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Desconocidas y Fascinantes: Daphne du Maurier con Thais Morales.

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Daphne du Maurier con Thais Morales.

Anoche soñé que volvía a Manderley…

¿Venecia o Cairo? No hablamos de la propuesta de una agencia de viajes. Sino de Daphne du Maurier, la mujer que escribió la historia de una de las obsesiones lésbicas más famosas de la historia: la de la señora Danvers con la señora De Winters, a quien conoceréis mejor si la llamo Rebecca.

¿Y qué tiene que ver Venecia y Cairo con esta autora, artífice de Rebecca, gracias a cuya película dirigida por Alfred Hitchcock, nació el nombre de una prenda tan otoñal como retro, la rebeca?

Pues que Daphne, aunque estuvo casada con Tommy Browning y jamás se separó de él, tenía una tendencia más que dudosa hacia las mujeres, una tendencia, como ella la llamaba, veneciana. Cairo, claro, era el universo heterosexual.

Daphe escribió en una de sus cartas: “Me gustaría escuchar una discusión, entre dos científicos, acerca de los méritos de Cairo (hombre y mujer) versus Venecia”. Daphne pensaba que Venecia ganaría, al menos para ella, porque se sentía más segura… en Venecia. Y, entonces, cuando discutía con sus amigos acerca de esta doble posibilidad y se daba cuenta de su preferencia, dudaba, gritaba y se debatía: “Dios, dios”, exclamaba, “no lo sé. Realmente yo… ¡debería haber sido un chico!”.

Su padre, Gerald du Marier, con quien mantuvo una estrecha relación –demasiado estrecha según algunas versiones de la época reproducidas en la prensa británica actual- habría deseado que Daphne fuese un chico. Como ella misma deseó al cabo de los años.

En 1947, Daphne, casada desde 1932 con Tom y madre de 3 hijos, se enamoró de una mujer. No fue la primera vez y tampoco sería la última.

Hacía 20 años ya tuvo una aventura con una profesora en París.

Esa mujer que hizo que su mundo de escritora de éxito, madre y esposa más o menos fiel, se viniera abajo. Su némesis fue Ellen Doubleday, la esposa de su editor en Estados Unidos, Nelson Doubleday.

Se conocieron cuando Du Maurier fue acusada de plagio por su novela más famosa, ‘Rebecca’, escrita en 1938. Tuvo que viajar a estados Unidos para responder a las acusaciones y mientras estaba en el Queen Mary, durante el segundo día de travesía atlántica, alguien llamó a su puerta: era Ellen. En la biografía de Margaret Foster, esta escribe: “En una carta que Daphne le escribió a Ellen de vuelta ya en Inglaterra, le explicó cómo, al verla, había retrocedido veinte años en el tiempo hasta que era un chico –sí, decía chico- de 18 años, nervioso, incurablemente romántico y deseando ponerle su abrigo como alfombra”. Sus sentimientos de excitación eran inseparables, no obstante de un intenso sentimiento de terror.

Ellen era Cairo, así que, aunque siempre fue muy amiga de Daphne, le dejó claro desde el principio que no se acostaría con ella. Gracias a esta negativa disponemos de las cartas más intensas de Daphne, en las que la escritora habla acerca de sus sentimientos en conflicto a causa de la atracción que sentía por las mujeres.

La idea de ser un hombre en realidad y no una mujer, le venía de lejos y se repetía continuamente en su vida. En una carta a Ellen escribe: “He crecido con la mentalidad y el corazón de un chico. Por eso a los 18 años, me enamoré, como un chico lo habría hecho, de alguien que era 12 años mayor que yo”. Y amó a esa persona de todas las maneras posibles. Pero entonces, el chico se dio cuenta de que tenía que crecer y dejar de ser un chico. Así que se convirtió en una chica y el chico quedó encerrado para siempre en una caja. Du Maurier escribió sus libros y tuvo sus pretendientes masculinos y más tarde un marido e hijos y hasta un amantes. Pero a veces abría la caja y dejaba que el fantasma, que no era ni hombre ni mujer, sino un espíritu sin límites, bailara por las tardes cuando nadie podía verla”.

Curiosamente la caja tiene su paralelismo en ‘Rebecca’. La protagonista que da título a la obra, de la que se dice que tenía el rostro de un chico guapo, murió asesinada y su cuerpo quedó atrapado en la cabina de un velero que se hundió en las agrestes costas de Cornualles. Y el intento de que aquella muerte permaneciese oculta, igual que ocurre con el mecanismo de la represión, hacía que aquella ausencia, la ausencia de Rebecca, fuese una obsesión eterna, incesante y perversa. Esa idea de represión, de ocultar un secreto, reaparece al final de la novela, cuando tras regresar a Manderley –Menabilly- toda la vegetación ha invadido el camino y hasta la casa. ¿Y qué representa la vegetación? Es nada más y nada menos que el impulso sexual veneciano que Daphne Du Maurier trataba de esconder.

Cuando la autora escribió ‘Rebecca’ creía que tenía controladas sus tendencias venecianas gracias a su matrimonio con Tommy, pero irónicamente fue esta novela la que provocó que conociera a Ellen, la mujer que rescató al chico de la caja de Daphne. Como una caja de Pandora.

La reaparición en el Queen Mary del chico, es decir de su atracción por una mujer como Ellen, de forma imprevisible, la sumió en una tormenta de sentimientos. “Metí al chico en la caja a la fuerza y te evité durante toda la travesía como si fueras una plaga. Cada día estabas más encantadora. Eso me pudo”, reconoció Daphne en una carta que le envió a Ellen.

A pesar de esta tendencia veneciana, Du Maurier tenía una vertiente homófoba. “Nadie puede sentirse más aburrida con esa gente L que yo. Me gusta pensar que el Jack-en-la-caja era y es único”, decía. De vez en cuando, ese pensamiento no era suficiente y la autora reconocía, a pesar de sus miedos, que su vida había sido una larga mentira “desde que puedo recordarla”.

Aparte de Ellen, el segundo gran amor veneciano de Daphne fue la actriz Gertrude Lawrence, a la que conoció a finales de los años 40 por culpa de su obra tetral, ‘September Tide’, basada precisamente en su amor prohibido por Ellen. Gertrude interpretaba a Stella, personaje inspirado en la esposa del editor de Du Maurier. De hecho al verla interpretar a aquel personaje, que ella creó con Ellen en su cabeza, sentía que era casi ofensivo que Gertrude intentase parecerse a su gran amor. Pero a medida que transcurrían los ensayos Gertie parecía captar totalmente el espíritu de su personaje y, entonces, Daphne se sintió de nuevo confusa: de repente, Gertrude podía convertirse en Ellen durante unos minutos.

Gertie, diez años mayor que Daphne; Gertie, que odiaba estar sola tanto como Daphne adoraba la soledad… Poco tenían estas dos mujeres en común y sin embargo a Daphne le encantaba Gertie, su humor, su risa, su frivolidad y su glamour. Un día entró en su camerino y la encontró en sostén y braguitas. “Ponte algo encima o tendré que darte una bofetada en el pompis”, exclamó Daphne sorprendiéndose a sí misma ante aquella ‘frivolité’ . El chico de la caja empezó a dar golpecitos insistentes para que le dejaran salir de nuevo.

Daphne empezó a pensar en la diferencia entre el afecto que sentía por ella Ellen y la necesidad que manifestaba, sin pudor, la Lawrence.

Gertie le escribía cartas en las que le pedía que fuese a verla a Florida para divertirse juntas. Ningún intercambio intelectual, como sí ocurría con Ellen. Y cuando Daphne las leía se sentía menos sola. Y en Florida, porque fue a Florida, con Gertie, se comportó como una adolescente. Y jamás se le ocurrió pensar que la actriz fuese una de aquellas chicas ‘L’, sino más bien una mujer que no se sentía inhibida por ninguna clase de sexo. A fin de cuentas, Gertrude estaba casada por segunda vez, tenía una hija y arrastraba tras ella varios amantes masculinos y pretendientes a los que nunca dio el sí.

Daphne tenía la sensación de que existía una experiencia de amar y ser amada que ella nunca había vivido. Y no solo se refería a sexo. Se refería a conectar perfectamente con otra persona y eso, evidentemente, podía incluir el cuerpo. Daphne lo había intentado con su marido, con Tom, pero fracasó y en aquel momento de su vida sentía que había vuelto a su auténtica naturaleza. Otra vez el chico de la caja.

Gertie murió a los 54 años, en 1952, y, según Margaret Foster, su muerte dejó a Daphne ‘catatónica’, fuera de sí. La escritora pasó varios días encerrada en Menabilly sin querer ver a nadie, sin comer y sin dormir.

La reacción sorprendió a todos lo que estaban con ella, es decir a su propio marido y a sus hijos. Porque, de hecho, sólo Ellen sabía cuál era la verdadera naturaleza de su relación con Gerti y sólo con ella podía desahogarse. “Tú eres la única que puede entender el significado último de la historia ‘Kiss me again, stranger’. La frase “Aléjate de mí y no mires atrás, camina como una sonámbula”, la dije yo desde mi almohada cuando la dejé ir por úlima vez hace unos días, a las 2 de la mañana…”.

Finalmente y digo finalmente por la dosis de reconocimiento que lleva implícito el fragmento de esta carta, Daphne asumió de alguna manera su amor por Gertie. “Una vez has amado a alguien físicamente se crea el lazo más extraño (imagino que no siempre, sólo a veces, quiero decir que a veces puede significar no más que jugar un partido de tenis). En este caso, con Gertie, significó mucho”, reconoció Daphne.

La autora de ‘Rebecca’, ‘Los pájaros’ y otras joyas de la literatura inglesa murió en 19 de abril de 1989. Sus camisas a cuadros, sus gorras y sus botas, atestiguan en silencio, en Fowey, un lesbianismo oculto. Tan oculto como la pasión de Mrs. Danvers, la siniestra y gótica ama de llaves de Manderley, por la primera señora De Winter. Una pasión oculta, sí, pero no invisible.

BIBLIOGRAFIA Y REFERENCIAS

‘Rebecca’. DeBolsillo.

‘Rebecca’, la película, de Alfred Hitchcock.

‘Daphne du Maurier’. Margaret Foster. Arrow Books. La biografía que sacó a la luz, en 1993, las tendencias sexuales de Du Maurier.

Artículos de The Independent y del Mail Online. Internet.

‘Daphne’. BBC 2. Un telefilme de la BBC sobre las relaciones de Daphne con las mujeres.

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Desconocidas y Fascinantes: Vita Sackville con Kika Fumero.

Vita y Virginia 2Violet y Vita

Virginia Wool-Vita Sackville Violet- Vita

Vita, la jardinera de Bloomsbury, con Kika Fumero.

Poeta y novelista inglesa, Vita Sackville-West pasó a la historia por sus relaciones lésbicas con grandes novelistas como Virginia Woolf; por su férreo matrimonio abierto con Harold Nicolson, también homosexual, y por su agitada vida aristocrática, que le permitió asentarse en otras culturas y enriquecerse con ellas.

Victoria Mary Sackville-West nació en Knole (Kent), en la casa privada más grande de Inglaterra, con 365 habitaciones, 52 escaleras y 7 patios. No es de extrañar, ante semejante mansión, que Vita se enamorara de ella. Esa casa le pertenecía como heredera única, pero las normas de la sociedad de entonces no estaban de su parte y ella, mujer, no podía heredarla. Las manos de Vita quedaron desoladas al no poder moldear aquellos jardines, soberbios y fascinantes, en los que había crecido, por el simple hecho de ser mujer. En 1928, a la muerte de su padre, la casa de Knole pasó a ser propiedad de su tío.

Sí, la gran pasión de nuestra poeta británica fue, desde siempre, la jardinería. Y a ella dedicó parte de su obra. En 1930, el matrimonio Sackville-Nicolson compró el castillo de Sissinghurst (en el condado de Kent). En él, Vita pudo dar rienda suelta a su ingenio y alimentar su vocación de jardinera. Tenía el don de convertir en magia todo aquello que tocaba. Dudo mucho que imaginara en aquella época que lo que sus manos construían entonces pasaría a ser con el tiempo uno de los jardines más célebres del Reino Unido, patrimonio nacional y propiedad de la National Trust.

Pero no sólo las plantas y las flores admitían su valía; también su pluma (la de escritora) se vio reconocida. En 1927, su largo poema narrativo La Tierra le hizo merecedora del premio Hawthornden, uno de los premios literarios británicos más antiguos. Su madera de poeta vio la luz.

A la corta edad de 10 años conoce al amor de su vida: Violet Trefusis. Asisten al mismo colegio y comparten juntas interminables tardes de juegos infantiles, que derivarían en adolescentes con el paso de los años. Violet Kepple (su nombre de soltera) representó para Vita el descubrimiento de una sexualidad nueva. Por muy natural que la sintieran en su piel, ambas sabían que debían mantenerla oculta. Con Violet llegaron los primeros besos, la primera pasión, los primeros estremecimientos ante el contacto físico del cuerpo deseado: una promesa de amor que duraría muchísimos años.

Vita se casó con el escritor y diplomático Harold Nicolson. Con él firmó un matrimonio de conveniencia con el fin de acallar las malas lenguas. Como vía de escape y siguiendo la línea del grupo Bloomsbury, al que pertenecían tanto ella como su marido, ambos convinieron un matrimonio abierto y se dieron consentimiento mutuo para acostarse con personas de su mismo sexo. De esta forma, Vita y Violet pudieron seguir viviendo su infinita historia de amor. Esta última también accedió, con el tiempo, a un matrimonio de conveniencia con Denys Trefusis, a quien le puso la condición de no mantener nunca relaciones sexuales con ella. Así de loca era la vida sentimental de los miembros del círculo Bloomsbury. O tal vez sea más oportuno catalogarla como una vida cuerda: se trataba simplemente de buscar el modo de poder hacer cada uno lo que quisiera sin que las leyes que dictaba la sociedad victoriana les cayesen encima.

Junto a Violet, nuestra poeta británica descubre y explora su lado más masculino. Con motivo de un viaje a París, Vita se disfrazó de hombre durante toda la estancia y se hizo llamar Julián. Pretendía con su actitud, no sólo reivindicar su lesbianismo, sino también tener acceso a aquellos lugares en los que únicamente se podía entrar en pareja. Una vez más, el amor agudizaba el ingenio.

Dicen que toda relación tiene su principio y su fin. El lazo que compartían Vita y Violet parecía no tenerlos, pero a principios de los años 20, Vita sospechó que su amante se había acostado con su marido, a pesar de la condición en la que se había fundado el matrimonio, y, sintiéndose traicionada, rompió una relación de 18 años. ¡Insólito!

Tres años más tarde, en 1923, Clive Bell le presenta a su cuñada: la famosa escritora Virginia Woolf. En seguida se hicieron amantes y se embarcaron en un idilio lleno de pasión sentimental y literaria.

Es buenísimo. No conocía el alcance de tu perspicacia, ni a esa Vita pícara, inquietante, avispada y esquiva”, escribe Virginia Woolf a Vita tras recibir el manuscrito de Pasajera a Teherán. A través de este libro, Vita narra el viaje que llevó a cabo en tren, barco y automóvil por el centro y el sur de Europa, gran parte de Oriente Próximo y Oriente Medio, para reunirse con su marido, destinado en Constantinopla por la diplomacia británica.

Como legado de la historia de amor Vita-Virginia nos queda Orlando, la obra más famosa de Woolf. Nigel Nicolson, el hijo mayor de Vita, llegó a describirla como “la carta de amor más larga y encantadora en la historia de la literatura”. En su lista de amantes figuran otras mujeres como Hilda Matheson, directora de la BBC, y la periodista Evelyn Irons; sin embargo, la relación más sólida de Vita fue la que mantuvo con su marido, tal y como demuestran su continua correspondencia en los periodos de ausencia. Si bien es cierto que ambos satisfacían fuera del hogar su vida sexual y sentimental, entre ellos había un vínculo inquebrantable, una complicidad y un apoyo incondicional que fortalecía cada vez más con los años la estabilidad de la pareja. Amistad, admiración, respeto, amor y toda una vida en común con dos hijos como fruto fueron suficientes para que la unión entre ellos se mantuviera por encima de los amantes y amoríos que cada uno vivió por separado.

En 1962 y a la edad de 70 años, una enfermedad tumoral pone en jaque su vida y la vence finalmente el 2 de junio de ese mismo año. Aquel día de primavera tardía se apagaban los ojos de la jardinera de Bloomsbury en su castillo de Sissinghurst y descansaron por fin sus manos. Tras de sí nos dejó una vasta herencia literaria, de la que rescatamos sus dos obras más famosas: Los eduardianos (1930) y Toda pasión apagada (1931).

Cierro este paseo por la vida de uno de mis personajes favoritos de la época con una cita de ella misma sobre el lesbianismo y les invito a una reflexión, sin olvidar situarnos a principio de los años 20:

No conozco ningún relato verídico de este tipo de relaciones, ninguno que se haya escrito sin la intención de provocar el regocijo vicioso de los posibles lectores. Tengo la convicción de que, a medida que avanzan las edades y los sexos se van mezclando debido a sus crecientes semejanzas, esas relaciones dejarán de ser consideradas meramente antinaturales y se las comprenderá mucho mejor, no sólo en su aspecto intelectual sino en el físico. La psicología de personas como yo será entonces asunto interesante, y habrá de reconocerse que hay mucha más gente de mi tipo que lo aceptado hoy día en un sistema hipócrita. (Autobiografía, Vita Sackville-West).

Más información:

Nigel Nicolson y Vita Sackville-West, Retrato de un matrimonio, Barcelona, Lumen, 1975.

En el blog de Kika Fumero: http://puzzlessinguion.blogspot.com/2010/10/virginia-woolf-y-vita-sackville-west.htm


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Desconocidas y Fascinantes: Anne Lister, con Thais Morales.

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ANNE LISTER, una precursora en el siglo XIX , con Thais Morales.

Antes de que KD Lang se dejase afeitar por Cindy Crawford en una legendaria portada del Vanity Fair; antes de que Madonna y Annie Lennox jugasen a la androginia musical; antes de que la escritora Virginia Woolf crease a Orlando, ese personaje drag de la historia de la literatura británica, antes de todo eso, existió en Inglaterra la primera lesbiana de la historia moderna: Anne Lister de Halifax.

Y para dejar constancia de esa existencia, en la biblioteca central de Halifax, en el condado de West Yorkshire, existen 27 volúmenes (en total 6.600 páginas) que conforman una ingente obra testimonial: los diarios de Anne Lister.

Una sexta parte de esos diarios, es decir, unas 1.000 páginas, fueron escritas a partir de un código secreto, en el que se mezclan las letras del alfabeto griego antiguo y símbolos algebraicos. ¿Por qué un código secreto en medio de unos diarios? Porque en esas páginas se explican con todo lujo de detalles las relaciones románticas y sexuales de Anne. Que fue una audaz terrateniente, una intrépida escaladora y una gran amante de mujeres.

El gran qué de estos diarios es que suponen un testimonio en primera persona de la experiencia de una lesbiana butch de principios de siglo XIX. Anne Lister convivió con la diferecia (a veces la confundían con un hombre) desde que era joven. Sin embargo, a pesar del aislamiento que a veces supuso su rareza, ni una sola vez en los diarios expresa la duda o el sentimiento de culpa por su atracción hacia otras mujeres. Anne reconocía que sí, tenía una “rareza”, pero como ella creía que esta singularidad había sido creada por Dios, no veía ningún cnflicto entre su diferencia y sus creencias cristianas. Ahí radica su modernidad.

Anne fue hija del hacendado y excapitán del ejército Jeremy Lister y, como en el casod e Radclyffe Hall, la autora de ‘El pozo de la soledad’, prefería montar a caballo y practicar tiro en lugar de dedicarse a las tareas domésticas propias de las mujeres.

Nacida en 1791, intrépida viajera y aventurera (fue la primera persona en ascender al Vignemale, la gran montaña del Pirineo francés, en 1838), escritora y heredera de una gran fortuna, Anne siempre supo que era diferente. Aunque no usaba la palabra lesbiana, a los 30 años escribió: “Amo y sólo amo al sexo más hermoso y, así, siendo amada por ellas mi corazón se rebela contra cualquier otro amor que no sea el suyo”.

Precursora por plantearse una forma de matrimonio homosexual, por reflexionar acerca de su propia identidad y vestirse de hombre (en Halifax era conocida como Gentleman Jack) también se avanzó a otras tendencias: de haber vivido en 1950 habría sido una auténtica stone-butch. Y es que no le gustaba demasiado que le hicieran el amor. “Eso me hace demasiado mujer”, decía.

Sus diarios, escritos en un código secreto, fueron descifrados en 1988 y en sus páginas se descubre un registro exacto de su vida cotidiana, sus negocios, sus estudios (llegó a estudiar anatomía en busca de una explicación a su rareza sin hallar nada “externo” que la explicara) y, lo más importante de su vida sexual. alifaxHalifax.

Gracias a sus diarios sabemos que las lesbianas del siglo XVIII y XIX no se ceñían de forma inequívoca al modelo de “amistad romántica”. De hecho en sus escritos, se describen muy bien lo que ella llama “besos”, y que se refieren a los “orgasmos”, así como otras prácticas sexuales. “Pronto (Mrs. Barlow) se acerca a mí y puedo acariciarle el sexo más fácilmente”, escribe Anne en una entrada de sus diarios.

La lista de amantes de Anne Lister es larga. La primera fue Eliza Raine, la hija de un cirujano de la Compañía de las Indias a la que conoció en el internado de Manor School. Según los diarios de Anne Lister, las adolescentes exploraron su sexualidad, se ‘casaron’ e intercambiaron anillos y votos. Cuando las autoridades del colegio pasaron de la sospecha a la certeza sobre la naturaleza de esa amistad, ambas fueron expulsadas y la relación no prosperó.

Hacia 1813 Anne heredó la propiedad de Shibbden Hall y seguía buscando una pareja con la que compartir su vida. Pero, ¿dónde encontrarla? Curiosamente, la iglesia, centro de reunión social en cualquier condado como Dios manda, se convirtió en uno de los lugares preferidos de Anne para esta tarea. En sus diarios detalla las tácticas para conocer damas en las iglesias y explica cómo las invitaba a tomar el té, los paseos por el bosque con sus candidatas… y todo el proceso del cortejo. Casi un manual de autoayuda para ligar en el siglo XIX.

Así, Anne conoció a Isabella Norcliffe (a la que llama Tib en los diarios), una mujer seis años mayor que ella y responsable de que ésta conociera al gran amor de su vida, Mariana Lawton en 1812.

Anne y Mariana, que sellaron su amor con sendos anillos, no se separarían hasta casi veinte años más tarde, después de que Marianne se hubiera casado con Charles Lawton rompiéndole el a Lister corazón. “Se ha casado por un coche de caballos y una pensión de viudedad”, se lamentó Anne en sus diarios Mantuvieron, no obstante, una relación clandestina durante varios años hasta que Anne, cansada de la situación se fue a París.

En 1832, regresó a Shibden Hall. Consciente de lo que ella llamaba “mi rareza”, escribió en sus diarios: “Estoy unida a mi propia gente, ellos están acostumbrados a mis rarezas, son amables y civilizados conmigo…”. Entonces conoció a Ann Walker, que fue como su esposa: “Miss W me ha dicho que si accedía a mis deseos otra vez eso debería significar un compromiso. Debería ser lo mismo que un matrimonio. No puso objeción a mi propuesta: le pedí que declarara sobre la Biblia y que aceptara sellar el sacramento conmigo en Shibden o en la iglesia de Lightcliffe”.

Con ella comenzó en 1839 su último viaje, a Rusia, donde moriría por culpa de unas fiebres en 1840. Seis meses le costó a su mujer lograr regresar a Inglaterra con el cadáver de Lister, que finalmente fue enterrado en la iglesia del condado de Halifax, el 29 de abril de 1841.

BIBLIOGRAFÍA

‘I Know My Own Heart: The Diaries of Anne Lister 1791–1840′, Hele Whitebread, Virago, 1988

‘Presenting the Past: Anne Lister of Halifax, 1791–1840′, Jill Liddington. Pennine Pens, 1994

‘Anne Lister, The First Modern Lesbian’, Ric Norton, August 2003, http://rictornorton.co.uk/lister.htm

Para saber más:

“La doncella quiso ser marinero. Travestismo femenino en Europa (siglos XVII-XVIII)” , Rudolf M. Dekker y Lotte van de Pol. Editorial Siglo XXI

 


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Desconocidas y Fascinantes: Luchadora y perdedora: Lucía Sánchez Saornil con Isabel Franc.

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Luchadora y perdedora: Lucía Sánchez Saornil con Isabel Franc.

Fue escritora, poeta y política destacada, pero su nombre no aparece ni en los libros de literatura ni en las antologías poéticas ni en los manuales de historia. Solo algunas estudiosas del feminismo anarquista han intentado rescatar su figura de un olvido voluntario del que no salió.

Madrileña, de familia pobre, nació en 1895. Tras la temprana muerte de su madre y de un hermano, tuvo que hacerse cargo de su padre y de su hermana pequeña. Compaginaba el trabajo de telefonista con los estudios en la Academia de Bellas Artes. Allí empezó a relacionase con la vanguardia literaria de la época. Fue pionera del ultraísmo -movimiento poético iniciado en 1918 que promulgaba la urgencia de una renovación radical del espíritu y de la técnica. Pionera de la exhibición del deseo lesbiano, sus poemas eróticos dedicados a la belleza femenina poseen una fuerza y una originalidad poco comunes.

Fue también la dirigente anarquista más singular de la Guerra Civil. Consideraba la Republica una farsa proveniente de la burguesía que, una vez conseguida, había que derribar. En 1933 fue nombrada secretaria de redacción de la CNT de Madrid. Su posición feminista se fue reafirmando con los años. Desde publicaciones como Tierra y Libertad, La Revista Blanco y Solidaridad Obrera, defendía que la lucha de la mujer no debía estar supeditada a la lucha de clases e instaba a sus compañeros a liberar a las mujeres de sus prejuicios en sus propias casas. A cambió, recibió el descrédito y la descalificación por parte de los y las dirigentes de la CNT y de la FAI, incluida Federica Montseny.

En 1936, antes de estallar la guerra, fundó, junto con Mercedes Comaposada y Amparo Poch, una sección femenina de la CNT conocida como “Mujeres Libres”. Pero, a pesar de contar con más de 20.000 afiliadas, lo único que pudieron hacer fue editar una revista con ese mismo nombre, de la que Lucía fue editora y redactora. Los propios anarquistas desplazaron a la organización de cualquier acción libertaria dentro del movimiento y solo les permitieron dedicarse a labores de intendencia. (más…)


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Desconocidas y Fascinantes: Mercedes Acosta, La amante de las estrellas con Thais Morales.

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Mercedes de Acosta -La amante de las estrellas con Thais Morales.

A Mercedes de Acosta los paparazzi la acribillarían con sus flashes y los programas de TV le pagarían millones por entrevistarla y someterla a la máquina de la verdad. ¿Por qué? Pues porque, como dijo Alice B. Toklas, la compañera de Gertrude Stein, “Mercedes tuvo a las dos mujeres más importantes de Estados Unidos: Greta Garbo y Marlene Dietrich”.

Mercedes de Acosta, que creyó firmemente que era un niño hasta que tuvo 7 años, nació en Nueva York en marzo de 1893. Su padre era un acaudalado cubano, Ricardo de Acosta, y su madre, Micaela Hernández de Alba, una española, descendiente de los Duques de Alba. A pesar de aquel bagaje, esa joven, que flirteó con las filosofías orientales; que dijo, “Puedo conquistar a cualquier mujer que esté con un hombre”; que vestía siempre en blanco y negro, que puso de moda el pantalón entre las mujeres de Hollywood y que escribía poemas dedicados a la Divina Garbo con tinta de color violeta, no logró romper el maleficio que la siguió toda su vida: el de la lesbiana que no escondió su opción sexual en una época en la que el mundo no estaba preparado para ello (sí, estuvo casada 15 años con Abraham Poole, aunque es bien sabido que se llevó a una amiga a su luna de miel). Mercedes murió sola y pobre el 9 de mayo de 1968.

Pero antes de la tragedia, detengámonos en los alegres años 20, cuando una prometedora Mercedes deslumbró a todo el mundo con su poesía, sus guiones y sus novelas, entre ellas, “Until the day break”, que publicó en 1928 (el mismo año que “El pozo de la soledad”), y que hablaba, sí, del amor entre mujeres. “Siento más emociones hacia las mujeres… Me transmiten tal sentimiento de belleza… La gente no maldice a nadie por ser rubio o moreno… Han nacido así y se acepta. Pero por algo más profundo que el color de tus ojos o de tu cabello, te condenan”, dice en un pasaje de la novela Orlanda, su protagonista. Sin embargo, ni sus tres libros de poesía, ni sus guiones teatrales ni el musical que escribió, la consagraron como autora. La fama le llegó a través de sus memorias y, como ya hemos dicho, de sus amantes. (más…)


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Desconocidas y Fascinantes: Willa Cather con Thais Morales.

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Willa Cather Una pionera en el armario con Thais Morales.

¿Cómo empezar a hablar de Willa Cather? No es fácil. Esta mujer, nacida el 7 de diciembre de 1875 cerca de Winchester, Virginia, es una de las autoras más destacables del modernismo norteamericano. Willa escribió 12 novelas, relatos, poesía (uno de sus poemarios está escrito desde el punto de vista de la poeta griega Safo), gran cantidad de artículos periodísticos y ganó el premio Pulitzer en 1923.

Admiradora de Walt Whitman, Mark Twain, Henry James y de la escritora lesbiana Sarah Orne Jewett, apostó por un estilo sobrio para hablar de sus dos temas por excelencia: los colonos norteamericanos y la preocupación por la mecanización y la masificación del consumo que empezaba a imponerse en la sociedad norteamericana.

Willa (bautizada como Willela en honor a una tía suya que murió de difteria) ha dejado una extensa obra que, para unos, es conservadora y poco experimental, mientras que para otros, resulta innovadora. Entre sus novelas no podemos dejar de mencionar “Pioneros” (título que sacó de un poema de Whitman) y “Mi Antonia”, ambas, una crónica de la vida de los granjeros y los colonos del medio oeste, y “La muerte llama al arzobispo”, quizás su trabajo más admirado. (más…)


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