KtSales: La historia de la chica lesbiana que nació chico (MíraLES)
La historia de la chica lesbiana que nació chico (revista MíraLES)
Me llamo Víctor y soy chico de nacimiento. Me podría definir como el típico caso de persona que vive encerrado dentro de un cuerpo que no es el suyo, o quizás que no está formado a la par con la mente. (…)
Así empieza la historia de Víctor, contada al detalle en la revista MíraLES y de la cual os ofrecemos unos fragmentos para que conozcáis su historia:
Como bien dije, nací chico, sexo masculino por el 86. Mi infancia fue buena en unos sentidos y dura en otros. Me imagino que al igual que otras trans, de pequeños no querían hacer cosas de niños, sino de niñas. Yo no entendía cuando mis padres me decían que era un niño y tenía que jugar con los niños a cosas de niños. Les preguntaba que por qué era un niño y me respondían lo que es obvio. Porque tengo pene (mi madre decía “periquito”). Yo les decía y lo recuerdo bien, que yo era una niña que no me gustaba lo que hacían los niños y normalmente venía una reprimenda en plan: “Tú eres un niño y punto.” (…)
Total, a los 9 años empecé a lo que comúnmente se llama travestirme. Mis padres trabajaban en un locutorio propio así que volvían tarde. Mi madre o mi padre nos hacían la cena y hasta las 12 o así no volvían, por lo que me vestía como mi madre y estaba en casa así. La intentaba imitar en movimientos, en forma de hablar. Quería ser como ella. Mi hermano estaba en su mundo y le daba todo igual así que no decía nada. Ya cuando se hacía tarde recogía todo y a las 11 a la cama. Después llegaban mis padres y como si no hubiese pasado nada. En realidad lo recogía no por miedo a que me pillasen sino porque siempre he sido ordenado y responsable en ese aspecto. No se me pasó por la cabeza que me pudieran “pillar”.
Y así fue. Un día mis padres vinieron pronto y me pillaron. Lo primero que pasó es que vi la mano de mi padre darme un tortazo que me dejó medio atontado. Enviaron a mi hermano a la habitación y empezaron a echarme la bronca. Que por qué hacía eso, que si estaba enfermo de la cabeza. Que si soy un desastre para la familia. En resumen, que de sus bocas y los garrones que me metieron en los brazos no salió nada bueno. (…)
Mi sexualidad tardó en aparecer. Hasta los 14 años no me había masturbado nunca, y mi interés por el sexo hasta los 16. Me convertí en lo que ellos querían. Un chico. Me puse a jugar en un equipo de fútbol, iba con los amigos de clase por ahí y con las chicas intentaba tener el mínimo contacto. A los 16 llega la revolución hormonal y los amigos sólo hablaban de chicas, que si ligar y demás. Yo me adapté y quería hacer lo que se esperaba de un chico, lo mismo que el resto. Conexión a masa. Y así hasta los 17 que me eché una novia. La verdad esa chica me la eché de novia simplemente por el hecho de que era lo normal, era lo que se esperaba, era la moda y que todos decían que hay que perder la virginidad antes de los 17. Y así fue. No tenía mucho interés en la chica, era maja y poco más. Ella era de ligar con muchos así que me imaginaba que duraría poco o nada. Llegaron los 18 y tal y como llegaron yo decidí ser más varonil (pero la espina de la cabeza no se iba) así que me alisté en el ejército y me fui a Murcia a los paracaidistas. Y de allí unos meses después a mi destino, Madrid. Sorprendentemente la chica con la que salía seguía bebiendo los vientos por mí así que los fines de semana regresaba a Salamanca para hacer lo que se supone que tenía que hacer. Y así pasaron los años. Iba mucho al gimnasio, me puse “schwarzenegger”. En fin, un chico sano, fuerte, guapo (al menos eso me decían) y cumpliendo como mi familia quería que cumpliese. Pero la espina seguía ahí. (…)
Víctor sigue explicando que, hacia los 23 años, dejó de hacer ejercicios de musculación para intentar afinar su cuerpo y empezó a depilarse las cejas y todo el cuerpo. Por esos días encontró información en Internet sobre el proceso de cambio de sexo y decidió acudir a un profesional de la psicología. Entre tanto, se trasladó a vivir con su novia, con quien se casó a los 27 años. Después de hablar con ella, decidió iniciar el proceso hormonal, siempre con el apoyo de su novia.
Mi situación actual es bastante aceptable. Hablé con mi pareja seriamente, explicándole todo, diciéndole que no se avergonzara en decirme lo que piensa. Y esa charla parece que surtió efecto. Ahora mismo es un gran apoyo moral y, por qué no, mi esperanza de poder salir un día de la mierda de sitio donde estoy trabajando y poder empezar a vivir cuanto antes como quiero ser.
También tuve una charla con mi madre. La senté en el sofá y le expliqué todo. Tuve que armarme de valor, pero reaccionó de manera muy positiva, diciéndome que lo tenía que haber pasado muy mal, y que lo que importa es que yo sea feliz.
Mi mayor problema ahora es mi único medio de subsistir, y hasta que no salga del ejército no podré hacer nada. Por ahora la próxima semana tengo la primera sesión con una psicóloga y a ver si con suerte decide tratarme. También estoy con una endocrina que me recomendaron y no sé si lo dije antes llevo desde agosto con el TRH. No es mucho pero se van viendo los cambios. A eso con el ejercicio y un estricto control de la alimentación voy bien. (…)
Y así termina la historia de Víctor: “sé que no soy ni jamás seré una mujer real, pero me siento como tal y amo como tal a otra mujer”.
FUENTE: http://www.mirales.es/opinion/lectoras/asi-sali-del-armario-iii/
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