críticas a las llamadas ‘nuevas mujeres’ empezaron a surgir desde todos los sectores sociales de Japón.

La sede de la revista Seito fue víctima de ataques y sus colaboradoras recibieron amenazas de muerte. Sin embargo, contra más escribía la prensa acerca de ‘las nuevas mujeres’ más popular se volvía esta etiqueta y mayor número de mujeres se escondían de sus familias para leer en secreto la revista Seito.

En medio de esta tormenta mediática, Raicho conoció a Okumura Takeshi, un hombre más joven que ella, que le sirvió para cambiar la naturaleza de su relación con Kokichi. Fue el fin de esta última que, destrozada por esa circunstancia que significaba un punto de no retorno en su relación con Hiratsuka, abandonó el apodo masculino que utilizaba (Kokichi, púrpura) y, siguiendo las tradiciones de su familia, se casó en octubre de 1914 con el ceramista Kenkichi Tomimoto y pasó a llamarse Kazue Tomimoto. Invisibilizó hasta su nombre.

La invisibilización como consecuencia de una opción individual, sí, pero hay dos aspectos más acerca de esta invisibilización que no tienen que ver con la decisión personal y casi diría yo visceral que tomó Kokichi.

Y se trata de aspectos que tienen que ver con los prejuicios.

Que los estudiosos hayan ignorado la relación lésbica entre Raicho y Kokichi se debe a que la primera la obvió en sus escritos biográficos llegando incluso a renegar de ella. La fuente principal de esta historia queda pues anulada.

“Es verdad que la excéntrica Kokichi Otake estaba obsesionada conmigo. Si se mira desde la perspectiva homosexual, es como si ella estuviera enamorada de mí. En cuanto a mí, aunque puedo haberme sentido atraída por su encanto, los sentimientos que sentía por ella no eran homosexuales.

Aunque el impacto de este encuentro no fue insignificante, no era un amor homosexual, como evidencia la forma en que Okumura llegó a mi vida robándome el corazón”, escribió Raicho invisibilizando de un plumazo, nunca mejor dicho, aquella relación lésbica.

En segundo lugar el proceso arqueológico para recuperar esta historia de mujeres se hace difícil porque fruto de la sociedad de la época, el feminismo japonés ignoró entonces -y sigue ignorando ahora- los aspectos políticos de la vida de Kokichi considerando que las relaciones entre mujeres eran simples pasatiempos de chicas jóvenes sin mayor trascendencia ni afectiva, ni emocional ni social ni política.

Sin embargo, podemos concluir en vista de lo que os acabo de explicar que, a pesar de los esfuerzos de Raicho y de un sector del feminismo japonés por hacer desaparecer del todo esa relación, la historia entre ella y Kokichi permanece imborrable en la historia de las mujeres japonesas.

Parasaber más:

“Love Upon the Chopping Board”, de Marou Izumo y Claire Maree. Spinifex Publishers

“In the beginning woman was the sun: autobiographies of modern Japanese women writers”, de Livia Monnet (se puede descargar en internet, aunque pagando un precio elevado)

 

 

 


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Desconocidas y Fascinantes: Irene Polo, con Isabel Franc y Kika Fumero.

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Irene Polo: En el lugar de los hechos o razón versus corazón : Isabel Franc y Kika Fumero

Antoine de Saint-Exupéry podría haberse basado en ella para crear El Principito, ya que Irene se caracterizaba por una curiosidad innata que movía montañas y por un corazón justo, sano y enorme que sólo un niño, como el Principito, podría poseer.

Desde muy joven tuvo que trabajar para mantener a su madre y a sus dos hermanas pequeñas. No tenía estudios. Su formación autodidacta la llevo a estar en la vanguardia del periodismo en una época en la que, como ya es costumbre repetir, no había mujeres.

Nació en Barcelona en 1909. Colaboró en publicaciones como Imatges, La humanitat, La Rambla, L’opinió, L’instant y Última hora en las que escribió artículos, entrevistas y crónicas llenas de humor, de diálogos y de anécdotas. Mostró siempre gran interés por la literatura, el arte y la historia, pero en su trabajo tocó todos los temas. En los suculentos artículos sobre la moda, que redactó para la revista La Rambla, criticaba con aguda ironía las nuevas tendencias de las que ella misma era partidaria: se mostraba escandalizada por el nudismo, que ella practicaba, o el peinado coup de vent, que lucía o el pantalón femenino, que acostumbraba a usar. El carácter combativo, que siempre la caracterizó, quedó también reflejado en sus artículos políticos. Su interés por los temas laborales no se limitó solo al tratamiento periodístico sino que lo convirtió en un compromiso personal.

Con un estilo vivo y directo, Irene desarrolló un verdadero periodismo de calle. Necesitaba vivir en carne propia o experimentar con sus propios ojos lo que a posteriori plasmaría en un papel: de este modo conoció la isla de Ibiza y redactó su famosa serie de seis artículos titulada Postals d’Eivissa (1935 tenía 25 años y trabajaba para el diario catalán L’Instant). En ellas nos acercamos a una Irene Polo tierna y poética. Sus postales se abren con la llegada del barco a la isla tras una travesía de 13 horas y, en ese comienzo, nos transmite su atracción por Ibiza: “os quedáis atónitos. No sabéis qué ha pasado: si os ha deslumbrado el sol sobre las casas blancas o es que os aturde el silencio”.

Llenas de ironía, fueron también sus crónicas sobre entrevistas frustradas. Cuando no conseguía que un personaje la atendiera, relataba los detalles de su infructuosa persecución, como fue el caso de Francesc Cambó a quien esperó y siguió para obtener un escueto saludo. No ocurrió así con Clara Campoamor y Silvia Pankhurst, las dos grandes defensoras del voto femenino, ni con Margarida Xirgu a quien entrevistó en 1936 con motivo de la muerte de Valle-Inclán. Fue éste un encuentro que marcaría todo el futuro de Irene. Días más tarde, estando en la cima del prestigio y el reconocimiento profesional, dejó la actividad periodística y se fue a América con la compañía teatral de la actriz. Su intención era regresar al cabo de unos años, pero los acontecimientos políticos convirtieron aquel viaje en un exilio. Margarita contrató a Irene tras la negativa de Federico García Lorca, quien prefirió quedarse en aquél ambiente fascista y hostil que reinaba en España y que acabaría al poco tiempo con su vida.

La leyenda en torno a la relación entre Irene Polo y Margarida Xirgu se basa en especulaciones. Resultaba sorprendente que Irene abandonara su profesión y su ciudad viviendo una situación personal tan espléndida y un momento político tan importante: quince días más tarde se celebraban unas elecciones que cambiarían la vida del país. La versión más difundida es que Irene se enamoró de la actriz y dejó todo con tal de seguirla. La preferencia de la periodista por las mujeres era sabida, pero también parece cierto que no quiso rechazar la suculenta oferta de representar en América a tan importante compañía teatral. Quienes han leído e investigado a Irene Polo les cuesta creer que una mujer como ella pudiera abandonarlo todo (familia y carrera) por un motivo distinto al amor.

La guerra civil, el triunfo del franquismo y la posterior dictadura impidieron a Irene Polo regresar a Barcelona. Después de que la compañía de la Xirgu se disolviera y la actriz fuera a vivir a Chile, Irene se instaló en Buenos Aires y pronto consiguió que fueran a vivir con ella su madre y sus hermanas. Gracias a su profundo conocimiento de la lengua francesa Irene sobrevivió en la capital porteña y mantuvo a su familia haciendo traducciones.

Su muerte inesperada a los 32 años estimuló aún más su leyenda. Circularon un sinfín de versiones diferentes sobre el lugar, la forma de la muerte y los motivos que la impulsaron al suicidio. La más verosímil la relaciona con un proceso depresivo en el que influyeron tanto la situación política mundial -con el imparable avance del nazismo-, como el estrés laboral en un trabajo de responsabilidad que le ocupaba doce horas diarias.

Pionera del periodismo catalán, Irene Polo no esperaba que las noticias llegaran a la redacción del periódico, iba a por ellas. Estuvo siempre en primera línea con un periodismo vivo, dinámico y comprometido. Y un dato curioso, muchas de sus reflexiones y sus críticas son perfectamente aplicables al momento actual.

Imprescindible: Irene Polo. La fascinació del periodisme. Cròniques (1930-1936). Edición de Glòria Santa-Maria y Pilar Tur. Quaderns Crema, 2003. (en catalán)

La revista MiraLes (http://mirales.es) ofrece una serie de mini biografías de mujeres del siglo XX en la que aparece Irene Polohttp://mirales.es/mujeres_sxx_agosto2010.php por Kika Fumero


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Desconocidas y Fascinantes: Adrienne Rich con Kika Fumero.

Adrienne Rich: lo personal es político con Kika Fumero.

De una sensibilidad militante, la poeta Adrienne Rich nunca tuvo pelos en la lengua. Su poesía es reivindicativa, revolucionaria y feminista por excelencia. Su tono poético-militante no deja inmune a ninguna mujer que la lea. Tanto sus poemas como sus ensayos son ejemplos de literatura comprometida. La poesía es un derecho humano – declaraba ella.

En la misma línea que su amiga Audre Lorde, Rich utilizó el arte para militar y reivindicar en voz alta. El silencio es un arma que actúa en nuestra contra. Como muy bien declara Mª Soledad Sánchez Gómez – traductora de dos de sus libros y, por tanto, gran conocedora de Adrienne-: “la obra de Rich pone de manifiesto la evidencia de que es posible exigir responsabilidad [social y moral] a la belleza”.

“Cuando una mujer dice la verdad, está creando la posibilidad de más verdad a su alrededor”. (RICH, ADRIENNE: Sobre mentiras, secretos y silencios, editorial Horas y Horas, 2011)

Adrienne Rich nació en Baltimore en plena crisis del 29 en el seno de una familia adinerada. A la temprana edad de 22 años publicó su primer libro de pomas, A change of world (“Un cambio de mundo”). Unos años más tarde se casó con el economista Alfred Conrad, padre de sus tres hijos. Fue madre por primera vez a los 26 años y a los 30 ya había dado vida a sus tres retoños. Hasta ese momento Adrienne, que se encontraba en una vida que ella misma definiría más tarde como de “domesticidad absoluta” y publicó una poesía no comprometida, que seguía las líneas patriarcales del mundo anglosajón. Pero no por mucho tiempo. Pronto se implicaría de lleno en los cambios políticos y sociales de EE.UU. y se dedicaría a investigar la relación del lenguaje y el poder: el lenguaje como arma de reivindicación, como una herramienta capaz de retransmitir la realidad en su estado puro (y duro), sin máscaras ni algodones. En esta época Rich comenzó a investigar los derechos de las minorías y se involucró en cuerpo y alma en el Movimiento de Liberación de la Mujer. Necessities of Life (Necesidades vitales, 1966), Leaflets (Folletos, 1969) y The Will to Change (La voluntad de cambiar, 1971) se convirtieron en testimonio de su convicción de que lo personal es político.

Poco tiempo después de la separación de su marido, éste se quita la vida trágicamente. Adrienne plasmó este fatídico suceso en los poemas de esta época. A partir de este momento, Rich se dedicó de lleno al feminismo y dio rienda suelta a su orientación sexual como lesbiana. En 1973 gana el premio National Book Award con la publicación de Diving into the Wreck (Buceando hacia el naufragio). Rich dedicó este reconocimiento a todas las mujeres.

Feminista, madre, lesbiana, luchadora, creadora, amante, reivindicativa, filósofa, revolucionaria, pensadora. Ésta era Adrienne Rich. Temas como la sexualidad, el racismo, el amor lésbico, las injusticias socio-económicas o los derechos de las mujeres son algunos de los que toman vida en su literatura. Su compañera de vida durante de 30 años fue la escritora Michelle Cliff.

Adrienne Rich tenía un carácter fuerte y las ideas muy claras. Estas dos virtudes le valieron para rechazar la Medalla Nacional de las Artes que Bill Clinton le concediera en 1997 porque, según, el arte era incompatible con la política cínica del gobierno americano. En su ensayo Por qué rechacé la medalla nacional de las artes, que es una carta dirigida al entonces presidente de los EE.UU., Adrienne Rich fue contundente:

En las últimas dos décadas he sido testigo del impacto, cada vez más brutal, de la injusticia racial y económica en nuestro país. No hay una simple fórmula que relacione el arte con la justicia, pero sé que el arte no significa nada si simplemente decora la mesa para la cena del poder que lo mantiene rehén. Las radicales disparidades de riqueza y poder en Norteamérica se están agrandando a una velocidad devastadora. Un Presidente no puede rendir honores significativamente a determinados artistas simbólicamente elegidos mientras la gente, en su mayor parte, está tan deshonrada […] Mi preocupación por mi país es inseparable de mis preocupaciones como artista. No podría participar en un ritual que me parece tan hipócrita.

Su trabajo no dejó de ser reconocido continuamente. Así, en 2004, obtuvo el premio Nacional del Círculo de Críticos Literarios en la categoría de poesía por su colección The School Among the Ruins.

El pasado 27 de marzo, la vida de esta magnífica mujer tocó su fin a los 82 años. La poeta norteamericana fue víctima de una artritis reumatoide que padecía desde hacía tiempo. Se encontraba en Santa Mónica (California).

Ella nos enseñó el espíritu de equipo, de grupo, para no sentir miedo, para no sentirnos solas. Este mes, desde MíraLes, dedicamos este espacio a la que fuera madre de las feministas.

Adrienne nos dejó un gran legado tras de sí y muchas semillas plantadas. Ojalá seamos capaces de recoger esos frutos con inteligencia. Aquí les dejo dos de sus poemas más conocidos, que se recogen en su libro de Veintiún poemas de amor y que hablan del amor lesbiano.

III

Porque ya no somos jóvenes, las semanas han de bastar

por los años sin conocernos. Sólo esa extraña curva

del tiempo me dice que ya no somos jóvenes.

Caminé acaso yo por las calles en la madrugada, a los veinte

con las piernas temblándome y los brazos en éxtasis más pleno?

Acaso me asomé por alguna ventana buscando la ciudad

atenta al futuro, como ahora aquí, esperando tu llamada?

Con el mismo ritmo tú te aproximaste a mí.

Son eternos tus ojos, verde destello

de hierba salvaje refrescada por la vertiente

Sí. A los veinte creíamos ser eternas.

A los cuarenta y cinco deseo conocer incluso nuestros límites.

Te acaricio ahora, y sé que no nacimos mañana,

y que de algún modo tú y yo nos ayudaremos a vivir,

y en algún lugar nos ayudaremos tú y yo a morir.

 

Poema emergente, sin número

Pase lo que pase, vivirá en mí

tu cuerpo. El ondeante ejercicio de tu amor,

sensible, frágil como la fronda apenas enroscada

del helecho en espiral en los bosques

recién dorados por el sol.

Amplios, tus muslos, viajeros nobles y generosos

donde mi rostro entero se hunde una y otra vez…

La sabiduría honda y la inocencia de esa morada

descubierta para mi lengua…En mis labios, el ritmo

tembloroso e insaciable de tus pechos…

Sentir tu mano en mí, firme, protectora,

descubriéndome, con la fuerza de tu lengua

y tus dedos finos llegando allí, donde te esperé siempre,

en mi fondo húmedo y rosa. Pase lo que pase,

ahí estarás tú.

 


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Desconocidas y Fascinantes: Alejandra Pizarnik con Isabel Franc y Viky Frias.

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Alejandra Pizarnik: poeta hasta la muerte con Isabel Franc y Vicky Frias.

Flora Alejandra Pizarnik nació en Avellaneda, cerca de Buenos Aires, el 29 de abril de 1936. Cuando empezó a publicar simplificó su nombre y pasó a llamarse Alejandra Pizarnik.

Sus padres eran inmigrantes judíos rusos y se dedicaban al comercio de joyería. Fue la segunda hija, su hermana Myriam le llevaba 20 meses y Alejandra siempre tuvo con ella una relación conflictiva. Miriam era la guapa oficial mientras que ella tenía graves problemas de acné, tendencia a engordar y una autoestima muy baja.

Al llegar a Argentina, los padres de Pizarnik no sabían ni una palabra de castellano. En casa se hablaba yiddish, el “oído” de Alejandra se formó en buena medida al contacto con esa lengua.

Las referencias a sus padres suelen ser lacónicas y desdeñosas: “Sería siniestro donar mi vida a dos dioses inútiles: el Padre y la Madre”, dice, o: “debo repetir por milésima vez que mis padres se esmeraron en arruinarme. Y lo lograron. Por ignorancia, por estupidez y por falta de afecto”

Como se deduce, la infancia de Alejandra fue desgraciada. Tanto sus Diarios como su prosa poética dejan entrever que sufrió abusos sexuales, aunque no da detalles.

Algunas entradas del diario de 1961 retratan a Pizarnik como una joven acomplejada por su gordura y su aspecto externo.

Sin embargo, un amigo dice de ella: “Alejandra, un muchachito en apariencia, pelo corto, pantalón eterno, nada bonita, toda encantadora”.

Los rasgos más destacados de su personalidad eran la ironía incisiva y una inteligencia no exenta de crueldad. Se cuenta que en una reunión se le acercó un joven poeta y le mostró los originales de unos poemas suyos. Ella los leyó detenidamente, y al devolvérselos exclamó, sonriendo: “Lo felicito, ¡qué buen tipo de letras tiene su máquina de escribir!”.

Con 19 años, Pizarnik publicó su primer libro de poesía, La tierra más ajena (1955). Hacía un año que había iniciado estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

En 1960, cuando tenía 24 años, se fue a París y allí permaneció cuatro años. La estancia en París permite delimitar tres momentos de su vida y obra, indisolublemente ligadas:

Antes del viaje, mientras está en Francia y a partir de su retorno a Buenos Aires. En París Alejandra no trabaja, no come; solo escribe, escribe, lee y conquista amigos franceses y latinoamericanos.

Desde muy pronto, escribir fue para ella un oficio sublime aunque agonizante. Varias veces se retrata llorando sobre una hoja en blanco. En ocasiones la escritura no fluye: «Siento un libro dentro de mí. Un libro que me atraganta. Un libro que me obstruye la respiración». Otras veces se tortura sintiéndose asesina de la poesía porque, según ella, no ha logrado escribir una poesía verdadera, donde la infancia, el sexo, el corazón, los miedos, la sed y las ideas trabajen al mismo tiempo.

Se queja de que había llegado tarde al «banquete de la cultura universal», que ya todo estaba escrito, que había demasiados libros sobre cada tema. De ahí su vehemente búsqueda de la originalidad. Se impone una disciplina de estudio y lectura con el fin de encontrar las palabras que le permitan expresar su sensibilidad, imaginación e intelecto, todo al unísono.

Los sentimientos de orfandad, soledad, dolor y muerte, son constantes temáticas de su obra.

Aunque ávida de amar, intuye que el amor le quita tiempo a su devoción literaria. “No quiero amantes”, dice, pues desordenarían las horas de estudio y creación. Al elegir entre la realización personal y el amor, enumera una lista de mujeres que optaron por caminos solitarios para realizarse como escritoras: las hermanas Brontë, Gabriela Mistral, Clara Silva, Mary Webb, Edna Millay, Alfonsina Storni, Safo, Rosa Luxemburgo, Concha Espina.

A pesar de que tiene varias amantes, la escritora en ningún momento utiliza para autodenominarse el término “lesbiana”, ya que le cuesta aceptar su sexualidad, pero al mismo tiempo siente que no puede definirse al no poder nombrarse como tal, le asusta la palabra “homosexual”. “Prejuicios viejos en mi vida joven”, afirma.

La construcción de una identidad lésbica sólo es posible lejos de las fronteras familiares y en otro continente, en París, ya que no existe en Argentina un entorno tolerante hacia una sexualidad fuera de los modelos patriarcales.

Los Diarios de Alejandra se publican con la censura impuesta por su hermana Myriam y evitan cualquier referencia a la vida privada de la escritora.

En uno de sus libros, el Árbol de Diana, Pizarnik muestra el amor lésbico con dolor, porque el ser querido se aleja, se aleja para siempre, y la poeta se siente morir por ese alejamiento.

13
Explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome.

14
El poema que no digo,
el que no merezco.
Miedo de ser dos
camino del espejo:
alguien en mí dormido
me come y me bebe

 

En el poema titulado “AMANTES” dice:
“Una flor
no lejos de la noche
mi cuerpo mudo
se abre/
a la delicada urgencia del rocío”.

Alejandra escribe: “Las palabras son más terribles de lo que me sospechaba. Mi necesidad de ternura es una larga caravana. Sé que escribo bien y esto es todo. Pero no me sirve para que me quieran». El fin se acerca.

La noche del 25 de septiembre de 1972, en un viejo edificio de Buenos Aires, séptimo piso, departamento “C”, la habitación se llena de silencio; Alejandra deja una nota escrita en el pizarrón: “No quiero ir nada más que hasta el fondo”.

Y allí muere a los 36 años por efecto de las 50 pastillas de un barbitúrico (Seconal) que ingiere durante un fin de semana en el que había salido con permiso del hospital psiquiátrico Pirovano de Buenos Aires, donde se hallaba internada a consecuencia de su cuadro depresivo y tras dos intentos de suicidio.

Para saber más:

PIZARNIK, Alejandra (2001) Poesía completa. Madrid, Lumen.

PIZARNIK, Alejandra (2002) Prosa completa. Madrid, Lumen.

PIZARNIK, Alejandra (2005), Diarios, Barcelona, Ed. Lumen

VENTI, Patricia (2007) Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid

Blog: http://patriciaventiliterario.blogspot.com/

En youtube hay varios poemas suyos recitados y varios documentales inspirados en sus versos.

 

 

 


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Desconocidas y Fascinantes: Helene von Druskowitz con Paz Montalbán.

Helene von Druskowitz2Helene von Druskowitz1

Helene von Druskowitz, la filósofa maldita con Paz Montalbán.

Helene von Druskowitz (su nombre real era Helena Maria Druschkovich) fue una filósofa, escritora y crítica musical nacida el 2 de mayo de 1856 en el distrito de Hietzing (Viena). Prometía ser una niña prodigio, puesto que a los 16 años ya se graduó como pianista en el Conservatorio de la capital austriaca, pero esa promesa se truncó por la acérrima radicalidad en sus teorías filosóficas.

Llegó a ser una pensadora notable y se convirtió en la segunda mujer que obtuvo un Doctorado de Filosofía en la Universidad de Zúrich, gracias a su disertación sobre el “Don Juan” del poeta romántico inglés Lord Byron. Tuvo desde siempre unas ideas profundamente transgresoras, caracterizadas por la misantropía, exclusivamente, hacia los hombres y la megalomanía. Se caracterizó por ser una librepensadora, una mujer comprometida y rebelde. También fue ensayista y crítica literaria. Sus posiciones ideológicas se enmarcan dentro del feminismo radical, el socialismo y el ateísmo acérrimo.

Estudió filosofía, arqueología, literatura germánica, orientalismo y lenguas modernas. Tenía una vasta cultura, como gran estudiosa que era. Se dedicó durante algún tiempo a dar clases de Historia de la Literatura en distintas universidades europeas, entre ellas Viena, Zúrich, Múnich o Basilea. También viajó al norte de África, a Francia, a Italia y a España, antes de regresar a Viena.

Fue contemporánea y amiga de Friedrich Nietzsche, durante cierto tiempo, y frecuentó el círculo del filósofo alemán. El legado intelectual de Helene von Druskowitz ha llegado hasta nosotras gracias a los epistolarios, ya que aparecía mencionada en ellos. Sin embargo, la relación con el célebre pensador, famoso por su categórica afirmación de que “Dios no existe”, acabó de forma repentina cuando Druskowitz se atrevió a criticar sus teorías filosóficas por considerarlas como una nueva forma de darwinismo. Nietzsche reaccionó de malas maneras y llegó a calificarla de “pavita literaria”

Al contrario que en los salones parisinos, extremadamente permisivos con las míticas intelectuales de la Rive Gauche, Helene abogaba por una sociedad de mujeres – gobernada por ellas – lo cual chocaba, de forma frontal, con los círculos aristocráticos vieneses, donde reinaba una doble moral que las invisibilizaba.

Druskowitz creía que la especie masculina no merece ni el apelativo de “ser humano” ya que según ella, “el macho” usurpa tal calificativo. Creía que el hombre somete a las mujeres y ha convertido el mundo material en un hábitat feo, torpe e invivible. Por esta razón invocaba el fin de la horrenda promiscuidad entre hombres y mujeres. Les pedía a estas que se federaran e instituyeran la “caballería”, el “sacerdocio” femenino y que impusieran la división de las ciudades por sexos. Además rechazaba con mucha ira el matrimonio.

Esta segregación sexual ya existía, según la filósofa, en las civilizaciones antiguas y orientales. Recuperarla permitiría devolver a la materia y a la naturaleza su perfección perdida.

Fue amiga de escritoras como la austriaca Marie von Ebner-Eschenbach o la alemana Malwida von Meysenbug, esta última la introdujo en los círculos intelectuales donde se congregaban personalidades como el poeta Rainer Maria Rilke o la escritora rusa Lou Andreas-Salomé.

En 1887 inició una relación amorosa con la soprano alemana Therese Malten (nombre artístico de Therese Müller), una estrella lírica de la Ópera de Dresden, y una figura preeminente como intérprete de las heroínas del compositor romántico Richard Wagner. Helene y Therese vivieron juntas varios años en la ciudad de Dresden hasta 1891, año en el que Therese dejó a Helene, al parecer, por el abuso que hacía Druskowitz de las drogas y del alcohol. A partir de ese momento, la pensadora vienesa cayó en frecuentes crisis nerviosas debido a sus adicciones. El 15 de abril de 1891 fue internada en un hospital psiquiátrico, su hermano y su madre ya habían fallecido entonces.

Gracias a los partes médicos que se conservan, sabemos que le diagnosticaron megalomanía y alcoholismo y la medicaron con hipnóticos. A pesar de ello, mantuvo una constante actividad literaria, fumaba, de forma compulsiva, tabaco con pipa inglesa y bebía té. Escribió ilegibles tratados filosóficos, ensayos, comedias andrófobas, dramas, mandaba sátiras contra los hombres a las revistas femeninas… También compuso poesías que elogiaban las virtudes del alcohol. Sin embargo, era una paciente – según decían los médicos – inofensiva y cortés, que se agitaba por algunas visiones y delirios.

Su orientación sexual, su complicada personalidad, sus costumbres de mujer radicalmente emancipada del patriarcado, propiciaron su internamiento en un centro psiquiátrico. A finales del s. XIX el psicoanálisis estaba en sus albores y la homosexualidad era considerarla una enfermedad.

Pasó los últimos 27 años de su vida internada en Mauer-Öhling, cerca de Viena, donde murió el 31 de mayo de 1918, a las puertas del fin de la Primera Guerra Mundial.

La sociedad de su época no pudo resistir la fuerza, la rebeldía y el grito desesperado de una mujer con unas ideas demasiado avanzadas para su tiempo. Tuvo un final trágico, pero su legado siempre permanecerá en la historia de las mujeres que luchan para erradicar la invisibilización por ser mujer, lesbiana y/o feminista y reafirmarse en posiciones incómodas para el patriarcado.

Para saber más:

Obra editada en italiano “Una filosofa dal manicomio”, Editori riuniti, Roma 1993.

“Las Filósofas: las mujeres protagonistas en la historia del pensamiento”, Giulio De Martino, Marina Bruzzese, de. Cátedra, col. Feminismos, Madrid (2000).

Ensayos filosóficos y estudios sobre la filósofa editados en italiano, inglés y alemán.


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Desconocidas y Fascinantes: Gladys Bentley con Thais Morales.

 

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Gladys Bentley, el blues de la renuncia con Thais Morales.

El caso de Gladys Bentley es un ejemplo de cómo la represión y el miedo pueden acabar, no sólo con una carrera fulgurante, sino y más importante, con una persona. Aniquilarla y dejarla reducida a una especie de sucedáneo de lo que debería haber sido. Disminuirla hasta convertirla en, eso, un blues triste y famélico, acerca de las vueltas que da la vida.

Esta enorme, en todos los sentidos, cantante de blues nació el 12 de agosto de 1907 en Philadelphia, donde vivió una infancia no demasiado feliz. Gladys se sentía rara entre sus compañeros que se burlaban de ella por su exceso de peso y por su aspecto de marimacho. Y es que a Gladys, en aquel entonces, ya la volvían loca las mujeres, tal y como explicó en una entrevista que concedió al final de sus días. Para ella, esa preferencia no suponía ningún problema, pero sus padres no eran de su mismo parecer y decidieron buscar ayuda médica para su hija. Tal vez por eso, Gladys se fue de su casa con sólo 16 años.

Como muchos afroamericanos en aquella época, acabó en el Harlem neoyorquino, punto de encuentro de artistas, intelectuales y músicos. “Tenía la sensación de que había nacido siendo diferente. Al menos eso es lo que siempre pensé… Desde que puedo recordar, incluso cuando empezaba a andar, nunca me gustó que los hombres me tocaran. Pronto, empecé a sentirme más cómoda vestida de hombre que de mujer….”, explicó Gladys en una entrevista en la revista “Ebony”. (más…)


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