Desconocidas y Fascinantes: Sarah Bernhardt con Paz Montalbán.




Sarah Bernhardt, la divina leyenda con Paz Montalbán.
Fue la mujer más célebre de su época, la primera superestrella internacional en pleno s.. Acabó siendo popular no solo en su país natal, Francia, sino también en los cinco continentes. Y hasta la realeza europea le rendía homenaje embelesada por su halo hechizador.
El escritor norteamericano Mark Twain dijo de ella: “Hay cinco clases de actrices: actrices malas, actrices regulares, actrices buenas, grandes actrices y… Sarah Bernhardt”. Fue fuente de inspiración para el escritor francés Marcel Proust. En cambio, el escritor irlandés Bernard Shaw afirmó: “Sarah Bernhardt hace aflorar todas nuestras debilidades y jugar con ellas adulándonos, atormentándonos, emocionándonos… en resumen: engañándonos”. Por eso la llamaron también “La Escandalosa”. Tuvo detractores acérrimos, como el entonces joven estudiante de medicina ruso Antón Chéjov.
Sarah Bernhardt era una mujer que encandilaba por igual al público femenino y masculino y lo conducía, con su arte dramático, a los misterios de la sensualidad y de la ilusión poética. El psiquiatra austríaco Sigmund Freud, ferviente admirador suyo aunque no la trató como paciente, remarcó de ella: “Sarah Bernhardt es un ser singular. Me imagino que en la vida no debe de ser distinta que en el escenario.
Cautivó a muchos hombres y en especial a una mujer, que sucumbieron a sus encantos ancestrales y a su menosprecio a las convenciones sociales. Su arte y su vida tenían un profundo poder sugestivo y fascinante, semejante al de mujeres tan deliciosas como las divas Greta Garbo o María Callas. No obstante, su actriz de culto fue Rachel (1821-1858), que junto a ella misma, ha sido considerada una de las dos grandes trágicas del París decimonónico.
La enigmática Sarah, nació el 22 o 23 de octubre de 1844 en París, se desconoce con exactitud la fecha, ya que la partida de nacimiento desapareció durante la Comuna de cuando el fuego destruyó el ayuntamiento. Era hija de Judith-Julie Bernard una joven judía holandesa que llegó a la capital francesa huyendo de su ciudad natal: Amsterdam. Su padre se desconoce, ya que la actriz nunca quiso revelar su identidad, bien por delicadeza, bien por vergüenza o resentimiento, bien porque lo desconocía. Siempre se especuló sobre su origen, que fue alimentado por las fantasías de los periodistas.
La relación con su madre fue muy difícil, tal y como se desprende del rencor que ensombrece sus memorias. Youle Bernard — nombre con el que quería que la llamaran — era egoísta y neurasténica, debido a la incertidumbre que le provocaba su profesión: era cortesana y su obsesión siempre fue conseguir una buena posición social. La pequeña Sarah pasó su infancia con una niñera campesina en la región de la Bretaña, que apenas le daba cariño. Así pues, sus recuerdos de niñez estuvieron llenos de dramatismo. Recuerdos que, sin duda, forjaron su magnetismo.
Su genialidad se basaba en su compleja personalidad, su acentuada promiscuidad, sus torrenciales pasiones, sus profundos sufrimientos, su belleza inigualable, su encanto personal y su ambición ilimitada. Ingredientes muy selectos, que formaban una combinación explosiva, tal y como podemos comprobar en los espléndidos retratos de la época del fotógrafo francés Nadar.
La vida amorosa de la polifacética actriz fue muy variada, tuvo innumerables y insignes amantes: un príncipe belga, fruto del cual nació su único hijo Maurice Bernhardt; un joven oficial de caballería griego, Aristidis Damala, con el que se casó en Londres en 1882, y al que intentó convertir en actor. El matrimonio sufrió muchos altibajos y finalmente fracasó a causa de la adicción de Aristidis a la morfina.
Fue amiga y amante de grandes personalidades de la época como el artista francés Gustave Doré, el artista checo Alphonse Mucha, el escritor francés Victor Hugo, el escritor inglés Oscar Wilde o la pintora francesa Louise Abbéma retratista oficial de Sarah y la mujer con la que compartiría la mayor parte de su vida.
Louise y Sarah se conocieron gracias al prestigio que sembró la pintora en las numerosas exposiciones que realizó en los salones artísticos parisinos, según parece se encontraron, por primera vez, en el año 1875 porque la actriz quería hacerse un retrato. Desde entonces no se separaron hasta 1923 . Según el poeta simbolista y dandy francés Robert Montesquiou a la pintora los hombres le resultaban indiferentes y así lo reflejó con sarcasmo en su poema “Abîme”. Parece ser que Louise hacía gala de su lesbianismo; con su modo de vestir y su pelo a lo garçon, tenía una imagen de triunfante masculinidad. Se conservan numerosos retratos de la actriz realizados por ella, así como un medallón de bronce con el busto de Sarah. Fue su fiel acompañante en las distintas tournées que hizo alrededor del mundo y estuvo a su lado hasta el día de su muerte.
“La voz de oro” — otro de los apodos que cosechó — murió en su ciudad natal el 26 de marzo de 1923, en los brazos de su hijo Maurice. El cortejo fúnebre fue multitudinario, se dice que despidieron a la divina Sarah entre seiscientas mil y un millón de personas. Existen fotos del acontecimiento con impresionantes imágenes de la capital francesa.
Sus restos mortales yacen en el célebre cementerio parisino de Père Lachaise. Un lugar con encanto, como nuestra protagonista, y que alberga también las tumbas de otras Desconocidas y Fascinantes como Isadora Duncan, Gertrude Stein o Alice B. Toklas, por ejemplo, o la mismísima Rachel.
Sarah Bernhardt se ganó a pulso el apelativo de “la Divina”, por ese magnetismo y por esa energía que la han convertido en una leyenda de la historia de la interpretación en todo el mundo. Su amigo Alphonse Mucha plasmó en espléndidos carteles modernistas los espectáculos teatrales en los que participó. La diva fue siempre fuente de inspiración, un monstruo sagrado para el teatro francés y un elixir para la humanidad entera.
Para saber más:
- “Mi doble vida”, Memorias de Sarah Bernhardt, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1979. Existe una edición en francés.
- “La divina Sarah”, Arthur Gold y Robert Fizdale, ed. Paidós 1993.
Vídeos:
Desconocidas y Fascinantes: Aileen Wournos con Isabel Franc.


Aileen Wournos: La Doncella de la muerte con Isabel Franc.
Poco antes de morir bajo los efectos de una inyección letal, Aileen Carol Wournos juró que volvería del más allá. Condenada a la pena capital por el asesinato de seis hombres (ella confesó que habían sido siete) murió en la prisión estatal de Starke en Florida en octubre del 2002 y apenas unos meses más tarde empezó a rodarse la película Monster basada en su vida.
No tuvo una vida nada fácil. Nació en febrero del 56 (acuario) en Michigan. Su padre, al que no conoció era un pederasta que se suicidó en la cárcel. La madre se casó a los 15 años y abandonó a sus dos hijos Aileen y Keith en 1960 (Aileen 4 años), los dejó a cargo de sus abuelos quienes los adoptaron legalmente y los criaron. Aileen afirmó que su abuelo abusó física y sexualmente de ella en su niñez, y que su abuela era adicta al alcohol. Quedó embarazada a la edad de 14 años, dio a luz en una casa de maternidad de Detroit, la echaron del domicilio familiar y el niño fue dado en adopción.
Sobrevivió ejerciendo la prostitución, se autodefinía como una “prostituta de autopista” y fue detenida y encarcelada en multiples ocasiones por diversos motivos: conducir en estado de embriaguez, desorden público, asalto y robo a mano armada, intento de pasar cheques de banco falsificados, por perturbar la paz (a raíz de arrojar una bola de billar a la cabeza de un camarero), exceso de velocidad, resistencia a la autoridad, etc.
En 1976 se casó con un hombre de 76 años, un matrimonio que duró seis semanas y que fue declarado nulo tras la denuncia del marido por haber sido agredido con su propia caña. Poco después, en un bar gay de Daytona Beach conoció a Tyria Moore, se hicieron amantes, Moore dejó su trabajo como empleada doméstica en un motel. La pareja vivía con los ingresos de Aileen en la prostitución.
La acusaron de haber matado a seis de sus clientes con una pistola del calibre 22. A todos les robó la cartera, las tarjetas de crédito y, en algunos casos también el coche. Fue declarada culpable y condenada a la pena capital, lo que provocó una fuerte polémica. Ella alegó siempre que los había matado en defensa propia porque la habían atacado violentamente e incluso violado. Puede ser cierto ya que, a lo largo del día tenía un buen número de clientes a los que no hizo el menor. Incluso, durante la celebración del juicio, muchos de ellos testificaron a su favor, afirmaron que nunca les había siquiera amenazado y que, al contrario, se sentía muy angustiada por temor a que ellos la atacasen. El juicio estuvo lleno de irregularidades. No fueron aceptados diversos estudios que demostraban y daban razones contundentes del por qué las prostitutas tienen más posibilidades de ser violadas y confirmaban que la policía casi nunca investiga las agresiones a este colectivo, ni los crímenes, que suelen ser achacados al consumo de drogas, ajustes de cuentas o motivos similares.
En el juicio se ocultaron pruebas, se silenció la brutalidad de la que había sido víctima en su propia casa, no fueron presentados testimonios imprescindibles y, posteriormente, cuando aparecieron como evidentes, el juez los declaró inadmisibles por haber sido presentados demasiado tarde. Antes de que fuese sentenciada, sus abogados ya habían negociado los contratos para la edición de un libro y la realización de una película sobre el caso de Aileen. El único abogado que se atrevió a cuestionar la conducta de sus colegas en el juicio recibió amenazas de muerte y, más tarde, fue retirado del caso. Otro dato a destacar son las repetidas referencias de los fiscales a las relaciones lésbicas de Aileen lo que hizo que el puritanismo social se volcara en su contra. Se ha constatado que el ochenta por ciento de mujeres que esperan su ejecución en el corredor de la muerte en Florida son lesbianas.
Fue condenada a pena de muerte y ejecutada en octubre de 2002; en febrero del 2003 Charlize Theron recogía el Oscar por su interpretación en la película Monster. En el guión, la historia está tergiversada. La película se centra, casi exclusivamente, en su truculenta relación con Tyria. Aileen aparece como un auténtico monstruo de modales varoniles y ordinarios, que mataba a los hombres por el simple hecho de serlo. Pero las últimas personas que la vieron aseguran que estaba loca y que deberían haberla internado en un hospital psiquiátrico en lugar de ejecutarla.
En cualquier caso, hay muchos datos que demuestran lo injusta que fue su muerte. Dos más para concluir: la policía hizo un trato con Tyria Moore: si declaraba contra Aileen le concedían la inmunidad. Tras cartas y llamadas dirigidas a Wuornos, esta cedió y dijo: “Tú haz lo que tengas que hacer. No dejaré que vayas a la cárcel. Si he de confesar, lo haré”. A continuación, Moore firmó varios contratos para libros y guiones cinematográficos, vendiendo su historia.
Y, por último, durante el juicio una tal Arlene Pralle la adoptó porque Jesús le había dicho que así lo hiciera, contrató a un abogado y parecía que la estaba ayudando, pero Aileen no sabía es que cobraba por hacer entrevistas, por una le llegaron a pagar la friolera de 10.000 $.
Hubo manifestaciones de protesta, cartas a la Corte Suprema de Florida pidiendo un nuevo juicio, se crearon comités de ayuda y defensa para esta mujer en San Francisco. Todo fue inútil. Segundos antes de morir, cuando estaba bajo los efectos de la inyección letal exclamó: “Volveré”
Para saber más:
Sue Russell Lethal Intent basado en su vida
Película Monster de Patty Jenkins 2003. Para preparar su papel, Charlize Theron se basó, en gran parte, en el documental de 1992 Aileen Wuornos: The Selling of a Serial Killer, dirigido por Nick Broomfield.
Hay una referencia al caso en No me llames cariño (Capítulo 3)
en youtube varios documentos donde habla.
Música:
Mad about you Hooverphonic
Help me Nina Hagen
Desconocidas y Fascinantes: Audre Lorde, una amazona guerrera con Kika Fumero.
Desconocidas y Fascinantes: Audre Lorde, una amazona guerrera con Kika Fumero.
“A Isabel Franc, con todo mi cariño”
Mujer negra, lesbiana, madre, poeta, feminista: ésta era su carta de presentación personal. Le gustaba desplegar su múltiple identidad, y se anticipaba así, de algún modo, a la teoría queer. Lorde fue siempre “la otra” o “la rara” incluso en aquellos círculos a los que, por su condición sexual o ideológica, pertenecía. Un día el fantasma de la muerte se coló en su vida y la convirtió en una amazona guerrera. El cáncer de mama la tuvo 14 años en jaque. A lo largo de ese período, Lorde no cesó de darnos lecciones como mujer y de convertirse en todo un ejemplo para seguir.
En 1934, en Harlem, ciudad de Nueva York, nació una de las poetas y ensayistas más comprometidas en la historia del feminismo: Audrey Geraldine Lorde, hija de inmigrantes antillanos. La poesía fue un lenguaje innato para ella, su medio natural para comunicarse con los demás. Así nos lo narraba:
“Antes hablaba en verso. Leía poesías y las aprendía de memoria. Cuando me preguntaban: ¿qué te parece, Audre?, les recitaba una poesía. En otras palabras, me comunicaba literalmente por medio de la poesía. Y cuando no pude encontrar poemas que expresaran lo que sentía, entonces me puse a escribir lo míos; esto ocurrió cuando tenía doce o trece años”.
Desde su infancia, la rebeldía se hizo lugar en sus primeras decisiones. Como anécdota les contaré que su nombre real era Audrey, pero, cuando aprendió a escribirlo, decidió que el rabito de la “y” no le gustaba, y suprimió la letra. Chica lista: ¡Para qué complicarse la vida cuando la solución era tan fácil!
Tuvo amores lésbicos en su juventud y sufrió la homofobia en su propia piel al intentar adherirse al Harlemn Writers Guild (una asociación de escritores de la época) en los años 50. Pero ella no se rindió: frecuentó los círculos culturales gays de Greenwich Village, se graduó en Literatura y Filosofía, fue bibliotecaria, docente, activista social, cofundadora de The Kitchen Table-Women of Color Press (Editorial de mujeres de color La Mesa de Cocina), codirectora del periódico lésbico Chrysalis… ¡Qué decir! Hay niños que nacen con un pan bajo el brazo: Audre Lorde nació con un discurso activista perfectamente hilado bajo el suyo. Y digo “activista” en el más amplio sentido de la palabra. Como mujer negra y lesbiana, luchó contra el sexismo, el racismo y la homofobia. No había tiempo para la retaguardia: la vida no le daba tregua.
Lo más discreto que llegó a hacer fue casarse en 1962 con el abogado Edward Rollins, con quien tuvo a sus dos hijas. La pareja se divorció en 1970, dos años después de que Lorde conociera a quien fuera el amor de su vida: Frances Louis, la mujer que la acompañó en las duras batallas que como amazona tuvo que lidiar con la sociedad y con el cáncer de mama. Con ella compartiría 19 años de su vida.
Sus dos primeros libros de poesía, Las primeras ciudades y Cables hacia el odio (publicados en 1968 y 1979, respectivamente), no tienen contenido lésbico. Éste último estuvo marcado por la ira hacia el sexismo y el racismo que reinaban en aquella época en EE.UU. En 1971 leyó por primera vez un poema suyo que evocaba el amor entre dos mujeres: Martha. Dicho poema fue rechazado por su editor para incluirlo en su tercer volumen de poesía, De una tierra donde otras personas viven, que fue nominado para el Premio Nacional del libro. En él, Audre reflejaba ya con rebeldía y rabia la injusticia global.
Lo que no la mataba, la hacía más fuerte. Siempre fue “la diferente”: se sentía discriminada por los hombres por ser mujer, por las feministas blancas que no aceptaban su color de piel y por otras mujeres negras feministas que no aceptaban su orientación sexual. Lorde tenía todas las papeletas para ganarse la discriminación en cualquier lotería o circunstancia en que la vida la pusiera. Si bien es cierto que esto fue motivo constante de dolor, también es verdad que lo convirtió en fuente de energía. Estaba tan acostumbrada a la discriminación, que desarrolló un don especial para moverse en ella y, desde ella, batallar con las injusticias y actuar. En este sentido, la poesía era un canal perfecto en el que verter la rabia e impotencia que le asaltaban a lo largo del camino. Lean, si no, este poema suyo:
Quién dijo que era simple
Tiene tantas raíces el árbol de la rabia
que a veces las ramas se quiebran
antes de dar frutos.
Sentadas en Nedicks
las mujeres se reúnen antes de marchar
hablando de las problemáticas muchachas
que contratan para quedar libres.
Un empleado casi blanco posterga
a un hermano que espera para atenderlas primero
y las damas no advierten ni rechazan
los placeres más sutiles de su esclavitud.
Pero yo que estoy limitada por mi espejo
además de por mi cama
veo causas en el color
además de en el sexo
y me siento aquí preguntándome
cuál de mis yo sobrevivirá
a todas estas liberaciones.
Fue una mujer valiente, inteligente, luchadora, brillante. Sus principios y sus valores constituían la piel que vestía su cuerpo: imposible arrancárselos sin matarla. Combatió estoicamente y con audacia con tres frentes: la liberación afroamericana, la liberación de las mujeres y la liberación de lesbianas y gays. Su obra es una simbiosis del compromiso social y humano que corría por sus venas, así como del pacto con la verdad que le nacía desde el epicentro de su ser, un pacto cada vez más estrecho con el pasar de los años: “siento que tengo un deber de decir la verdad tal como la veo y compartir no solamente mis triunfos o aquello que se siente bien, sino también el dolor, el intenso, y muchas veces irreducible, dolor”.
Cuenta la leyenda que las amazonas de la mitología griega se mutilaban un pecho con el fin de usar mejor el arco y la flecha. Ellas eran amazonas por elección, pero Audre Lorde lo fue por imposición. Cuando tenía alrededor de 40 años le diagnosticaron un cáncer de mama. En sus Diarios de un cáncer, ella misma nos narra cómo su vida sufrió un alto y tuvo que pararse en seco. Su compromiso siguió dirigido a las mujeres y tenía la misma perspectiva, sólo que las armas de nuestra guerrera fueron otras a partir de entonces. Lorde se valió del cáncer para combatir el sexismo y el poder patriarcal tan imperioso que se mueve alrededor de esta enfermedad en general, y de la prótesis desde un punto moral, en particular. Se propone firmemente luchar contra el silencio y pasar al lenguaje y a la acción. Hagan un esfuerzo y escuchen sus palabras:
“La prótesis ofrece el consuelo vacío de ‘Nadie va a notar la diferencia’. Pero es precisamente esa diferencia la que yo quiero afirmar, porque la he vivido, y sobrevivido, y quiero compartir esa fortaleza con otras mujeres. Si vamos a traducir el silencio que rodea el cáncer de mama al lenguaje y la acción contra este mal, entonces el primer paso es que las mujeres con mastectomías se hagan visibles unas a otras. Porque el silencio y la invisibilidad van de la mano de la impotencia”.
Audre, por supuesto, no aceptó las prótesis, a pesar del enfado de las enfermeras y de la reprimenda de su médico, quien no pestañeó al aconsejarle que las prótesis eran fundamentales a la hora de reinsertarse en el mundo social y laboral. Sí, queridas lectoras, ¡ríanse ustedes! ¡Precisamente a ella venían a hablarle de discriminación! “Sugerir que la prótesis es una solución a la discriminación laboral es como decir que la forma de luchar contra el prejuicio racista es que los negros simulen ser blancos”. Ésta era Audre Lorde.
Tras más de 14 años de lucha y 3 años después de que su relación sentimental con Frances Louis, su compañera de vida, se disolviera, la vida de nuestra querida amazona tocó su fin. El 17 de noviembre de 1992, aquella guerrera amante de las mujeres que vivió por y para nosotras, jugó su última carta y abandonó la partida. Contaba con 54 años. A su lado estaba la mujer que la acompañó en sus últimos años: la profesora y activista Gloria I. Joseph.
En una ceremonia africana, antes de fallecer, Lorde tomó el nombre de Gambda Adisa, que significa “guerrera que hace saber su significado”. Sobran las palabras.
Y ahora les dejo con la lectura de dos de sus poemas más emblemáticos.
Mujer [pertenece a su séptimo libro de poemas, El unicornio negro, del que Adrienne Rich, íntima amiga de la poeta, dijo: "Audre Lorde se niega a circunscribirse a una única identidad simple. Escribe como mujer negra, como madre, como hija, como lesbiana, como feminista, como visionaria"]
Sueño con un lugar entre tus pechos
para construir mi casa como un refugio
donde siembro
en tu cuerpo
una cosecha infinita
donde la roca más común
es piedra de la luna y ópalo ébano
que da leche a todos mis deseos
y tu noche cae sobre mí
como una lluvia que nutre.
Afuera [pertenece también a su libro de poemas El unicornio negro]
En el centro de una ciudad cruel y fantasmal
todas las cosas naturales son extrañas.
Crecí en una confusión genuina
entre césped y maleza y flores
y lo que significaba de color
excepto la ropa que no se podía blanquear
y nadie me llamó negra de mierda
hasta que tuve trece.
Nadie linchó a mi mamá
pero lo que nunca había sido
había blanqueado su cara de todo
excepto de furias muy privadas
e hizo que los otros chicos
me llamaran agrandada en la escuela.
Y cuántas veces he vuelto a llamarme
a través de mis huesos confusión
negra
como médula queriendo decir carne
y cuántas veces me cortaste
e hiciste correr en las calles
mi propia sangre
quién creés que soy
que estás aterrorizado de transformarte
o qué ves en mi cara
que no hayas descartado ya
en tu propio espejo
qué cara ves en mis ojos
que algún día
vas a
reconocer como la tuya
A quién maldeciré por haber crecido
creyendo en la cara de mi madre
o por haber vivido temiendo la oscuridad potente
usando la forma de mi padre
ambos me marcaron
con su amor ciego y terrible
y ahora estoy lasciva por mi propio nombre.
Entre los cañones de sus terribles silencios
Madre brillante y padre marrón
busco ahora mis propias formas
porque nunca hablaron de mí
excepto como suya
y los pedazos con que tropiezo y me caigo
aún registro como prueba
de que soy hermosa
dos veces
bendecida con las imágenes
de quienes fueron
y quienes pensé alguna vez que eran
de lo que traslado
hacia y a través
y lo que necesito
dejar detrás de mí
más que nada
estoy bendecida en los seres que soy
que han venido a hacer de nuestras caras rotas
un todo.
Más información:
- Biografía de Audre Lord: http://es.wikipedia.org/wiki/Audre_Lorde
- Documental The edge of each other battle: the vision of Audre Lorde, realizado por Jennifer Abod.
Desconocidas y Fascinantes: Katherine Mansfield, la diosa de los diarios




Katherine Mansfield, la diosa de los diarios con Thais Morales.
Todo está relacionado. El hilo de Ariadna de las D&F nos lleva hoy a hablar de Katherine Mansfield, una escritora de Nueva Zelanda que murió cerca de París, en el instituto Gurdjieff de Fointainebleau, ¿recordáis este nombre? Gurdjieff fue el maestro espiritual de una vieja conocida de esta sección, Margaret Anderson, la fundadora de The Little Review. Segunda conexión con nuestras D&F de este hilo caprichoso e infinito de Ariadna: Mansfield murió de tuberculosis, enfermedad a la que dedicó parte de su vida Alberta Lucille Hart, del que hablamos también hace unas semanas por ser el primer transexual de mujer a hombre de Estados Unidos.
Katherine Mansfield es la escritora más famosa de Nueva Zelanda. En realidad se llamaba Kathleen Beauchamp y nació 1888, en Wellington, ciudad que abandonó para ir a estudiar a Londres, al Queen’s College, con sus hermanas. Allí conoció a la que sería su compañera inseparable durante toda su vida: la escritora Ida Baker. Para entender la relación que mantuvieron sirve apuntar, como detalle significativo, que el segundo nombre de Baker era Constance y que esta cualidad era uno de los rasgos de su carácter en su relación con Katherine. Ida fue, como su segundo nombre indica, constante como la confidente de Katherine, como su compañera, como su ama de llaves y como su enfermera. Y Katherine correspondió a esa fidelidad y a esa solidez llamándola ‘mi montaña’, ‘mi esclava’ o el más poético, ‘mi albatros’.
Además de Ida y antes de que su relación se consolidara del todo, Katherine vivió dos historias con sendas mujeres, que le llevarían a escribir su único relato explícitamente lésbico en 1907, ‘Leves amores’. Se trata de un cuento de una página que explica una cita entre dos mujeres que van a cenar y a la ópera. Y en el que lo que no se cuenta es lo más evidente.
La primera de sus amantes fue Maata Mahupuku, hija de una mujer occidental y del hermano del jefe aborigen, Tamahau Mahupuku, de los Wairarapa. Maata conoció a Mansfield en 1900 cuando las dos iban a la escuela de Miss Swainson en Nueva Zelanda. Es probable que su relación comenzara antes de que Mansfield viajara por primera vez a Londres, donde se reencontraron en 1906. Aunque en aquella época londinense Katherine ya estaba saliendo con Ida Baker, su idilio con Maata continuó cuando las dos regresaron a Wellington. En junio de 1907 escribió: “Quiero a Maata, la deseo desesperadamente. Es impuro, pero es real”.
La segunda relación de aquella época fue con Edith Bendall. Bendall era nueve años mayor que Katherine y fue la escritora quien se atrevió a dar el primer paso invitándola a quedarse en su casa una noche que sus padres no estaban. El 1 de junio de 1907, Mansfield escribió en su diario: “He pasado la noche en sus brazos y hoy la odio, algo que si lo analizo significa que la adoro; que no puedo estar en mi cama sin sentir la magia de su cuerpo. Siento de manera mucho más poderosa los impulsos sexuales estando con ella que con un hombre. Me esclaviza, me seduce, y a toda ella y a su cuerpo los adoro”.
Edith Bendall se casó con un maestro de escuela y murió a la longeva edad de 107 años, en 1986. Cuando falleció ya había olvidado su matrimonio, pero aún recordaba su relación con Katherine. Se sabe que guardó las cartas de la escritora durante casi toda su vida, aunque se desconoce dónde fueron a parar tras su desaparición.
En 1907 la relación de Katherine con su familia iba a cambiar. Fue el año que escribió el relato ‘Leves amores’. Tras redactarlo a mano, le pidió a la secretaria de su padre, Mattie Putnam, que lo pasara a máquina. Mattie, inquieta ante lo que acababa de leer, se lo mostró al señor Mansfield y es más que probable que aquella lectura inesperada desencadenara una tormenta de problemas que finalizó el día que Katherine abandonó Nueva Zelanda, en 1908, para no volver nunca jamás.
Se fue a Londres, con una asignación mensual de 100 libras, y en la capital conoció a D. H. Lawrence y a Virginia Woolf. Pero en Londres no todo iba a ser perfecto para la joven Mansfield. En aquellos años conoció a un chico llamado Garnet Trowell, del que se quedó embarazada. Aquel segundo escándalo después de la escritura de ‘Leves amires’, exigió la presencia de su madre, Annie, en Londres a principios de 1909. La señora Mansfield recogió a su hija y se la llevó a Bad Wörsihofen, un sanatorio de Baviera, para mantener el embarazo en secreto y, de paso, curar a su hija de su lesbianismo. Annie estaba al corriente de la relación de Katherine con Ida Baker y no le hacía muy feliz saber que su hija mantenía esa clase de relaciones. El primer ‘problema’ de Katherine, el embarazo, acabó pronto, ya que la escritora sufrió un aborto. El segundo, en cambio, perduró hasta el final de sus días.
Y eso que Katherine empezó en 1911 una relación con el editor John Middleton Murry, con el que acabó casándose en 1918 para formar un matrimonio complicado, por llamarlo de alguna manera, debido a la presencia constante de Ida Baker en la vida de la escritora.
En diciembre de 1917, enfermó de tuberculosis y comenzó a viajar por Europa en busca de una cura para su enfermedad. Finalmente eligió un balneario, el centro Gurdjieff, cerca de París para quedarse una temporada. Como suele ocurrir en estos casos de marcado aire romántico, el apogeo y la madurez creativa de Mansfield coincidió con el final de su corta vida. El 9 de enero de 1923, a los 34 años, Katherine Mansfield murió a causa de una hemorragia después de subir corriendo unas escaleras para demostrarle a John Middleton, que había ido a visitarla, su recuperación.
Unos días antes había escrito en su Diario: “Quiero la tierra y sus maravillas: el mar, el sol. Quiero penetrar en él, ser parte de él, vivir en él, aprender de él, perder todo lo que es superficial y adquirido en mí, volverme un ser humano consciente y sincero. Al comprenderme a mí misma quiero comprender a los demás. Quiero realizar todo lo que soy capaz de hacer… trabajar con mis manos, mi corazón y mi cerebro. Quisiera tener un jardín, una casita, hierba, animales, libros, cuadros, música. Y sacar de todo esto lo que quiero escribir; expresar todas estas cosas… Quiero vivir la vida cálida, anhelante, viva, tener raíces en la vida, aprender, desear, saber, sentir, pensar, actuar, eso es lo que quiero, a donde debo tratar de llegar”.
Los Diarios de Mansfield son su gran obra. Los escribió sin pensar que iban a ser publicados, lo que les otorga la cualidad de la sinceridad absoluta e incondicional, de manera que leerlos es como leer el proceso de su mente: cómo creaba escenas, cómo utiliza hechos de la vida cotidiana para trabajarlos creativamente después. “Cuando escriba sobre el violín debo recordar ese modo de subir levemente y de hundirse lastimeramente; el modo cómo busca”, escribe en sus cuadernos. O, en otra entrada: “Lumbago. Es algo muy extraño. Tan inesperado, tan doloroso; debo recordarlo cuando escriba sobre un viejo. El gesto de levantarse, la pausa, la expresión enfurecida, y, cómo, por la noche, en la cama, uno tiene la impresión de quedar aherrojado”.
Katherine fue una escritora nata. Ni siquiera cuando alcanzó cierta fama creyó haber logrado un mínimo grado de perfección narrativa. “Sólo estoy rozando la superficie, estoy en la superficie”, decía una y otra vez en sus diarios, en los que la actitud hacia su obra es sana, austera, humorística. Huye de la vanidad, de los celos literarios y, aunque en los últimos años de su vida supiera que era una autora de éxito, no hay ni una sola alusión al respecto.
Para acabar anotaré dos las opiniones de dos diosas de la literatura: Virginia Woolf y de la escritora brasileña, Clarice Lispector.
“Katherine Mansfield”, decía la Woolf, “ha producido la única literatura que me ha hecho sentir celos. Sus escritos son el espectáculo de una mente privilegiada”.
Clarice Lispector, dijo de ella: “A los 15 años entré en una librería y uno de los libros que abrí contenía frases tan diferentes que me quedé leyendo, atrapada, allí mismo. Emocionada, pensé: “Pero si este libro soy yo”. Sólo después me enteré de que Katherine Mansfield está entre los mejores escritores de su época”.
Sobre la escritora
Ihimaera, Witi. ‘Dear Miss Mansfield: A Tribute to Kathleen Mansfield Beauchamp’. Viking Press. En esta obra se incluye la novela ‘Maat’, donde el autor recrea la historia de amor entre Mansfield y Maata.
Obras de Katherine Mansfield
‘Cuentos completos’. Alba editorial
‘Diario’. Ediciones B / Bolsillo
‘En un balneario alemán’. Alba editorial
Música
Lana del Rey
Desconocidas y Fascinantes: Soeur Sourire con Virginia Garzón.




Soeur Sourire, una mujer estrellada con Virginia Garzón.
Jeannine Deckers nació en Bruselas, Bélgica, en 1933. Sus padres regentaban una panadería próspera en el mismo centro de la capital. Tuvo una infancia y adolescencia grises, según sus propias palabras. De carácter taciturno y aspecto robusto, recibió a los quince años el apodo de osezno concentrado. Su sueño era ser misionera en África.
A los veintiséis años, y con ocasión de unas colonias de verano en las que Jeannine era monitora, conoció a Annie Pécher, once años más joven y con quien empezaría una larga amistad. Pasado el verano, decidió consagrarse a la vida religiosa. Seducida por la figura de San Benedicto, del que admiraba su alegría, simplicidad y gusto por la verdad, ingresó en el convento de las monjas dominicas de Fichermont, en Waterloo, convirtiéndose en la hermana Luc-Gabriel.
Años más tarde confesaría en su diario íntimo que la decisión de entrar en el convento se debió a la voluntad de valorarse, de huir del autoritarismo de su madre y de vivir en un entorno en el que ésta no pudiera ni alcanzarla ni superarla. La relación con su madre la marcó de por vida. También en su diario llegó a confesar “Quiero matar a mi madre; quiero cortar para siempre el cordón umbilical”.
Refugiada en el convento, sus compañeras enseguida le cogieron cariño por sus composiciones musicales. Su superiora, consciente de que tenía un diamante en bruto en su congregación, le propuso grabar un disco y negoció un contrato con la discográfica Philips. Para que la monja cantante conservara la humildad, se acordó que en el disco no apareciera ni su nombre ni fotos suyas, sino sólo un seudónimo, Soeur Sourire (Sor Sonrisa), el cual la cantante encontraba estúpido. De hecho, las novicias pronto se lo cambiaron por Soeur Fou-Rire (Sor ataque de risa) porque consideraban que era más acorde con la realidad. En cuanto a los derechos de autoría, y en virtud de los votos de pobreza y de obediencia, los cedió al convento.
Con el disco obtuvo un éxito arrollador a nivel mundial gracias, sobre todo, a la canción Dominique, dedicada al santo fundador de la orden. En Estados Unidos llegó a mantenerse en el puesto número uno durante todo el mes de diciembre, pasando incluso por delante de Elvis Presley y de los Beatles. En quince días, vendió un millón de copias y en 1964 ganó un Grammy en la categoría Mejor Gospel u otra canción religiosa. Más tarde, se editó en alemán, griego, japonés, coreano, neerlandés y se versionó al jazz.
Sin embargo, nuestra protagonista no tenía ni idea del fenómeno musical en el que se había convertido: sus superioras se lo habían ocultado a conciencia. Afortunadamente su anonimato despertó la curiosidad de la prensa y, tras muchas conjeturas, el famosísimo presentador norteamericano Ed Sullivan, ávido por conocer la identidad real de la cantante, se presentó en el convento de Fichermont para entrevistarla. Fue entonces cuando Jeannine descubrió todo lo que ocurría.
Poco después empezó a cuestionarse el sentido de la vida monástica: “Estoy harta, harta, harta. Estoy harta de estudiar textos, de comprender ideas, de retener conceptos, tesis, hipótesis, antítesis y síntesis. ¡Estoy harta de dogmas y de análisis!” Y así, en julio de 1966, dejó los hábitos. Antes de marcharse, firmó varios documentos con el abogado del convento según los cuales él se encargaría de gestionar sus asuntos e intereses financieros. También rescindió el contrato con Philips como Soeur Sourire, renunciando al uso de dicho seudónimo, incluso en otros idiomas. Utilizó entonces el nombre de Luc Dominique, con el que firmó otro contrato con Philips y publicó un segundo disco.
Pasó entonces a vivir junto a su amiga Annie, con quien compartía su fe, una vida de monja laica fuera de los muros del convento. Tras varias peticiones a las autoridades eclesiásticas en Roma por parte de las dos, se celebró una ceremonia en la que ambas se comprometieron como hermanas laicas, lo que implicaba una vida de devoción a Dios y de celibato.
La primera canción de esta nueva etapa llevaba por título su nuevo nombre, Luc Dominique. La compuso para subrayar la muerte de Soeur Sourire y para reclamar el derecho a evolucionar y vivir consagrada fuera del convento. Vinieron luego temas controvertidos con los que criticaba el celibato, a los hombres (a los que tildaba de violentos y dominadores), a la Iglesia Católica y al conservadurismo. Pero, el mayor escándalo lo provocó con la canción La Pilule d’or (la pastilla de oro), una oda a la píldora anticonceptiva que el mismísimo Vaticano acabó condenando.
Esta etapa de denuncia y de atrevimiento contrastaba con su negativa a reconocer su homosexualidad. Si bien tanto la prensa como las religiosas del convento de Fichermont afirmaban que Jeannine y Annie eran una pareja lesbiana, ella lo negaba con rotundidad una y otra vez. Tal y como atestigua su diario íntimo, pasó toda una década defendiendo la pureza de su amistad, aunque también dudando de su condición sexual. Al final, confesó amar a Annie y disfrutar del contacto físico con ella. “Y como ahora ya es innegable que soy de otra raza, me lanzo, feliz; incluso feliz por ser diferente”.
En 1968, publicó su diario íntimo, Vivre sa Verité, que no obtuvo mucho éxito. También fue un fracaso el segundo disco y Philips rescindió su contrato. Firmó entonces otro con Hebra y grabó 33 canciones infantiles. A pesar de sus esfuerzos, dejó de cosechar éxitos y empezó a caer un poco en el olvido. Incapaz de asimilarlo, comenzó a ir a terapia. Durante el resto de su vida cambió en numerosas ocasiones de terapeuta y de escuela, necesitada de encontrar la paz interior. Logró salir adelante gracias a sus escritos, sus discos e impartiendo clases de guitarra y, por supuesto, al apoyo incondicional de Annie. Trabajaban también juntas en el centro Sainte-Claire, fundado por Annie para cuidar a niños y niñas con problemas, sobretodo autistas.
Y entonces empezó la pesadilla: en 1974 el fisco belga reclamó a Jeannine más de 910.000 francos belgas (22.558€) por no haber pagado los impuestos que le correspondían durante su etapa como Soeur Sourire. La monja cantante alegó no haberse apoderado de nada y haberlo donado todo al convento. Por desgracia, el abogado que llevaba estos asuntos falleció y la carpeta que lo recogía todo desapareció de forma misteriosa. Así, nuestra protagonista carecía de cualquier documento probatorio de dichos donativos y el fisco ignoró sus quejas, y la acosó sin descanso.
Pidió ayuda a su antiguo convento, a su primera casa de discos Philips y a numerosos amigos y amigas: las monjas le dieron lo que consideraban que era su parte. Sin embargo Philips no la ayudó en nada y el esfuerzo de algunos amigos tampoco bastó. Desesperada, en 1981 hizo un remix de su famosa canción Dominique para Scalp Records que no cosechó el éxito que esperaba. Y mientras, el fisco continuaba apretando: le comunicaron que se quedaban con sus derechos de autora y le reclamaban lo ingresado como Luc Dominique.
Dos años más tarde Claire-Joie fue reconocido por el gobierno belga como centro de tratamiento de niños y niñas autistas, lo que significaba que podían recibir subvenciones, aunque éstas nunca llegaron. Al no poder hacer frente a las deudas, cerraron sus puertas en 1982.
Ante un monstruoso endeudamiento con intereses acumulados de 99.160€, Jeannine y Annie cayeron en una profunda depresión, agravada por el abuso del alcohol y la ingestión de estupefacientes. Abatidas, el 29 de marzo de 1985 se suicidaron en su apartamento mediante sobredosis de alcohol y barbitúricos.
A pesar del terrible desenlace y de quela Iglesiano aceptaba, ni entonces ni ahora, homosexualidad y suicidio, Jeannine se vio congraciada con dos favores: un oficio religioso común y el derecho a ser enterrada con su amada Annie.
Para saber más:
Luc Maddelein et Leen van den Berg, Sœur Sourire : Journal d’une tragédie, Ed. Luc Pire, Bruxelles, 2005 (ISBN 2-87415-483-0)
El lado oscuro de Soeur Sourire, Óscar Caballero.La Vanguardia, 14/01/09, pág. 28.
Reportajes:
Sept jours du monde - 17/07/1964 - 05min54s (se ve la vida dentro del convento, a SS cantando, confesando que quiere irse de misión al Congo, a América Latina).
http://www.ina.fr/divertissement/chansons/video/CAF90034192/soeur-sourire.fr.html
Luc Dominique - Carrefour - 04.01.1968 - 03’53” (canta la canción Luc Dominique)
http://www.rts.ch/archives/tv/information/carrefour/3439405-soeur-sourire.html
Décès de Soeur Sourire - MIDI 2 - 02/04/1985 - 01min44s (noticia sobre su muerte)
http://www.ina.fr/divertissement/chansons/video/CAB8501216301/deces-de-soeur-sourire.fr.html
Para las cinéfilas :
2009, Sœur Sourire, película franco-belga, de Stijn Coninx
1966, Dominique (The Singing Nun), EEUU, de Henry Koster
Música
Dominique
Luc Dominique
La pillule d’or
Desconocidas y Fascinantes: Annemarie Schwarzenbach con Isabel Franc.
Desconocidas y Fascinantes: Annemarie Schwarzenbach [ 14:40 ] Play Now | Play in Popup | Download (105)

Annemarie Schwarzenbach : Ángel inconsolable con Isabel Franc.
Pelo a lo garçon, expresión triste, cuerpo estilizado; su imagen emana una belleza andrógina difícil de resistir. Quienes la conocieron no quedaron indiferentes ante su enorme atractivo. Roger du Gard la bautizó como El ángel inconsolable y Carson McCullers, le dedicó su libro Reflejos en un ojo dorado. Tenía una inteligencia y una cultura poco frecuentes. Doctora en historia, arqueóloga, reportera, fotógrafa y novelista, reflejó en sus libros tanto las costumbres y los paisajes de los países que visitó como su búsqueda incesante de la felicidad.
Nació en Zurich en 1908, en el seno de una familia rica y conservadora. Su madre, en muchos aspectos, la educó como a un varón. Melómana y controladora, le inculcó su amor por la música, hizo que cursara la primaria en casa y no veía bien que su hija escribiera, porque sentía que en ese espacio no podía dominarla. Cuando en la secundaria, Annemarie ingresó en el instituto, aprovechaba para hacer escapadas al teatro y en una de ellas conoció y se enamoró de una actriz. Su madre, al enterarse la envió a un pensionado para jóvenes de buena familia.
En 1930 conoció a Erika y Klaus Mann, enfants terribles del mundo intelectual alemán, con quienes mantuvo una larga y complicada relación de dependencia, amor y odio. El amor que sintió por Erika nunca fue correspondido. La hija de Thomas Mann la trató siempre como a una hermana menor. (más…)
Desconocidas y Fascinantes: May Sarton con Isabel Franc.


Mary Sarton: Escuchando a las sirenas, con Isabel Franc.
“Profundidad lírica y una asombrosa artesanía en la transparencia caracterizan la poesía de May Sarton. Consistencia, coherencia entre vida y obra, le aseguran un diálogo perdurable con sus lectores, más allá de la ceguera crítica de su época”.
Diana Bellesi.
Escribió más de 53 libros entre novelas, poemarios, ensayos, cuentos infantiles, guiones e incluso una pieza teatral. Algunas de sus obras no han dejado nunca de imprimirse y, sin embargo, para la inmensa mayoría, May Sarton es una completa desconocida.
En su larga vida, sufrió la pérdida de dos compañeras, fue ignorada y descalificada por la crítica, cayó en el olvido y resurgió ya en la madurez, gracias, principalmente, al interés del público Gay y Les que valoró como se merece su novela más conocida: La señora Stevens ha oído cantar a las sirenas.
Hija única de un historiador y una diseñadora, nació en Bélgica en 1912. Cuando contaba cuatro años de edad, su familia se trasladó a Estados Unidos. Su padre fue profesor de historia en la Universidad de Harvard. May estudió en escuelas progresistas. Regresó a Europa y a los 17 años se graduó en Cambridge. y a esa misma edad publicó una serie de sonetos, algunos de ellos incluidos en su primer poemario Encuentro en Abril (1937). En Bélgica estudió en el Instituto de Cultura Francesa. Allí conoció a Marie Closset, musa de su primera novela The Single Hound (1938) y con quien mantuvo una relación sentimental.
Obtuvo la ciudadanía americana en 1924, pero siguió viajando a Europa. En 1931 vivió en París en un ambiente intelectual que tuvo gran influencia en su escritura y conoció a personajes tan decisivos como Virginia Woolf, Elizabeth Bowen o Lugné-Pöe, fundador del Théâtre de L’Oeuvre.
La década de 1950 marcó profundamente a Sarton. Murió su madre y unos años más tarde su compañera Marie Closset. Poco a poco fue superando el dolor de la pérdida gracias, sobre todo, a la ayuda de Judith Matlack, con la que vivió quince años (hasta la muerte de Judith en 1982) y por la que sintió una gran devoción.
Publicada por primera vez en 1965 y reeditada en 1974 con un prólogo de Carolyn Heilbrun, Mrs. Stevens hears the mermaids singing está considerada como su carta de presentación. Trata de una poetisa de 70 años que ha amado a hombres y mujeres y que traba amistad con su jardinero, que le confiesa que es homosexual. Después de su publicación, Sarton perdió su puesto de profesora. Al parecer, de dicho argumento se sacaron conclusiones sobre la vida privada de la autora que no le hicieron ningún bien. Sin embargo, a partir de la reedición, su trabajo empezó a ser valorado e incluso estudiado en las Universidades.
En 1973 Sarton escribió una de sus obras más influyentes, Diario de la soledad, que se convirtió en un referente en los estudios de mujeres e influenció a generaciones de feministas.
Ya de mayor, Sarton eludió la vida pública. A pesar de que su obra era, por fin reconocida, nunca le gustó que la etiquetaran de “escritora lesbiana”. En una entrevista concedida a Paris Review declaró: “Las lesbianas radicales me piden que yo también sea radical, pero no lo soy”
A los 62 años se le detectó un cáncer, tuvo que someterse a una mastectomia. Tras su recuperación, miró de nuevo hacia el futuro y afirmó “Soy yo misma, más de lo que nunca he sido”. Escribió entonces su última novela The Education of Harriet Hartfiled (1990), también censurada con dureza por sectores reaccionarios del estado de New Hampshire. En ella, una mujer de 60 años abre una librería feminista en Boston e intenta tender un puente para vencer el abismo existente entre personas homosexuales y heterosexuales.
Al final de su vida, como la enfermedad la incapacitó para escribir, grababa sus ideas y aún publicaría Llegando a los ochenta, que le valió el premio Levinson de poesía.
Autora de numerosos artículos periodísticos en defensa de los derechos de la mujer May Sarton falleció en 1995 a los 83 años, en un centro hospitalario de York, Maine, EE UU, consciente de que el reconocimiento le había llegado tarde y sin demasiado consuelo por el gran número de cartas que recibía de sus fans. Pero, ese reconocimiento seguirá creciendo hasta alcanzar el espacio que le corresponde en la historia de la literatura.
Para saber más: Existe bastante material sobre esta autora, en inglés, apuntamos dos textos que tratan su biografía: May Sarton. A Self-Portrait de Marita Simpson y Martha Wheelock, 1986 I May Sarton: A Biography de Margot Peters, 1997.
Publicó también una autobiografía I knew a phoenix (1959) y un diario sobre su 82º año de vida.-
http://www25.uua.org/uuhs/duub/articles/maysarton.html
http://www.poets.org/poet.php/prmPID/653
Muy recomendable el film Mrs. Stevens hears the mermaids singing que se proyectó en el Festival Internacional de Cinema Gai i Lèsbic de Barcelona 2006
Desconocidas y Fascinantes: Bessie Smith con Eulàlia Amigó.



Bessie Smith: La emperatriz del blues.
Era una mujer que no entraba en los cánones de belleza de la época en que vivió: alta, corpulenta, pobre y… negra. No poseía ninguna de las cualidades que se requerían para triunfar y, sin embargo, lo consiguió. Tenía una voz potente y grave de contralto: una tesitura poco frecuente, pero que podemos encontrar en otras grandes damas de la música negra: Ma Rainey y la diva del gospel Mahalia Jackson.
Estamos hablando de la Emperatriz del blues: Bessie Smith, que nació en 1892 o 1894, según las diferentes versiones, debido a la escasez de partidas de nacimiento entre la población negra. Era oriunda del profundo sur de EE.UU, de un estado cercano al Delta del Mississippi, cuna del blues: una localidad llamada Chattanooga, próxima a Nashville y Memphis, epicentros del country y del blues respectivamente, las almas musicales del país.
Bessie formaba parte de una familia numerosa de origen humilde, pertenecía a lo que podría calificarse como una familia musical: su padre era predicador y varios de sus hermanos músicos de profesión. Hay una fecha clave en la vida de nuestra blueswoman: en el año 1912 su hermano mayor regresó de una gira con una compañía de músicos ambulantes y le proporcionó la posibilidad de hacer una prueba con la misma troupe de la que él formaba parte. Fue contratada como bailarina porque la banda ya tenía una cantante, ni más ni menos que Ma Rainey, considerada su principal mentora. A pesar de que se ha especulado mucho sobre la influencia de Ma respecto a la Emperatriz, se cree que solo se reduciría a su puesta en escena.
En los años siguientes, nuestra protagonista, desempeñó un papel importante en el TOBA (Circuito de Empresarios Teatrales Negros), gracias al cual fue la estrella más rutilante.
Aunque T. A. Edison, inventor de la bombilla eléctrica y del gramófono, la rechazó por considerarla poco comercial, Bessie empezó a grabar con la Columbia Records, compañía con la que alcanzó el estrellato. Su disco debut “Downhearted blues”, versión de una canción de Alberta Hunter, vendió la asombrosa cantidad de 780.000 copias en 6 meses, por esta razón fue la cantante elegida para encabezar una nueva línea de discos dirigidos exclusivamente al público negro.
Llegó a ser una mujer adinerada: ganaba 2000 dólares semanales. Formó su propia compañía que alcanzó los 40 miembros y viajaba en su propio vagón de tren. Por aquel entonces se casó, matrimonio que resultó tempestuoso, con infidelidades por ambas partes y maltratos por parte de su marido, aunque las relaciones extramatrimoniales de Bessie eran con mujeres.
Sabemos gracias al testimonio de su sobrina Ruby Walker, que en la compañía había al menos una bailarina abiertamente lesbiana, a pesar de que estaba casada, llamada Boula Lee y que tenía relaciones con otras coristas. En una ocasión su sobrina consiguió trabajo como bailarina a una amiga con escasa experiencia. Después de unos meses, su tía le confesó que le gustaba esa chica. A lo que ella contestó ingenuamente “Es cierto, ha mejorado mucho”. Bessie la miró socarronamente “No entiendes nada” y se fue con la chica en cuestión: Lillian Simpson. También tenemos constancia de que en otra ocasión Boula Lee se enzarzó con la propia Ruby al creer que una de las integrantes de la compañía le tiraba los tejos. Todo ello, desembocó en la separación del matrimonio.
Los felices años 20 llegaron a su fin y con ellos el declive de la Emperatriz: la Gran Depresión acabó con la industria discográfica y la irrupción del cine sonoro dejó herido de muerte el género del vodevil y de los tent shows, espectáculos de variedades con números musicales, teatrales y cómicos de carácter itinerante, que se celebraban bien en teatros de la TOBA, bien en carpas al aire libre, de allí el nombre de tent (que significa carpa).
Pasó sus últimos años trabajando en un bar y murió cruelmente atropellada en 1937 en Clarksdale, Mississippi. Se barajó la hipótesis de que su muerte fue debida al hecho de no haber sido admitida en un hospital para blancos, lo que es inverosímil porque en el profundo sur y una época donde reinaba la segregación era impensable llevar a una persona negra a un recinto de blancos.
El funeral de la malograda cantante fue multitudinario, según cuentan las crónicas de la época. Sin embargó, cayó en el olvido ya que su ex-marido impidió poner una lápida conmemorativa. Incluso se apropió de las donaciones recaudadas a tal efecto.
Hubo que esperar hasta el año 1970 para que la activista por los derechos raciales Juanita Green y la cantante Janis Joplin, la recordaran poniendo la lápida en su tumba ya que fue una artista referente para otras estrellas de la música negra, como por ejemplo, la cantante de jazz Billie Holiday.
Bessie Smith surgió de la nada y volvió a ella; pero tuvo el coraje de enfrentarse a la sociedad de su época y de rechazar los valores establecidos en sus canciones, canciones que se han convertido en una de las piedras angulares del patrimonio musical afroamericano.
Eulàlia Amigó
Para saber más:
Biografía en inglés “Bessie Smith: Empress of the Blues”, Chris Albertson. Además se puede encontrar más información en el libro de Angela Davis “Blues Legacies and Black Feminism”.
Youtube:
(Bessie Smith - St. Louis Blues, 1929).
Canciones:
“Downhearted blues”, “St. Louis Blues”, “Backwater blues” y “Nobody knows you when you’re down and out”.
Eulàlia Amigó
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