Cita a Ciegas
Un texto que me ha llegado de una de las chicas de Lesbianenado.
CITA A CIEGAS
Podíamos conocernos.
Un café con leche humeando sobre la mesa. Pasos acelerados, carcajadas de niños saltando a la cuerda, adolescentes planeando su provisión de canutos y cervezas, perros correteando a sus anchas o levantando una pata para mear al calor de una acacia, llantos pidiendo teta… El parque de Juan Bravo, voces amortiguadas por el doble cristal de la ventana. Aire acondicionado, y sola en casa. La soledad pausada, con lo por hacer ya hecho - “Ahora tienes que pensar que buscar trabajo es una forma de trabajo” - de las seis de la tarde.
Un segundo de receso.
Nombre: Lourdes Beltrán
Fecha de nacimiento: 11-04-1969
Domicilio:juan Bravo…… Madrid
Empezaba a pensar que, de no encontrar trabajo, se acabaría volviendo loca. Los días - lunes, martes, miércoles, jueves, viernes…- sin la ansiada llegada del fin de semana, sin esperas, sin tener que descansar… - sábado, domingo, lunes, martes…- demasiado parecidos a los días, y las noches no podía conciliar el sueño.
Estudios realizados: Doctora en Historia/ Universidad Complutense.-Madrid.
Tesis: La convivencia intercultural en la España mozárabe.
Años de estudio que habían acabado cayendo de un suplido del currículum. En lo suy no conseguía encontrar nada, y en lo demás… nadie quiere a una licenciada que te deje colgada en cuanto encuentre algo en lo suyo. Círculo vicioso, quebraderos de cabeza y la sensación de haberse equivocado. Cursillos de informática, incursiones en Londres, paseos por el INEM, deseos desesperados de un cambio de sexo al entrar por la puerta de cualquier E.T.T.-”para colocar a un hombre no hay ningún problema, pero…”, la falta de independencia económica, osea, de independencia.
La sonrisa de Einstein, risueña, despistada, le distrajo un segundo desde el póster de la pared blanca de su oleada de rabia.
Aficiones: chatear.
Chatear a las seis de la tarde. Con la sensación del deber inventado por no sucumbir cumplido y su madre en la oficina. Su madre, mujer elegante, educada, discreta, con la que no compartía apenas nada - el plato de espaguetis a la carbonara, el desglose de opiniones con café viendo el telediario, y la certeza nunca pronunciada en voz alta de ser dos mujeres solas.
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y un cigarrito mientras se abre la página.
Su padre ya hacía años que no vivía con ellas. Desde que Lourdes cumplió los 16, ahora tenía ya 29. Y de los demás hombres que desde entonces podían haberse cruzado o no por la vida de Elvira, su madre, no sabía nada. Sospechaba que, por supuesto, habrían existido. Elvira, al borde de lo 50, se conservaba muy bien. Sus ojos rasgados, tan negros como su pelo, sus labios bien dibujados, su cuerpo… no podían haber dejado de despertar pasiones; sus ganas de vivir, su ansia de devorarlo todo, tampoco.
Ella tampoco le contaba nada a su madre. Sus pequeñas historias, pocas habían llegado a ser grandes, sus escarceos… Tenía ya 29 años, y si a los 15, cuando empezó a darse cuenta, a ser consciente de sus sentimientos, cuando se enamoró por primera vez y supo que su forma de amar era amar a otra mujer, sus padres estaban demasiado ocupados y sordos intentando solucionar aquello que desembocó en divorcio porque no tenía solución; ahora era ella la que se había quedado muda. Ya no deseaba copmpartir, y menos con su madre, lo que tanto tiempo lloró por no haber compartido.
Secciones: Lesbianas
Lesamistad
Lesmaduras
Sí, sentía una extraña atracción por las mujeres maduras, por las mujeres en cuya mirada se adivinaba el rastro dejado por la vida. Pero entró en “Lesbianas”, sin especificaciones.
Introduzca su nick: Alter
“Alter”, porque podía permitirse el lujo de no ser ella, o ser tan ella misma, ser su alter ego, ese ella misma escondido en los rincones de lo prohibido , de lo por explorar, de lo tan suyo que nunca había dado a nadie en voz alta, cara a cara, cuerpo a cuerpo. O Alter, quizá, por poner algo.
- Hola, Alter, ¡estás tan caliente como yo ?, podíamos…- No, no podía, una flecha súbita sobre el aspa le devolvió al general.
Cotilla - ¿Qué tal la rave del jueves?
Pitufa - ¿ Alguien me invita a una caña?
No tenía nada contra el cybersexo, sólo que le hacía sentirse más sola y con más ganas de sexo. O que le costaba dejarse llevar, abandonarse… ¡No¡, si surgía en medio de una conversación con sentido…
Pulsó la flecaha para ver pasar los nombres en busca de alguien conocido, o algún nick sugerente.
- Abandonada
- Aburrida
- Abutarda - ¿y ésta?
- Ahoramismo - ¡qué decidida¡
- Alba
- Albacete38
- Alma - ésta siempre está por aquí, tan espiritual.
- Anochecer - la noche en todas sus formas.
- Anorexia - ¿si?, ¿o una gorda acomplejada?
- Atormentada - paso, necesito ser feliz.
- Aurora
- Besonegro
- Biciosa - ¿con be?
- Caliente
- Canarias 42
- Cautiva
- Elegante - ¿lo será?
- Lluna - paso de largo.
- Solomía
- Solotuya
- Solomillo
- Lluna - No, no quería hablar con ella.
Por lo que sabía… Una mujer mayor, madura, con ganas de una aventura, de vivir algo especial, de romper con la monotonía.
- Sólo busco una aventura esporádica - Le había dicho la primera vez - Una locura.
A partir de ahí, largas conversaciones.
LLuna - Prohibidas las preguntas típicas, o tópicas
- Entonces, ¿de qué hablamos?
- del mar, ¿has hecho alguna vez el amor en el mar?
No sabía nada de ella. Ni su nombre, ni el color de sus ojos, su pelo, sus labios, el tacto de sus manos, a qué se dedicaba, estatura… ¿Sería catalana llamándose Lluna?
Alter - Podíamos conocernos.
Lluna - No, perderíamos el misterio, las ganas, la magia…
Alter - ¿No querías una aventura, o me estabas habalndo de cybersexo?
Lluna - No insistas.
Y no quería insistir, ni sentir, ni hablar con ella, porque se estaba convirtiendo en su capricho, su sueño, su aventura. pero su nombre, entre todos los demás, despuntaba y pesaba, como un hechizo.
Un rectángulo en la parte superior izquierda de la pantalla, un privado.
Lluna - ¿No quieres hablar conmigo?
No, no quería, su nombre pesaba demasiado, de hecho había estado a punto de apagar el ordenador.
Lluna esperó con ansiedad que la respuesta al menos no fuese el silencio. Ella también soñaba, también deseaba… por eso jugaba, porque le daría demasiado miedo hacer cualquier otra cosa.
Alter - No, quiero conocerte - tabulador, y la sonrisa de Lluna aliviada y preocupada.
- ¿Me estás planteando un ultimátum?
- No puedo hacer otra cosa.
- Dame tiempo.
¡Mierda¡ sabía que le daría tiempo… Todo el tiempo del mundo… Bueno, al menos a las siete y media, porque a las ocho llegaba su madre, y, aunque su madre jamás fisgaba entre sus cosas ni usaba su ordenador, había contraído la manía de, antes de apagarlo, meterse en “herramientas—-Propiedades de Internet”, y borrar el historial. Ninguna constancia de su lésbico paseo por el chat.
Lluna - Cuéntame qué has hecho hoy.
Alter - Siempre soy yo la que habla, ¿cómo estás vestida?
Lluna - Pantalón negro y camisa roja de seda
Alter - De seda…
Lluna - Me encanta el tacto de la seda salvaje sobre mi piel - Lluna se abrazó púdicamente dentro de su camisa azul de lino, intentando reinventarse el tacto de la piel - Pero háblame de ti.
Sí, de ti… Esa jovencita que imaginaba frágil, carente de amor, morena de gestos tímidos, vaqueros sempiternos y pelo largo le había hechizado. Alter… Quizá lo que ella debería haber sido desde hacía mucho tiempo y nunca se había atrevido. Lluna estrelló su cigarro intentando mantener la calma contra el cenicero. Claro que sus relaciones con los hombres no habían funcionado, siempre había buscado en ellos algo que no les pertenecía. No sabía qué, no sabía qué quería ni qué no quería, pero se había sumido en esa relación virtual - a la que había ido a parar por un mero gesto de curiosidad o haciéndole caso a su subconsciente - y ya no sabía calibrar la medida de su deseo. Deseaba todos aquellos sueños que Alter dibujaba con mano sonámbula sobre la pantalla. Deseaba su ternura, su edad, su sabiduría, al menos sabía qué camino seguir en ese extraño tema del amor, y le quedaba tiempo. Deseaba ser Alter, con toda la vida por delante para zambullirse en ella, y sin miedos.
Alter - ¿Por qué no contestas, te has quedado muda?
Lluna - Te cambio tu edad por la mía. Deja de quejarte, no te sientas vacía. Lo peor que te puede pasar es arrepentirte de lo que no has hecho. Hazlo, haz todo lo que te pida el corazón. Y yo me he pasado toda la vida haciéndolo todo tan solo por no hacer otra cosa.
- No te entiendo.
- No hace falta - ¿Cómo le iba a entender? ¿Cómo se iba a explicar, si no sabía? No sabía nada, sólo que no quería una aventura, quería abrazarse a su ternura, enrolarse en la ternura de Alter para darle un golpe de estado a todo su pasado.
Alter - ¡ Estás triste?
Lluna - No, sólo sorprendida.
¿Había sentido siempre así hacia las mujeres? ¿Había sido una lesbiana armarizada hasta tal punto? No, nunca lo había pensado. Claro que había deseado. Había deseado a Clara, su más fiel amiga desde los tiempos del colegio. Incluso la había besado. Pero no había deseado tanto como para no permitirse engañarse. ¿O sí? de todas formas, la palabra “lesbiana”no le quedaba del todo grande. Era un nuevo traje bajo el que arroparse, y daba calor. Esa relación virtual no había surgido de la nada, por algo estaba ahí, por algo había entrado, por algo seguía entrando y chateando con Alter.
Alter - ¿No te acabarás arrepintiendo de no haberme querido conocer?
Lluna - No
Alter - ¿No qué?
Lluna - Te quiero conocer
Alter - Pero quieres que te dé tiempo
Lluna - Soy una cobarde, ¿verdad? - Silencio - ¿Verdad? hay una cafetería cerca de Chueca, “La Sastrería”
Alter - Sé cuál es - “un poco pija” pensó, pero se ahorró el comentario.
Lluna - Mañana viernes, ¿a las cinco y media te viene bien? - todo le vendría bien, menos que Lluna cambiase de opinión, ise iban a conocer¡ - Estaré en frente de la puerta, con un libro de neruda, el de los Veinte poemas , sobre la mesa - Acabó la frase y cerró la conexión.
Alter encendió otro cigarrillo y se quedó extasiada mirando a la pared. Se la había imaginado tantas veces… que ahora no se la podía imaginar. mayor que ella, una mujer elegante que pocas veces se dejaba guiar por sus impulsos… Lluna salió despacio de la oficina, no podía pensar en nada, se fue a comprar una camisa de seda salvaje roja renunciando a la copa de cada tarde.
Alter no podía dormir. Por muchas preguntas que se hiciese no conseguí dar con ninguna respuesta. Un exceso de falta de fe le hacía sentirse como quien va al matadero, y una disparatada capacidad de ilusionarse lanzaba al vuelo campanas de boda. Una ceremonia tan simbólica como sencilla, un fin de semana perdidas en el monte con todos sus amigos, comiendo paella, ensaladas y chuletas abrasadas en grandes parrillas, tortillas… y regando su felicidad con vino. ¿Cuántas veces hay que romper un corazón para que no sueñe? No quería pensar. Quería y no quería. Pero no podía sentarse a detener su chorro de imágenes ante el televisor porque su madre estaba fumando en el salón.
Lluna decidió llegar antes de tiempo. Siempre es más fácil la postura del que está sentado. sabía lo torpe, lo insegura que podía sentirse, conocía demasiado bien su temblor imperceptible para los demás, para ella paralizador. Apoyó el libro de Neruda sobre la mesa, le pidió al camarero una cerveza, y sus dedos comenzaron a jugar con él. Colocándolo en el centro para que se viese más mientras le asaltaba un estúpido rubor, un poquito más al borde, un poquito más…bajo los brazos, con el bolso encima… Sólo se podía ver ella misma , ella y su rubor. Alter también se había propuesto llegar la primera, pero la puntualidad no era su fuerte. Cerró los ojos, contó hasta diez… y al entrar topó de bruces con su madre.
-¡Hola Lourdes¡ - se había levantado a pedir otra cerveza - ¡Qué coincidencia¡ ¿Has quedado aquí con tus amigos?
- Sí - Susurró, mentir no era su fuerte. Por un segundo pensó que pasase lo que pasase Luna le había calado tan hondo que al menos serían amigas – Sí, claro. Ahora llegarán - ¿Y qué iba a hacer si llegaba estando su madre? Podría irse y pedirle disculpas en cuanto volviesen a encontrarse en el chat, explicárselo. ¿Y si se enfadaba tanto que no volvía a entrar?
– - Hija, yo la verdad es que me iba ya – Mientras le daba dos besos ruidosos y acelerado
– s se le volcó el bolso y se agacharon las dos a recoger su contenido. Una barra de labios, un pequeño espejo, el monedero, el libro de neruda – Sus miradas se cruzaron por un momento - ¡Nos vemos en casa¡
Alter ocupó la mesa donde había estado sentada su madre. No iba a hacer nada de nada. El camarero se acercó con una cerveza.
– - ¿Es para usted? La ha pedido la señora que acaba de marcharse.
– - Sí, es mía – Le gustaba mirar cómo suben las burbujas, diminutas burbujas de oro.
Elvira se dió cuenta de que la falataba muy poco para echar a correr.No podía echar a correr. Ella era Lluna, y Lluna había decidido ser valiente. ¡No¡ ella era Elvira, y no tenía ni idea de qué contarle a su hija, de cómo explicarle cómo había llegado ella a ser Lluna. Pero las dos habían visto el libro, y si ahora no hablaban ya no podrían volver a hablar. Si callaban, si hacían como que nada había pasado…. Giró sobre sus pasos. Ya se le ocurriría por dónde empezar. Al menos tenía un as en la manga. Ella era Lluna, y Lluna y Alter siempre habían sido sinceras entre ellas, mucho más sinceras de lo que Elvira y Lourdes habían sido jamás, y su sinceridad les había llevado a quererse.
Besos para todas, menos para una.
Ana Satchi
1 comentario

Me ha encantado el relato, aunque la conclusión era vislumbrable, más que predecible…